2023 tuvo un final triste para la familia: dos grandes pérdidas. Por ese motivo no tuve tiempo ni ánimo de organizar algo para la Cata de Navidad. Mis amigos acudieron al rescate y organizaron un excelente asado con carne de primera, los vinos algunos corrieron de mi cuenta, otros fueron traídos por los comensales, pero no tomé nota más que de un magnífico y raro vino de Jerez, se trata del Apóstoles 30 años. Un palo cortado con la crianza en velo de flor al principio y sin el velo después en su última crianza, como los olorosos. Aparte de la uva palomino también tiene pedro ximénez. Color ámbar, espeso. Aromas de frutos secos, higo, tofe. En boca caramelo, miel, nuez, con un final eterno. Un vino elegante que se antoja con algún queso azul. Hubo muchos más pero, repito, no tomé nota.

Cata 257 o la cata con escasez de copas…

Para la cata 257, la primera del año, hubo escasez de copas, primera vez en la historia de esta peña, que ya cuenta con 25 añotes. Para la cata de diciembre había llevado 6 cajas de copas a casa de Alfonso, y nunca pasé por ellas de regreso. Así que nos las apañamos como pudimos. Dos blancos y el restos tintos, empezando con un blanquito muy tropical. Lágrimas 2020. Vinificado con verdejo, una uva no muy común por estas latitudes. Huele a piña madura, y una nota de mantequilla, en boca es mineral y de final amargo. Repetible y de buena hechura.

Calixa 2021. Un chardonnay sin barrica de esta icónica bodega del Valle de Guadalupe. Color amarillo pajizo, fluido y brillante. Huele a espino blanco, algo de hierba recién cortada. En boca tiene buena acidez, refrescante y de final largo. Un buen blanquito, pero que a nadie le pareció estar frente a un chardonnay.

Portolá 2019. Primer tinto de la noche. Un vino con una nariz apagada, aunque debo reconocer que no era de mis mejores noches para esto de los aromas, aunque tampoco he presumido de mi destreza a la hora de la nariz. En boca está diluido, plano ¿Qué más puedo decir…? Inmemorable con causa.

Macramé 2020. Un cabernet sauvignon de San Vicente de las Minas, con 13,8 de alcohol y 6 meses en roble francés sin especificar si es nuevo o de uso. Huele a tabaco, fruta roja y una nota a canela. En boca tiene buena acidez y tanino mullido, aunque no encontré ninguna arista, no sé si repetiría.

Trasiego 2021. De Bodegas Magoni. Una rara mezcla de 50% cabernet sauvignon, 30% sangiovese y el resto malbec. El primer golpe es fósforo, notas de metano, abre un poco a fruta negra indefinida y pimienta negra. En boca tiene buen paso, acidez y tanino en su lugar. Repetible.

 
Debajo de los 10 dólares

Al haber sido  designado responsable de la selección y adquisición de las bebidas de uva fermentada, no destilados, para una próxima celebración. Me di a la tarea de escoger seis vinos por un precio asequible, esto traducido son menos de 200 pesos. Con ochenta comensales es necesario afinar la puntería y comprar bueno bonito y barato. Así que se me ocurrió que sería una gran idea catarlos en la cata mensual, ayer por la noche. Nadie puede asegurar el éxito en estas compras, pero de seguro fui iluminado desde arriba a la hora de hacer la selección.  Fue un éxito, todos estuvieron de acuerdo, como pocas veces sucede. Empezamos abriendo boca con un espumoso, un cava Pata Negra rosado; no oficial sino para celebrar a nuestro gran amigo y decano del grupo. Un vino muy agradable con un excelente precio. Sus aromas me hicieron recordar cuando entraba a los pasillos de una panadería en la sección de pasteles. Algo de grosellas y una nota de frutos secos, muy buena nariz y equilibrado, de buena acidez. Repetible.

Protos 2022 vinificado con verdejo. Un Rueda muy limpio y sabroso. Amarillo pajizo con destellos verdosos. Huele a talco, manzana verde, kiwi y níspero. En boca es de entrada amplia, equilibrado y con un final largo. Por 180 pesos, menos de 10 dólares, es para hacerse de media caja.

El segundo fue un tinto que ahora no recuerdo que hubiera una mejor relación calidad-precio desde hace mucho tiempo en la cata. Se trata de Audiencia 2020, un Utiel-Requena delicioso, vinificado con bobal sin especificar la crianza. Muy bien amalgamado: grosella, notas de vainilla muy sutiles, fruta de la mejor calidad, excelente acidez, redondo y seductor. Para comprar una caja.

Acappela 2020. Este tempranillo tiene 14,5 grados de alcohol muy bien integrados. Huele a humo, pimienta negra, chocolate y ciruela madura. Tanino limado y buena acidez. Repetible.

Rioja Vega 2019. El primer golpe es a caramelo, alguien decía que olía a bombón quemado, esos que se suelen comer en las fogatas nocturnas, tofe y capuchino. Sabroso, frutal y equilibrado. Para media caja.  

Por último catamos un Entrelobos 2020. Se trata de un Ribera también con 14,5 grados menos integrados que el anterior, agradable, de buen paso. Color picota, ribete ocre. El primer golpe es a brett: establo muy sutil sin saturar la nariz,  también huele a cerezas en licor. En boca es de buena acidez, tanino firme y muy largo. Para 3 botellitas.

En general fueron vinos de muy buena relación calidad-precio; me quedo con el blanco de Protos y el primer tinto a ojos cerrados.

Como casi siempre, surgen dudas y comentarios en el transcurso de la noche ¿El cava se vinifica con pinot noir y manier? Un vistazo a la página del consejo regulador indica que la pinot noir sí, aunque la pinot manier no entra en la lista de uvas “mejorantes » esas que se suman a las autóctonas. «Mejorantes» me resulta una palabra ya de por sí chocante, pero que demuestra que las uvas autóctonas no son suficientes para estrechos criterios de gente dentro de la denominación de origen. Ahora me voy directo a comprar una caja de Audiencia 2020 y otra de Protos verdejo 2022, abur.

Cata 254 (Mini vertical de Vino de Piedra)

Publicado: 30 septiembre, 2023 en Cata, Vino
Cata 254 Mini vertical de Casa de Piedra: 2016, 2017 y 2018

No es común encontrar diferentes añadas de un vino que cada año se agota en los anaqueles, siendo aún más raro identificar tres añadas distintas. En esta ocasión cuando escogía los vinos para la cata de este mes, para mi sorpresa, encontré Vino de Piedra añadas: 2016, 2017 y 2018. Se trata de una bodega cuyo enólogo, mexicano, Hugo D´Acosta ha trabajado en diferentes empresas durante los últimos años. Egresado de la Escuela de Agronomía de Montpellier Francia en los años ochentas y parte clave en el desarrollo moderno de la enología en Baja California. Sé que puede sonar pretencioso y que también ha habido bodegas como Monte Xanic que rompieron con algunos parámetros que han hecho que la gente voltee a los vinos mexicanos. Y no hablo de medallas ni títulos nobiliarios sino de la promoción del vino mexicano con el trabajo diario en el campo y en la bodega. Puedo estar o no de acuerdo en ciertas formas de vinificar y sobre todo en la crianza, a la hora de imprimir tanto roble nuevo en algunos casos ahogando su esencia, pero debo reconocer que Baja California no ha sido la misma de las últimas décadas a la fecha.

Busqué los vinos que restaban para completar el repertorio de la bodega, un blanco: Piedra de Sol vinificado con garnacha blanca, y dos espumosos un Blanc de Blancs de chardonnay y sauvignon blanc y un Blanc de Noirs con zinfandel, ambos con 18 meses en sus lías. Hay otras dos etiquetas de tintos de la misma bodega: Contraste: uno vinificado en esta región y otro en Francia. Por desgracia no tuve éxito, así que me tuve que conformar con la mini vertical de tintos.

Abrimos con un blanquito alemán muy agradable, se trata de un Span Kendersmanns riesling 2021, con sus 9 graditos de alcohol. Un Spätlese color amarillo pálido con burbuja en las paredes de la copa, fluido y brillante de nariz tropical, piña y membrillo. En boca es frutal, se nota el cosquilleo de la burbuja, de acidez comedida. Buena relación calidad-precio, por 359 pesos, unos 18 dólares americanos.

Después llegó un borgoñita genérico de Louis Jadot. Bourgogne 2019. Un poco flojo, falto de acidez y con una nota especiada y caliza. Nada que levante suspiros, un vino correcto pero no para su precio.

Comenzamos la mini vertical en cata ciega para desechar prejuicios.

Vino de Piedra (Cabernet sauvignon y tempranillo con 14 meses de roble francés y americano)

2016

Como es de esperarse el color es bastante más evolucionado que las dos siguientes añadas. Ribete ocre turbio aromas a fruta roja madura, tabaco rubio y mermelada de zarzamora. En boca esta bastante limado el tanino, aunque al final armaga un poco. También tiene una nota salina para que nadie dude de que la uva nace cerca del mar; los pozos donde sale el agua para el riego tienen su marcada influencia.

2017

Huele a pimienta negra, café tostado y notas de vainilla con algo de fruta negra. En boca le falta acidez y algo de nervio.

2018

Color picota ribete rubí. Al principio está cerrado va abriendo con aromas muy integrados a casis, lavanda y fruta roja de la mejor calidad, en boca tiene una buena acidez y tanino. Mucho mejor nariz que en boca.

Vid casera, del patio trasero de casa

Ayer por la mañana un amigo me envío un artículo por un medio electrónico de uno de los últimos descubrimientos sobre el origen del vino. Debo aclarar que las uvas en el sentido estricto no necesitan de la intervención del hombre para fermentar. Basta recordar que hace 500 millones de años cuando los continentes estaban unidos (Pangea) ya había plantas trepadoras que producían uvas, dentro de ellas fermentaba el azúcar y las gotas que caían al suelo fueron las primeras gotas de vino.

Restos fósiles de semillas y hojas de la familia de las vitáceas incluidas los grupos de América, Eurasia y Asia compartían más características hace 50 millones de años que en tiempos recientes. La vid salvaje euroasiática vitis vinífera L. Sylvestris crece hoy en día en toda la cuenca del Mediterráneo, desde España hasta el Líbano, por la ribera de los ríos como el Danubio y el Rin, a orillas del Mar Negro y el Caspio. Y fue la que dio origen al 99% de las variedades de uva que hoy se vinifican. Esta planta incluso remonta su ascendencia mucho antes: la Ampeleosis vid trepadora de hace 500 millones de años, que como dije más arriba vivía en Pangea, al separarse gradualmente los continentes entre sí, surgieron diferentes grupos con marcadas diferencias que nos han llevado aproximadamente a 100 especies modernas hasta ahora.

Lo anterior lo leí hace 16 años en el monumental libro sobre el origen del vino: Ancient Wine de Patrick E. Mcgovern.

Lo novedoso para mi es que nuevos y extensos estudios muestran un panorama más claro sobre la prehistoria acerca del vino, cuando el hombre empezó a cultivar la vid. Un numeroso grupo de investigadores recolectaron y analizaron 2,503 vides de uva de mesa y vitis vinífera así como 1022 uvas salvajes. Extrayendo el ADN y analizándolo se llevaron varias sorpresas. Los datos genéticos indican que hace 400,000 y 300,000 años las uvas crecían de forma natural a través del oeste y centro de Eurasia. Hace apenas 200,000 años un clima frío y seco dividió el hábitat de la vitis vinífera en dos áreas separadas, una al oeste que abarca los actuales territorios de España, Portugal y Francia, y otro al este en Israel, Siria, Turquía y Georgia. Hace 56,000 años la región Este se volvió a dividir en pequeñas áreas aisladas: El Cáucaso (Georgia, Armenia y Azerbaiyán) y al oeste: Israel, Irak y Jordania.

La domesticación de la vid hace 8000 años cuando la agricultura empezaba a diseminarse (dato erróneo en el artículo, si tomamos en cuenta que la agricultura comenzó entre 9000 y 8500 a.C. después de la última glaciación). Algunos expertos dicen que se cultivó en la Península Ibérica por vez primera (Portugal y España) hace 3000 años.

Estudios recientes abrieron un nuevo debate: Los humanos en el oeste de Asia domesticaron uvas de mesa hace 11,000 años. Se pensaba que el origen había sido en las faldas del Cáucaso (Georgia). Para complicar aún más las cosas hay desacuerdos entre los estudiosos sobre si esas uvas fueron para comer o para vinificar. Los primeros agricultores procedentes del oeste de Asia que llevaron la vid a la Península Ibérica, por el camino las cruzaron con algunas vides nativas. El primer cruce entre vides ocurrió posiblemente en Israel y Turquía cuyo resultado fue la uva moscatel con altas concentraciones de azúcar ideales para comer. Con el tiempo la uva de mesa se fue transformando en las variedades propias para vinificar en territorio de Los Balcanes, Italia, Francia y España. No sabemos por qué la gente del Cáucaso teniendo ya en ese tiempo vides, no las llevó a Europa. Análisis genéticos muestran que las uvas de esta región tienen muy poca influencia con las que crecieron en Europa.

En resumidas cuentas, y sacando mis propias conclusiones: parece que los romanos no llevaron la vid por vez primera a regiones de Europa que se supone lo habían hecho al conquistar las costas del Mediterráneo. Lectura que he registrado en varios libros. Basta leer la historia del vino en países como Francia, Italia y España para caer en la cuenta. Habrá que esperar resultados más sustanciosos en publicaciones más reconocidas, sin demeritar los resultados ofrecidos en este artículo.

Recuerdo que desde hace ya algunos años leía comentarios aduladores de un vino, que por aquella época estaba de moda, quizás este hablando de principios del año 2000. Se trata del PSI un ribera vinificado con la conocida variedad tinta del país en esa zona, conocida como tempranillo en casi toda la geografía española; tinta roriz como la identifican en el vecino Portugal. Un vino de la bodega Dominio de Pingus, fundada en 1995 en Quintanilla de Onésimo, y cuyo enólogo es el cotizado danés Peter Sisseck. 18 meses de crianza: un 40% en barricas nuevas de roble Allier y el resto en barricas usadas. No sé por qué no se me había ocurrido probarlo hasta el día de ayer. Quizás sea esa repulsión natural a la moda y a los vinos de culto que me dan urticaria. Pero llegó la oportunidad. Ayer acompañé a un amigo de compras por los pasillos de una de las tiendas con mejores precios que se pueden encontrar en mi aldea. Había escogido un Contino Reserva, mi memoria cariada hace difícil que recuerde la añada, pero me picó la curiosidad por el PSI 2019, por casi el mismo precio. Más tarde nos dirigimos a un restaurante donde nos dispusimos a refrescarlo y darle cristiana sepultura. Pedí decantarlo pensando que nos enfrentábamos a un vino muy cerrado: veinte minutos bastaron para limar asperezas: Color picota, brillante y fruido, mucha fruta negra sin llegar a extremos mermeladescos. Firme, mostrando su armazón, con acidez comedida y tanino bastante limado. No creo que pueda guardarse por más tiempo, pero puedo estar equivocado, en esto de las predicciones no soy ni de lejos el más apto, aunque tampoco conozco a nadie que lo sea. Maridó bien con un cochinillo al horno en cama de patatas. No tan crujiente por fuera ¿Volvería a comprar el PSI…? Creo que hay mejores opciones por ese precio, aunque también debo reconocer que no estuvo mal.

Comtats de Barcelona

Hace poco me decía un amigo que la denominación de origen Cava había cambiado de nombre. No es precisamente que cambie para todas las cavas, hay que recordar que esta denominación de origen no ocupa una zona delimitada en una provincia en particular, sino que aparece como la viruela en varias zonas. Así en Cataluña se identifican como Comtats de Barcelona, mientras que el elaborado en otras zonas del país mantendrá el nombre de cava con el añadido de «Valle del Ebro» para el de Aragón, «Viñedos de Almendralejo» en el caso de cava extremeño y «Altos de Levante» en el caso del valenciano. Como ha ocurrido en otras ocasiones, es probable que la gente siga pidiéndolo como cava, y haría muy bien. El ser humano se complica la vida sin necesidad, como si la vida no fuera ya de por sí complicada.

Actual zona de producción del cava

Foto: Consejo regulador

Todos los vinos cuentan historias, unas más interesantes que otras. Ayer por la tarde descorchamos uno de esos vinos que por sus orígenes y tradición cuenta la propia. En la contraetiqueta se puede leer:

En la década de 1980, un impulso innovador recorrió el camino entre Segovia y Peñafiel para ir a encontrar, en el corazón de la Ribera del Duero, el vino destinado a acompañar los placeres de la mesa en el Restaurante José María. El lugar elegido acabó convirtiéndose en una de las ubicaciones míticas de la viticultura contemporánea española: las laderas de Carreovejas . En aquel momento nació Autor, que hoy sigue su trayectoria de elegancia y expresión territorial en paralelo con su bodega de origen

En el marco de un restaurante que frecuento, y que siempre me deja muy satisfecho en cada visita. Se trata de un lugar pequeño, de unas 15 mesas, con un menú muy cuidado, materia prima de primera y un esmero en todos los detalles de parte del chef y propietario. Invitado por uno de sus socios y pariente de mi esposa, Carlos. Me había advertido que llevaría algo especial, así que tuve que echar mano de algún blanco que mereciera la pena. Abrimos boca con un riesling alsaciano; Hugel 2021. Bodega que destaca por la estructura de sus vinos: firme, con una acidez exquisita, frutal y al final una elegante nota de queroseno que nos recuerda a la riesling cuando empieza a madurar y mostrar su magia.

Autor José María 2020

Maridó de maravilla con una trucha salmonada y unos espárragos asados. Con respecto al tinto, fue traído de España hace poco, no ha tenido tiempo de reposar, se trata de un vino de baja producción: Autor José María 2020, un riberita vinificado con 93% de tinto fino (tempranillo), 5% merlot y sólo un 2% de cabernet sauvignon. Color picota, denso, sobre-extraído, alcohol bastante integrado, aunque en la medida que sube la temperatura aparece una arista alcohólica. Huele a jalea de fruta negra, con una nota a pimienta. Boca abigarrada, acidez comedida. Tiene una entrada barroca con mucho de todo, quizás le falte vidrio, o por lo menos algún tiempo en reposo. Carraeovejas un pago de vinos que tiran a la modernidad, y que en México han tenido una buena acogida. Después de tanta charla el petit filet a la mostaza está un poco frío. Una espléndida tarde donde hubo mucho que contar, bañada por buenos vinos. Vuelvo a pensar que mi antaño tinto-centrismo está cambiando al polo de los blancos de calidad, sobre todo en latitudes cercanas al Ecuador. ¡Abur!

Como para comprar una caja de cada uno, gran selección de Galicia a Rioja

Es difícil preparar una degustación de vinos asegurando que será un éxito. Muchas veces bodegas y marcas reconocidas no cumplen con nuestras expectativas. Otro factor son las variantes que pueden existir de una botella a otra, inclusive dentro de una misma caja. La cata de anoche resultó un éxito: cinco vinos de buena hechura que conquistaron paladares. Se trata de la bodega El Coto de Rioja. Mi acercamiento a esta bodega es de mucho tiempo atrás. Recuerdo la sorpresa que me llevé (2013) en un banquete celebrando un bautizo, cuando me pusieron en la mesa un Coto de Imaz 2005. Ya para esas fechas tenía marcadas predilecciones por esa bodega riojana. Lo que no sabía es que la bodega cuenta con una gama de seis vinos y que ostenta, o por lo menos eso dicen, el título de mayor viticultor de Rioja, con 800 Ha.

Esta noche empezamos con dos blanquitos muy interesantes de la bodega Virgen del Gadir, dos gallegos de Valdeorras; uno vinificado con godello y otro con palomino. De inmediato me saltó la duda, ya que la palomino la tengo clasificada en mi cariado cerebro, en Jerez, como si hubiera exclusividad. Así que me fui directo al consejo regulador de Valdeorras a buscar las variedades autorizadas, y son las siguientes:

Variedades autorizadas blancas preferentes: godello, loureira, treixadura, dona branca (moza fresca), albariño, torrontés e lado. Variedades tintas preferentes: mencía, tempranillo (araúxa), brancellao, merenzao (maría ardoña ou bastardo), sousón, caíño tinto, espadeiro e ferrón.

Como pueden ver aparece en la lista la torrontés, la famosa uva que ha dado tan buenos vinos en Argentina. También aumenté a la lista de nombres que se dan a la tempranillo en las distintas regiones de España y Portugal. Allí en Valdeorras: araúxa

El primer blanco es Maruxa 2021. Vinificada con godello, con sus discretos 12.5 grados de alcohol, como antaño, y 3 meses sobre sus lías en depósitos de acero inoxidable. Se trata de un vino frutal, huele a piña madura, con notas florales. En boca tiene buen ataque, buena acidez, abocado y con un final a agua quina. Para media caja.

Sede e Fame 2019. Este blanco es de la misma bodega vinificado con palomino. Tiene una crianza de 24 meses en ánfora de barro; como hacían los vinos los romanos en la Antigüedad. También cuenta con 12.5 grados como el anterior. Color amarillo pajizo, brillante y fluido. No sé si me sugestioné; huele a barro, níspero y alguna notita herbácea de fondo. En boca es austero, sin muchas concesiones pero con un final mineral, casi salino, que lo hace muy agradable. Para encargar unas cuantas botellas.

Coto mayor 2018 crianza, el más joven de los tres tintos que probamos. De inmediato se siente la textura rugosa en la lengua, no se trata de vulgar tanicidad de esa que lastima la lengua, simplemente se siente pasar por las papilas. Excelente acidez, fruta de la mejor calidad, tanto en nariz como en boca: ciruela roja en sazón, moras, con algunos recuerdos de menta. Yo recomendaría decantarlo unos minutos antes del servicio, y comprar media caja.

Coto de Imaz reserva 2017. Huele a especias; tomillo, pastel de frutas, y fruta negra. En boca es redondo, un vino bien amalgamado, el tiempo ha hecho su trabajo. Otra caja por favor.

Coto Real 2012, con 24 meses en barrica y 18 en vidrio, un vino muy hecho, listo para beber; todavía muestra juventud y vigor, que unos añitos más en vidrio le podrían dar la magia de los grandes vinos de guarda sin ninguna duda. Huele a dátil, capuchino, fruta negra y un fondo de trufa, algo de carácter térreo. En boca es sedoso, redondo, todo en su lugar con tanino y acidez suficientes para seguir evolucionando. Un vino que vale los casi mil pesos (60 dólares) que piden por él. ¡Abur!

Es común pensar que el regordete monje Dom Perignon descubrió el champán. Para empezar debo recomendar la lectura de Champagne de Donald & Peter Klastrup. Excelente libro que ilustra en detalle la historia del champán. No es mi intención hacer un resumen del libro, así que mejor resaltaré lo más importante.

En primer lugar hay que decir que en esta región se produce vino desde el 57 a.C. Los romanos se encargaron de llevar la vid a donde no la había en su vasto imperio, en este caso las Galias. Región donde hubo una encarnizada batalla contra los Hunos, con un saldo de más de 200 mil muertos. La región es a la que se le da el genero femenino, la bebida es le Champagne, masculino.

Trasladándonos mucho tiempo después; Luis XIV y Dom Perignon nacieron en el año de 1638. Dom Perignon ingresó a la orden de los benedictinos a la edad de 13, después de transcurridos cinco años quiso ser monje, y fue el encargado de la bodega de vinos durante nada menos que 47años. Cuentan que tenía un espléndido paladar y escribió varios lineamientos para mejorar la producción de vino. Entre ellos: prescindir de las malas uvas, vendimiar por las mañanas, además de ser un genio para hacer las mezclas de distintas variedades. Preocupado por acabar con los problemas que acarreaban las burbujas de la segunda fermentación. Problema que se presentaba al morir las levaduras durante el invierno y volver a fermentar en primavera. Fueron los primeros en utilizar tapones de corcho en esta región. Dicho sea, en la región de Champán no había espumosos, sino un vino tinto pálido de baja calidad que comercializaban con los viajeros que pasaban por esa ruta. Hubo un debate que duró más de 130 años de ¿Cuál era el mejor vino: el de Borgoña o el de Champán? Hasta que esta última región aprovechó, por así decirlo, las burbujas. Los ingleses con su mejora en los hornos para la fabricación de vidrio, hicieron posible que más botellas se salvaran de explotar en las bodegas. La idea romántica del descubrimiento del monje de la abadía de Hauvillers al norte de Epernay ha quedado plasmada durante generaciones, sin demeritar su gran labor entusiasta a favor de las mejoras en la producción de vino. A los historiadores más sensatos les surge la duda de si los romanos no serían los primeros en encontrar esas burbujas en sus vinos. La producción en serie de este vino espumoso tiene más que ver con la mejora de los hornos de vidrio que con el simple hecho de percatarse de este fenómeno químico. Según los autores de este libro, fue en Inglaterra, la calidad de las botellas era indispensable para su producción.

El cuadro de «Las ostras» pintado por François de Trois fue la primera representación del champán, en el salón de cenas de la corte francesa. Para 1730 ya era ampliamente conocido en las cortes europeas: Londres, Bruselas, Madrid y Viena.

Claude Moët comerció únicamente champán, proveedor de Luis XV. Quien al final junto con su esposa María Antonieta acompañaron sus últimos alimentos con esta bebida espumosa. Marat murió en su bañera esperando un cargamento de champán.

El negocio del Champán no tuvo un verdadero auge comercial, como hoy lo conocemos, si no hasta los primeros 40 años del siglo XIX.

Jaquesson & Fils fue el primero en colocar el bozal de alambre para sostener el tapón al pico de la botella. Y William Deutz desarrolló la cápsula para proteger el corcho.

Nicole Barbe en 1806 a la edad de 27 años y con una hija de 3 enviudó. Nicole se hizo cargo de la compañía de su difunto esposo junto con su suegro, y después de algunos años se hizo cargo ella sola con el nombre de Vieuve Clicquot. Uno de sus empleados fue quien ingeniosamente inventó los pupitres de madera para colocar las botellas en cierta posición para la segunda fermentación.

Este es una pequeña probada con lo más interesante de este libro.

Scarpetta pinot grigio 2021. DOC Friuli. Aunque quien sirvió el vino haya tapado la etiqueta, pueden imaginar un cerdo enseñando la carrillera y la papada, de los que sacan las trufas en la Toscana. Observen el color en la copa, o mejor dicho lo incoloro del vino

Nuevamente asistí por la tarde-noche a una cata en City Market anunciada con tres vinos italianos, fui en compañía de Alfonso y su esposa. Se trató de un blanco, un prosecco y un tinto de la Toscana. Vinos, sobre todo el prosecco, que no sé por qué razón; quizá mi falta de hábito con estos vinos, pero no me ha gustado nada. A pesar de los halagadores comentarios de muchos de los asistentes. Burbuja grande, escasa y poco persistente, que se fue en pocos minutos. A la pregunta del sumiller de ¿por qué se llamaba prosecco…? Una de las asientes levantó la mano y respondió que porque antes se conocía la variedad como prosecco y ahora se conoce como glera. Llegando a casa busqué en mi multicitado y viejo libro (tercera edición) de The Oxford Companion of Wine; y dice muy claro que la uva aún se conoce como prosecco, sin mencionar la glera; debe ser porque los datos no han sido depurados, momento para pensar en comprar la última edición. Aunque lo más interesante es que también se vinifican vinos tranquilos. De las 28 millones de botellas producidas al año en esta región: un millón son de vinos tranquilos, 7 millones de frizzante y 20 millones de espumoso (método charmat). Pienso en algunos espumosos chilenos con método tradicional muchísimo más interesantes, por el mismo precio.

El primer blanco: Scarpetta pinot gris 2021 ¡sorprende es casi incoloro!; los ingleses reconocen esta característica como pale lemon green. Es quizás el vino más «pálido» que he catado en mi vida. Por lo demás, nada que me invite a comprar una botella. Aromas intensos a pera, manzana verde con una nota floral a jazmín. Los tres vinos son de la misma bodega: Scarpetta. El último un vino tinto vinificado con 60% sangiovese y el resto de uvas autóctonas: canialolo, ciliegiolo, y colorino. Rubí capa media, brillante y con aromas a barro, y una nota que al principio no había notado hasta que alguien comentó que olía a jamaica, la flor rojiza que aquí en México hierven, cuelan y agregan azúcar para disfrutarse en las comidas.

Los viernes han sido destinados para catar cervezas o destilados en esa misma mesa, estamos apuntados y mañana toca tequila que me dispondré a reseñar.

Viernes por la tarde ha tocado el turno al tequila, de Tequila Jalisco. Porque no todo el tequila se hace por aquellas tierras, aunque parezca mentira hay tequila en cinco estados de la Republica Mexicana: Jalisco, Tamaulipas, Michoacán, Guanajuato y Nayarit. Al parecer sin el amparo de algún consejo regulador, sino de la Secretaria de Hacienda que son quienes distribuyen los marbetes para su legal comercialización. Tierra Noble tiene ocho años de vida, produce 50 mil botellas al año, para contrastar: Tequila Sauza produce Un millón de cajas de 12 botellas cada una. Tierra Noble destila y embotella en Jalisco, en su propiedad de Mazamitla a 7200 pies de altura, siendo una de las destilerías a mayor altura sobre el nivel del mar; donde recolectan las piñas del agave azul (agave tequilana). Por otro lado cada agave debe tener entre 8 y 10 años para poder producir el destilado. Se necesitan 7 piñas para obtener 1 litro de tequila. Nos explicaba que el ajuste en el volumen de alcohol se hacía agregando agua limpia, ya que según la norma debe estar entre 38 y 40 grados. Con todos estos datos me ha dado por ir a la librería a comprar el Larousse del Tequila para adentrarme a este mundillo de los destilados, sobre todo el tequila, que se ha convertido en la bebida nacional.

El primero que catamos fue un blanco, que no pasa por madera: Tierra Noble Blanco. Incoloro, de lágrima perceptible, aunque a la persona que dirigía la cata le pareció que las «piernas» que colgaban eran abundantes. En cuestión de nariz, a mi me costó un poco, además de que no soy el mejor dotado para estos menesteres, sumado al alcohol que enmascara mucho los aromas más sutiles. Miel, anís, vainilla y canela. En boca, aunque no sé si se utilicen los mismos términos que para el vino, tiene buen ataque, untuoso y buen paso.

El segundo Tierra Noble ya tiene madera, se trata de un reposado con una crianza en barrica de roble americano de entre 9 y 11 meses. Apuntaba que las barricas después de 2 años de uso se destruyen. Huele a maple, canela y notas de barro. En boca tiene notas dulces y el alcohol se percibe menos.

El Cristalino fue el último; tequila que pasa por un proceso de filtrado con carbón activado para quitar esas notas amargas, agrias o amaderadas; lo que en el mundo del vino podríamos calificar como defectos. Botella de bonito color gris. Al final me he animado a llevar una botella a casa. El precio es de 799 pesos, unos 45 dólares. Nos mostraron, sólo a la vista, el tequila de más alta gama de Tierra Noble. Se trata de Tierra Noble 4 Cuarto Cristalino con un precio de 5 mil pesos (295 dólares). Hasta aquí la reseña, voy por el libro. Abur.

Las Pudendas y Huno 2019

Después de una tarde atropellada, con prisas y contratiempos, nos reunimos por la noche para la tradicional cata de fin de mes. Tuvimos nuevamente de invitado a la mesa a Eduardo Narro, orgulloso dueño de Las Pudencianas. Una familia con tradición vitivinícola de raíces profundas en aquellas tierras norteñas. La bodega en el pueblo era conocida como el Jardín Botánico de Parras. Desde hace 13 años que se plantaron las primeras vides ha ido evolucionando su proyecto hacía producciones artesanales, buscando la satisfacción del cliente con ideas muy innovadoras. Una de ellas que me llamó la atención se trata de una cata de tres vinos; y que al final el anfitrión invita a que surja el espíritu enológico que pudiera estar dormido en lo más profundo de nuestra alma: Los catadores tienen la libertad de mezclar los vinos como a ellos les plazca, tomando notas de la mezcla; posteriormente se embotella y se imprime una etiqueta personalizada. Si en el futuro quieren repetir la mezcla, ya hay un registro, y es cuestión de pedir un lote. Más allá del resultado de la mezcla, que por obvias razones puede resultar o no, me parece un ejercicio que convierte a los invitados en parte del proceso. Echando a volar la imaginación podemos pensar que somos parte de esa bodega. Me parece una brillante idea que podremos poner en práctica muy pronto, ya que casi todos los integrantes del grupo estamos planeando ir en un par de meses, ya les contaré. Eduardo no llegó con las manos vacías; trajo una pierna de carnero estofada con verduras y dos botellas: una de su bodega y otra de un familiar que también produce vino por aquellas tierras.

La primera Las Pudencias cabernet sauvignon, no encontré la añada y teniendo a la mano la respuesta con Eduardo presente, se me ha pasado de largo. Aunque mi ortodoxia ha ido a la baja, no se debe pasar por alto que ambos vinos han viajado desde Coahuila sin ningún reposo previo a la cata, detalle que tiene mucho que ver con las sensaciones organolépticas, como diría un sumiller. Se trata de un vino joven huele a fruta roja; ciruela con algún dejo a humo. Acidez alta y final astringente, ya habrá tiempo de catarlo in situ próximamente.

Huno 2019, vinificado con merlot del mismo valle de Parras de la bodega Hacienda del Marques de Parras. Se le nota la madera, huele también a hollejos, fruta negra indefinida y una nota especiada a pimienta blanca. En boca tiene buena acidez aunque a la mitad del recorrido hay una nota cansina como si hubiera estado abierta mucho tiempo. Después de unos minutos aparece una nota mentolada en la copa quieta.

La última botella antes del estofado la trajo Alfonso, un carmenere: Carmen 2020. No tomé nota pero se trata de un vino frutal repetible.

El delicioso estofado con verduras estuvo bañado por una magnum de Luigi Bosca de Sangre 2014. Maridó muy bien con la grasa del cordero.

Estaremos a mediados de septiembre por aquellas tierras degustando los ya famosos vinos de Parras.