Archivos para noviembre, 2011

Los encapuchados…

Existen pocas certezas en la vida, una es que algún día tendremos que partir irremediablemente de este caótico mundo, otra es que España es el mayor exportador de vinos a nuestro país. Así que se me ocurrió hacer una cata de los vinos españoles más populares en el mercado mexicano. No es lo mismo que las denominaciones de origen «raras» o vinos «premium», al contrario; son los vinos más vendidos en restaurantes y tiendas. Si tienen alguna otra sugerencia lo tomaré en cuenta, la lista debe ser larga.

Con ocho miembros del grupo «abordo», comenzamos nuestro recorrido hedonista. No sin antes disfrutar de algunas burbujas, en esta ocasión el vino para los puntuales fue un Santa Carolina Brut Reserve. Por su precio (menos de 200 pesos) es uno de los espumosos con mejor relación calidad-precio que conozco. Aromas a pan tostado con notas de frutos secos, flores, cítricos, de boca amplia, refrescante de excelente acidez. Para comprar una cajita.

Los españoles más populares…

El primer tinto español fue un Monte Haro 2008, quizás el menos conocido, pero por 98 pesos no hay mucho más que pedir; un vino de trago largo, que al principio huele a vainilla, después zarzamora (mermelada), algunas notas de caja de puros y tomillo, en boca destaca su acidez.
El segundo fue uno de dos que no son riojanos. Gran Sangre de Toro 2007, quién no recuerda el torito que cuelga del cuello de la botella. Este vino catalán no sé si cambiará de nombre por aquello de la prohibición de las corridas de toros… En su mezcla lleva: garnacha, mazuelo y la uva tan de moda shiraz. Huele a chocolate amargo, fruta negra y tiene una arista de alcohol muy presente, acidez justa.

El siguiente es un viejo conocido, hay quienes lo tachan de aburrido, pero es un vinito cumplidor, una apuesta bastante segura: Marqués de Cáceres 2007. Doce meses en barrica y catorce en vidrio, una práctica en franco descenso. Hubo quien encontró algunos aromas químicos: acetona, laca de uñas… Para mí fue bastante redondo, bien amalgamado, entre la fruta, el alcohol y el tanino, pero sin cautivar.

CVNE Crianza 2008. Otro viejo conocido y quizás el más comercial de todos, no sólo en México, también en España, concretamente en Haro, en los bares alrededor de la Plaza de la Paz lo servían por copas como pan caliente. Fruta roja en sazón con una nota herbácea, buena entrada y final largo, tanino mullido.

Protos Roble 2009, un riberita muy comercial. El más joven de los seis. Huele a hollejos y fruta negra con notas de madera de fondo. En boca se nota la madera sin desmerecer la fruta. Doce meses de crianza; seis meses en roble y el resto en botella.

Por último, un clásico que lleva mucho tiempo en México, el vino de los abuelos que ha pasado de generación en generación, aunque su precio se eleva sensiblemente de los anteriores ($385.00). Marqués de Riscal Reserva 2008. Crianza de 24 meses en roble americano. Cuero, ahumados, tierra mojada. Suave en boca, tanino limado, buena acidez, confirmando ahumados, final largo. Ha gustado mucho a todos, aunque el estilo es diferente a los anteriores como para hacer comparaciones.
Falta una sola cata para concluir el año, un año que para mí se ha ido muy rápido. Momento de muchas reflexiones.

La costumbre de recorrer los días de asueto lleva ya varios años en México, y es para mí absurdo que el día feriado en domingo lo prolonguen al lunes, pero quizás no entre por mi cariado cerebro que somos un país que se puede dar esos lujitos. El caso es que descorché algunas cosas interesantes durante este largo fin de semana que quisiera comentar.

Empecé con un Drappier Zero Dosage, un espléndido espumoso 100% pinot noir. Su color lo delata, aunque no es «rosado» tiene unos reflejos frambuesa increíbles que acabo de descubrir, al llegar la luz artificial a la copa. Burbuja fina y unos aromas a pastelería que envuelven el ambiente. Firme en boca, con una acidez extraordinaria, seco y profundo. Un gran champán sin añada.

Hospices De Baune Corton Cuvée Charlotte Dumay 1958

El segundo vino lo saqué de su frío y oscuro nicho después de guardarlo poco más de dos años. Se trata de una botella magnum de Hospices De Baune Corton Cuvée Charlotte Dumay 1958, única botella que quedaba de sólo un par, de aquel espléndido regalo de un alma generosa. Su etiqueta es indescifrable por el moho, pero el corcho, aunque ha salido ha pedazos hizo su trabajo dignamente. mr. Broadbent ha sido muy sucinto al reseñar esta añada:

The British trade had bought too many of the 57s and by the time the 58s were ready, the quality of 59 was apparent. No 58 burgundies were bottled, listed or even refered to in Harvey´s retail lists of the early to mid-1960´s. Only two 58s ever tasted, both DRCs. (…)

Por lo que no podemos hacer comparaciones con una bodega de tanto abolengo y prestigio, quizás la que más.
Mis impresiones son las siguientes: un vino que pedía a gritos ser decantado, primero para deshacerme de los pedazos de corcho que quedaron, y por otro lado para limpiarlo de sus aromas de reducción. A pesar de sus 53 años, no sólo ha resistido el oxígeno, sino que lo ha beneficiado… Este vino está mejor a cada trago: ahumados, bosque, trufa, con notas animales y balsámicos. Una belleza en boca, maduro, profundo, redondo, largo, que hace que uno piense en lo importante que es la paciencia y las buenas condiciones de guarda. Gran recompensa.

Un regalo apenas recibido el día anterior, murió en el ruedo al otro día. Pintia 2006, como buen «Toro» es potente y yo diría que hasta el extremo, mucho extracto, mucho alcohol y sumado a mi poca paciencia… Este vino necesita decantación previa un par de horas antes del servicio. Al final de la comida estaba mucho más integrado.

Mönnchhof riesling 2010

Por último, uno de mis Mosela favoritos Mönchhof Riesling 2010. Un riesling muy joven, sutil, delicado. Nariz floral, entre azahar y flor de manzanilla, con notas frutales, que se intensifican a las 24 horas; pera, durazno, níspero. No tiene las típicas notas de petróleo de los riesling entrados en años. Boca delicada como un pañuelo de seda de primera calidad, cosquillea al principio aunque la burbuja no es perceptible a la vista. Abocado, cítrico, mandarina, con una acidez extraordinaria, como para comprar un par de cajitas y observar de cerca su evolución.

Por fin he terminado esta entrada, después de algunas horas tratando de subir d-o-s f-o-t-o-s… un descaro lo que se paga por el servicio de internet en este país a cambio de una bazofia. Estoy hablando de Infinitum, aunque creo que hay poca diferencia con las demás. Una vergüenza.

Grupo de manifestantes, muy cerca de lo que fue el WTC

El segundo vino que descorché en la habitación fue un tinto, otra recomendación del mismo vendedor. Domaine Navarre 2009 de la apelación de origen Saint-Chinan. Alguien se preguntará dónde queda eso… Está en Languedoc al sur de Francia entre Minervois y Faugéres. Sus tintas son: carignan, sustituida gradualmente por: syrah, grenache, llanoder pelut y mourvédre. Sus aromas dan lácteos al principio, después cuero y fruta negra. Boca frutal, de tanino maduro, buena acidez y cierta complejidad. Un buen vino que podría maridar con algún platillo al horno, quizá una pierna de cerdo con ciruelas, o hasta un pavo relleno con algo dulce. Un tinto repetible.

Un amigo que vivía en Nueva York me decía que para él era una garantía que ciertos importadores aparecieran en la contra-etiqueta, nombres como: Rosenthal Wine Merchant, Terry Theise Selection y Louis/Dressner Selection son compra más que segura, son vinos para disfrutar y comprar por cajas. Este último importador ha muerto hace poco, después de una valiente batalla contra un tumor cerebral. Pionero en la importación de vinos naturales a EE.UU. Así que me puse a revisar contra-etiquetas.

La «ardua» tarea de elegir entre tantos…

El último día me enfilé a la 52th entre Lexington y la 3rd donde se ubica Crush. Una tienda bastante más moderna que Chambers, más fría pero con una buena selección de vinos. Me limité a seis botellas, aunque pude haber metido ocho en una caja, seis litros es el límite que marcan en la aduana, pero no quise cargar más. Como sólo faltaban dos para completar la media docena y ya no había tiempo de descorches en el hotel, compré justamente dos borgoñas tintos que no pasaron de 60 dólares cada uno: La Pousse d´ Or Chambolle-Musigny y Savigny-les-Baune 1er Cru de Simon Bize & Fils, ambos 2009. Que no sé en cuanto tiempo descorcharé, pero que seguramente darán de qué hablar en este espacio.

Para mis compatriotas que se interesen en traer vino del extranjero, dice muy claro la ley:

Los pasajeros mayores de 18 años de edad pueden introducir un máximo de 20 cajetillas de cigarros, 25 puros o 200 gramos de tabaco, hasta tres litros de bebidas alcohólicas y seis litros de vino» (…)

Jasmin Cote-Rotie 2001

Por la tarde quisimos visitar el Museo de Arte Moderno, como era viernes la entrada era gratis, aunque hubiera preferido pagar ya que la cola era kilométrica. Después de revisar hasta donde llegaba tuvimos que cambiar de planes y fuimos a cenar a un restaurante que está al lado del museo, The Modern, recomendado por la vendedora de Crush.
Un lugar que desde la entrada hace gala de su minimalismo, y del buen gusto al confeccionar la carta de vinos. Dentro de su repertorio figuran medias botellas (375ml) un Lafite y un Haut Brion 2004. Una lista con una excelente selección de alsacianos. Yo me decidí por una copa de Billecart-Salmón Brut, 28 dólares bien valen la pena. Burbuja fina pero poco persistente, toques cítricos y de frutos secos, con un fondo a tiza muy elocuente, como dicen nuestros vecinos del norte bone-dry seco hasta la médula. Boca amplia confirmando frutos secos, largo y de excelente acidez. Con un plato de “PRALINES” OF FOIE GRAS TERRINE , que no era más que fuagrás encima de una capa gelatinosa, resaltando sus encantos. Me trajo buenos recuerdos encontrar por copeo el Jasmin 2001, Cote-Rotie, sí con «s» Jasmin. Un vino que probé por primera vez hace unos años, precisamente en esta encantadora ciudad. Un vino muy «animal»… caza , cuero, ahumados y unas notas de fondo muy bien fundidas entre lavanda, tocino y algo mentolado, una belleza cuyos taninos son suaves y envolventes. Final eterno. Con un platillo de CREEKSTONE FARM BEEF TENDERLOIN “MIGNONETTE” hizo un maridaje sublime, aunque la porción de carne era para bebes en su etapa de lactancia.
De postre una tablita de quesos y un Huet Vouvray Clos Du Bourg 2005, demi-sec. Un vino delicioso, como pocas veces se puede manifestar la chenin blanc, que junto con los quesos no había más que agregar. Confieso que algunos quesos ni si quiera sabía que existían. San Andrés, Cremont, Llandaff y Bayley Hazen… este último un queso maduro, pero sin llegar a saturar las papilas. Todos de maravilla, rematando con broche de oro.

FIN

Chambers Street Wines

Nueva York, una ciudad fascinante, cautivadora y cosmopolita para la mayoría de la gente, incluso para quienes preferimos los paisajes bucólicos y el aire fresco del campo por la mañana, sin dejar las comodidades de la civilización moderna: una buena cama, aire acondicionado, TV con cable y un baño amplio y muy limpio… aaah y deliciosos platillos regadas con un buen vino. Y aquí está la clave para muchos amantes de La Gran Manzana, donde se pueden encontrar todo tipo de lugares exóticos y no tanto, desde una pizza al horno de leña hasta carne de rinoceronte… Es cosa de tener un poco de imaginación y pedirlo, seguramente se te concederá.

La Meca del comercio del vino; tiendas como: Crush y Chambers Street Wines, entretenimiento puro revisando etiquetas, y con los 6 litros permitidos en la aduana la cosa pinta bien. Tan solo el inconveniente de cargar una pesada caja varias cuadras, pero no hay tiempo para que la lleven al hotel, además falta el traslado al aeropuerto y del aeropuerto a casa… Pero vale la pena.
La primera tienda está en la 52th entre Lexington y la 3rd, y la otra, más tradicional, está ubicada en el 148 de la calle del mismo nombre, a unas cuadras de la reconstruida y bulliciosa zona del WTC.

Ninguna tienda de vino podría tener prestigio sino fuera por lo que tiene dentro de sus cuatro paredes. El vino y la gente que lo promueve y vende. Bodegas, regiones y marcas que difícilmente se consiguen de este lado del Atlántico, sobre todo si tomamos en cuenta que además están todas juntas. En el 148 de Chambers Street. Lo primero que compré fue un Carema de Ferrando 2007, había dos etiquetas, compré el más económico. Un vino que probé por primera vez hace unos años en esta misma ciudad, un vino seductor de 37 dólares. Porque además de una selección abundante y muy cuidada, es una tienda cuyos precios son más que justos. Después metí al carrito dos maravillosos blancos: un Nikolaifhof Wachau 2010 y un Willi Schaefer Riesling Spätlese 2010 del Mosela, para después aceptar la recomendación de un vendedor muy amable cuyo nombre nunca pregunté, pero que me dijo: Si de algo interesante con burbujas se trata, mostrándome un montón de botellas. Al final decantándome por un vouvray brut, de Francois Pinon por pura curiosidad, ya que nunca lo he probado. Para esa noche en el hotel me llevé un rosado vinificado con tres uvas: gamay, grollean y cabernet franc. Vino que comentaré más adelante.

Camino al hotel tuve una urgente necesidad fisiológica, pero mi educación me impide meterme a un bar así como así. De manera disimulada me acerqué por una Coca Cola light. Cuando me di cuenta que había un Mosela por copeo, estiré el brazo. Heinz Eifel 09, un riesling kabinet que nadie me culparía si lo prefiero a la Coca Cola, misma que acabó en la coladera. Este riesling es un vino abocado, que huele a té verde y cera, sutil en boca con notas cítricas a limón.

KO 2010, vacía… duró poco

Para cenar mi hijo y yo estuvimos de acuerdo en sushi, así que bajamos al vestíbulo y preguntamos al concierge que por lo regular confunden el precio con la calidad, que no siempre es directamente proporcional. Nos señaló dos, y escogimos el más cercano: Megu, un restaurante sobrio, meseros amables sin llegar al apapacho, materia prima de buena calidad, sabroso pero excesivamente caro. Con un riesling cabinet, anónimo, y un shiraz, aún más anónimo tuve suficiente además de algunas tablas de sushi y platillos que cabían en un dedal, con una capa de trufa encima. Saldo 300 verdes y un sentimiento de haber sido timado. No hubo postre.

En el hotel descorché el rosadito, vinificado como dije antes, con tres uvas. KO 2010 de Sari Puzelat-Bonhomme un Vin de France. Genérico sin estirpe pero muy bien integrado, de color salmón, brillante, cítrico con un ligero cosquilleo y un final de lima con un fondo mineral, algo muy digno para acabar el día y olvidar el atraco recién perpetrado.

Continuará…