Archivos para agosto, 2016

CATA 198

Vinos de la 198

Un vistazo por los pasillos de La Europea hizo que me inclinara por  vinos de Querétaro y Parras Coahuila. Me da gusto ver bodegas nuevas aunque debo reconocer que no todas las que nacen, crecen. Muchas otras desaparecen o venden la fruta a otras bodegas. Me pregunto qué se necesita para hacer buen vino. No sé la respuesta pero debe ser bastante complicado, y creo que han llegado inversionistas a muchos viñedos, arribistas, que observan el panorama desde el punto de vista puramente comercial, y es ahí donde fracasan. Espero que estas dos bodegas que abrieron sus puertas al público en 2014 sigan por muchos años. Me refiero a :San Juanito Vinícola  y Bodegas de Cote.

Don Leo Pinot Noir 2012. Me sorprende ver esta variedad en tierras mexicanas ya que jamás la había visto. Una cepa difícil para climas cálidos. Huele a chocolate amargo, zarzamora y ciruela madura. En boca es astringente,  acidez justa y de final amargo, desequilibrado, un pinot muy goloso.

Don Leo  Cabernet Sauvignon / Shiraz 2012.  Granate de capa alta. Aromas intensos a cerezas en licor, canela y notas ahumadas. En boca es áspero y de final largo.

De Cote  Tempranillo/ Shiraz  2012 en Ezequiel Montes, Querétaro. Un vino con aromas a mermelada de arándanos, higos y notas de tofe. Tiene un ataque, paso de boca y final sin altibajos, tanino presente sin excesos. Repetible.

De Cote Merlot 2013. (62% merlot, 25% cabernet sauvignon, 12% shiraz) Este cuarto vino es el que más ha gustado de la noche. Aromas limpios a fruta roja de la mejor calidad, ciruela, grosella. En boca se confirma su fruta, excelente acidez y final amargo. Todo en su lugar. Para comprar media cajita y ver que pasa con el tiempo.

San Juanito Malbec 2013. Huele a canela, fruta roja y notas de humo. Buen ataque, buen paso de boca y final corto. Repetible.

San Juanito Syrah/ Malbec 2013. Aunque parece difícil de creer, este vino marca en la etiqueta 12.0 % grados de alcohol. Aromas de mediana intensidad a hollejos, zarzamora, notas especiadas de mejorana, tanino presente, alcohol integrado y acidez justa, final corto.

En general a todos nos parecieron vinos caros, el promedio es de $472.50 el más alto es De Cote Merlot 2013 con 595 pesos, y el más bajo Don leo Cabernet/Shiraz de 399 pesos. Precios de La Europea.

Siempre habrá un buen motivo para reunirse a probar una copa de vino, en esta ocasión no fue la excepción, se trató de la inauguración oficial de  la cava de un amigo. Miguel la ha nutrido con algunas botellas que quitarían el hipo a cualquier buen aficionado.  La mesa dispuesta in situ, dentro de la espaciosa cava, ocho asientos alrededor de la mesa. Previa selección de un servidor que me decanté por Burdeos y también algunas cositas que sonaban interesantes. Me pareció buena idea hablar antes sobre el génesis del vino, tanto desde el punto de vista antropocentrista  como del que me parece menos preciso pero más veraz.  El segundo habla de Pangea, hace 500 millones de años, cuando la Tierra estaba formada por un solo continente. Desde donde aparecieron los primeros restos de semillas fosilizadas de Vitáceas, porque  debemos reconocer que desde que apareció un racimo colgando de la primera planta, y  éste fermentó, hubo vino. La intervención del Hombre fue mucho después en Mesopotamia, 8000 a.C. Posteriormente pasó a los egipcios, y más tarde se diseminó a toda Europa gracias a los romanos. Haciendo su última escala en El Nuevo Mundo (siglo XVI)  Aunque ya había algunas uvas silvestres, no se vinificaban aún.

CATAMIGUEL

Priorat, Burdeos y La Toscana… Presentes en la Cata de Miguel

Ya en la cata probamos el primer vino: Finca Dofi 2005, de Álvaro Palacios. Este Priorat se presentó al principio  bastante impetuoso, parece que once años en botella no son nada. Puede que decantarlo media hora antes sea una buena idea. De capa alta y de color granate. En nariz presentó aromas de fruta negra: ciruela, zarzamora y una nota mentolada como bien señalaba Héctor. En boca tiene una excelente acidez que le augura una evolución lenta, con un tanino bastante presente. Como para otros cinco años más.

Duetto 1997. Seguro se preguntaran qué hace un vino mexicano dentro de este conjunto. Este vino que al principio fue un proyecto entre Wente (Livermore Valley) y Santo Tomás (Baja California), me parecía a mi el mejor vino de México en esa época, y esta añada era digna de muchos elogios. Hasta el momento no me ha defraudado, después de 19 años ha envejecido como los grandes.  Estuvimos frente a un vino maduro que huele a cera y barro, algo de pacificados. En boca excelente acidez y de tanino muy limado. Está empezando a bajar de la cima, aunque no podría estar seguro del todo  tomando como referencia sólo esta botella. Por fortuna me queda una más en casa.

Château Pape Clément 1975. Bautizado por su propietario,  el mismo papa Clemente V en 1305, cuya calidad demeritó al final de los setenta y que después de 1985 volvió a  sus glorias pasadas. Para mucha gente cualquier vino de más de quince años es vinagre. Quizá no han entrado en el mágico mundo de los placeres sensoriales sin estridencias ni voluminosidades  de los vinos sobre extraídos y dotados de alcoholes arriba de los 13,5. (aunque algunos más alcohólicos están  integrados). Es cuestión de ponderar la elegancia y la profundidad y abrir los sentidos a los susurros de los vinos maduros. Hoy en día acostumbrados a los placeres inmediatos, sin ningún recato para esperar a que el vidrio haga su magia, claro está que sólo con vinos que evolucionan por décadas. Un vino que a medida que corrió el tiempo fue abriendo, pero que sin duda ha pasado su mejor momento. Huele a capuchino, notas de frutos secos y uvas pasa. En boca es fluido y ligero, buena acidez y final corto.

Château Léoville-Barton  1982. Propiedad comprada por Antony Barton en 1826. Cuenta con 48 hectáreas y una producción de 25,000 cajas, 50% barrica nueva. Color terracota, va de menos a más, con un final diluido. Un Léoville-Barton cuyo linaje y excelente añada podía hacernos pensar en cosas mejores. Ni pena ni gloria.

Château Lynch Bages 2003. 90 Ha y una producción de 46, 000 cajas, fuera del promedio de los grandes Burdeos que rondan las 25,000. Un año difícil en Europa en general, con mucho calor y humedad, dando vinos muy alcohólicos y de poca acidez. Una sorpresa ya que este vino huele a dátil, vainilla, quizás por la barrica, balsámicos y algo de fruta roja. En boca es expresivo y frutal, un punto de alcohol y de tanino muy presente. Repetible.

Gaja Barbaresco 2003. Este italiano sin duda es un vino típico de esta añada, fruta madura, muy madura, mermelada de cerezas, arándanos, exuberante y de alcoholes altos, se percibe también la madera y tiene un final largo,  acidez justa que le da cierto equilibrio a todo el conjunto.

 

Vega Sicilia Único 1964

Vega Sicilia Único 1964

Vega Sicilia Único 1964. Al final se abrieron tres vinos más, sin duda es una de las mejores añadas del siglo pasado, y no me canso de repetirlo. Se presentó con mucha dignidad luciendo una corona. Recién llegado de España y al parecer herido de muerte, con la cápsula chorreada y  un nivel por debajo del hombro. Miguel dudaba que estuviera en condiciones de beberse, o mejor dicho de disfrutarse. Por mi parte puedo decir que fue todo lo contrario; el mejor vino de la noche, y el que más disfruté. Un viejo que susurra sus grandes secretos al oído con aplomo y señorío. Huele a bosque bajo, algo de trufa y ahumados con notas muy sutiles de vainilla. Buena acidez y tanino mullido, con un final largo. Una joya para ser el vino más viejo de la noche.

Hubo otro español, del que no tomé nota, pero que seguramente no levantó suspiros… Por último:

Château Montrose 1998. Al descorchar este vino me di cuenta que tenía doble cápsula, algo sumamente extraño, que bien nos podría llevar a dudar de su autenticidad. El caso es que confieso que es la primera vez que me sucede en más de 20 años en estas andanzas de descorchar botellas. Un vino bastante hecho, el vidrio ha limado sus asperezas y presenta buena fruta, acidez y tanino. Todo en su lugar, cenando una deliciosa baguette y una fresca ensalada. Así llegó el final de esta inolvidable velada, agradezco al dueño de la cava y a todos quienes me permitieron un poco de su tiempo al escuchar todos los disparates que acostumbro decir en estas reuniones.