Archivos para julio, 2010

Cata 136, Shiraz y Sirah con otras…

La uva shiraz es tan representativa de Australia para las bodegas, como lo son los canguros para el turismo. Esta uva es la reina del Valle del Ródano en Francia, aunque se escribe diferente (syrah). Pero es la misma variedad que ha prosperado en aquellas tierras australes, el terroir y las prácticas de vinificación hacen la diferencia. Australia figura en el sexto lugar como productor de vino a nivel mundial, con poco más de 160,000 ha de viñedos. (2005)

Juan Antonio ha traído los vinos que más le gustaron de su último viaje a Australia y decidió descorchar algunas botellas para esta cata, que él mismo dirigió. Compartiendo sus conocimientos y algunos datos interesantes previamente adquiridos en una interesante cata de veinte vinos en el país de origen, en la zona de Barossa. Al leer el título pensé que se trataba sólo de bodegas australianas, aunque Juan Antonio nos tenía preparada una cata comparativa de la misma uva en diferentes países y regiones. Comenzamos con un vino del valle de Barossa. La región productora más grande en Australia. Peter Lehman 2008 un varietal con 14,5% de alcohol y tapón metálico. Muy frutal, fruta negra en sazón; arándanos y ciruela, de tanino granuloso y final amargo. El tiempo lo puede mejorar. Seguimos con la recontra-conocida y vendida bodega chilena Concha y Toro, Casillero del Diablo 2007, 100% Shiraz con apenas 13,0% de alcohol. Especiado, pimienta negra y de tanino dulzón con poca definición en boca. El siguiente fue el que más me gustó, se trata de un Chamarré Syrah Merlot 2006, «Vin Rouge» un plebeyo con buena estampa. Pero eso no le quita que sea un vino de buen paso de boca y con una acidez que lo hace muy vivaz, no es varietal, lleva algo de merlot.

El siguiente par de vinos tuvieron algún problema en la guarda, ya que presentan aromas similares: polvo, café tostado, baúl viejo, y uno que otro aroma a sulfuro… En boca muy planos así que sólo diré que uno era sudafricano y el otro un francés, vin de pays. Cerramos con otro australiano de los que trajo Juan. Taylors 2008 de Clare Valley, una de las regiones de producción más viejas de Australia, mejor conocida por sus riesling. Taylors tiene algo de roble americano y 13,5% de alcohol. En boca es goloso con mucha fruta roja, toffe y una buena dosis de vainilla, me imagino que es por el roble «americano» indiscriminado, aunque sus taninos son suaves, muy limaditos.
Así concluye este acercamiento a esta uva tan de moda y que promete su expansión por muchas otras regiones del mundo.

Al colgar un comentario y un enlace del blog uvinum en el foro de verema.com sobre el supuesto icewine español vinificado en Penedés, parece que la cosa va más de broma que en serio, hubo varios comentarios interesantes. La foto al parecer es de otro viñedo muy lejos de allí. Por supuesto que las condiciones no son las mismas que en Francia o en Canadá, y no basta con una buena nevada, así que un poco de nieve carbónica agregada a los racimos ya vendimiados es la supuesta solución. Al ver el video me hace pensar más en clases de repostería que en la propia vinificación. Pero júzguenlo ustedes mismos en este video de la bodega Gramona. Parece que los trucos en las bodegas son justificados por el resultado final. Recuerdo haber probado aquel Vi de Gel Gewürtztraminer 2003, aunque me pareció concentrado le faltaba acidez, el resultado es que empalaga fácilmente. La bodega San Alejandro Miedes, hace otro vino en la D.O. Calatayud, en Aragón, con el mismo método; Vino Blanco de Hielo, Baltazar Gracián. Aunque éste no lo he probado aún. La pregunta sería: ¿Bajo estas condiciones es posible hacer un vino de hielo (Icewine) de calidad…? las imitaciones rara vez son buenas.

Burbujas de oro

Publicado: 26 julio, 2010 en De lo social, Novedades, Vino
Etiquetas:,
Blue Nun Sparkling, Gold Edition

Blue Nun Sparkling, Gold Edition

Cuando parecía que ya había visto todo acerca de las artimañas para atraer a los clientes a comprar vino, justo frente a mis narices aparece en los anaqueles de vino un espumoso con pepitas de oro. Se trata de la popular y archi-vendida marca Blue Nun. Arriba de la etiqueta aparece un letrero: «Voltee la botella, sorpréndase!!! (y con mayúsculas) ES ORO DE 22 QUILATES!!!». Me recordó aquellos souvenir tan famosos en los ochentas: cápsulas semiesféricas de plástico transparente que se agitaban para detonar una lluvia de copos blancos o pepitas plateadas, y cuyo contenido cambia dependiendo del país que se visite. Adentro puede tener el castillo de Disney, la Torre Eiffel, las Pirámides de Egipto… Pero nunca pensé que pudieran adoptar tal concepto para una botella de vino.

Alguna vez me comentó un amigo que encontró una botella de vino con pepitas de oro, aunque en esa ocasión pensé que la había visto en una tienda de artículos extravagantes y caros para gente que no sabe en qué gastarse el dinero. Nunca me imaginé que Blue Nun se ocuparía de meterle pepitas de oro a una botella de espumoso de $140.00, poco más de diez dólares americanos. Una medida extrema para que la gente se sienta atraída por este producto, aunque siempre me ha parecido muy burdo agregar piedras y metales preciosos a algunos artículos; desvirtuando su verdadero fin. Como en aquella tienda en Frankfurt donde se vendían teléfonos celulares con incrustaciones de diamantes, rubíes y esmeraldas, ya se podrán imaginar los precios… ¿Tendrán mejor recepción?

Otra cosa que me sorprende aún más es la bodega en cuestión, ya que Blue Nun nunca se ha distinguido por llegar a los bolsillos más acaudalados… Aquí en México se trata de un vino sencillo, de baja calidad, agradable para muchos paladares, cuya aceptación ha sido un éxito rotundo tanto para un día en la alberca como para una fiesta, un vino de trago largo. ¿Para qué carajos agregar pepitas de oro…?

En cuanto a la higiene y la salud… qué motiva a la gente a beber un vino con pepitas de metal flotando por todos lados a la hora de agitarlo, conste que además se trata de un espumoso. ¿Algún beneficio para la salud?

Alguna vez escuché que el número total de marcas de vino era alrededor de un millón. Quien lo dude, puede contarlas y darnos la cifra exacta. Por mi parte, estoy conforme con esa cifra. En realidad es un dato irrelevante. Lo que sí puedo asegurarles es que no alcanza la vida entera para probar todos los vinos de todas las bodegas. Partiendo de este principio y entrando a la madurez y al buen juicio en este corto y a veces desdichado paso terrenal, pienso que ya no estoy para perder el tiempo explorando nuevas marcas sin tener alguna buena referencia. Aquellos tiempos en que casi llenaba el carrito con nuevos vinos ha quedado atrás. Es menos riesgoso y más aconsejable comprar aquellas botellas que me recomiendan algunos amigos con gustos similares, además de ser más barato en estos tiempos de crisis. Hay algunas etiquetas muy sugerentes por su forma, sus colores, su tipografía y por los datos contenidos. Aunque confieso que pocas veces he comprado un vino por el simple hecho de que me llame la atención su etiqueta. Con excepción de aquella botella de Mouton Rothschild 1993, cuya obra original del pintor francés Balthus, de una joven desnuda acostada hacia el lado izquierdo, fue censurada en EE.UU. y apareció en blanco, o mejor dicho en color beige. Esta botella la conservo en la cava y me gustaría conseguir la «versión europea» para tener ambas botellas, diferentes pero de una misma añada. Otro caso es el Mouton 1998 donde aparece una pintura de Rufino Tamayo, «El Brindis por», primer Mouton con una obra de un pintor mexicano en su etiqueta. Para los amantes de esta bodega aquí pueden encontrar gran parte de la colección.

Cada día me encuentro con nuevas etiquetas en los anaqueles, algunas muy vistosas, otras más sobrias, pero algunas son verdaderamente de llamar la atención, con temas fuera de lugar. Como la ilustración de un camión de bomberos, un avión caza, o la de un hombre sacando un chorro de vino por la nariz… Etiquetas, quizá producto de un viaje provocado por los efectos de alguna droga. Aunque en el fondo no vayan dirigidas a todo el mundo, no me puedo imaginar quienes se interesan en este tipo de vinos, fuera de tener una colección de botellas raras.

Existe una expresión en inglés que ilustra de manera elocuente lo que me sucede al descubrir este tipo de etiquetas: «turn me down» en español; desanimarme. El caso es que al verlas, no se me antoja comprar vino y mucho menos probarlo. Me gustaría que un especialista en mercadotecnia me explicara a qué nicho de mercado va dirigido. Aunque repito que para mí, pierde todo sentido.

Sirviendo un poco, para oxigenarlo...

Sirviendo un poco, para oxigenarlo...

Confieso que me he contagiado de la fiebre del Mundial de Futbol, sobre todo los últimos partidos. Los equipos «chicos» se han comido a los grandes, algunos de ellos han vuelto a casa antes de lo esperado como en el caso de: Francia, Italia y Brasil. La final pasará a la historia, ya que España por primera vez llega a la final y además se lleva la Copa. Muy merecido lo tiene. Aunque no sé mucho de futbol, me parece que el partido final desmereció mucho en la primera parte, debido a las patadas y jalones de muchos holandeses, que poco a poco fueron contaminado el ambiente. Sumado a que el árbitro no encontraba por ninguna parte la tarjeta roja, o peor aún, no quería encontrarla. Pero eso se los dejo a los aficionados de corazón, que no se pierden un solo partido durante los torneos regulares, y no sólo se emocionan y hacen sus propios análisis durante el mes que dura el Mundial.

Qué mejor pretexto para sacar una botellita que llevaba reposando desde el 22 de enero de 2006. España, uno de los países que más me gusta visitar, además de los lazos afectivos, y aunque mi padre vivió más tiempo en México que en su natal España, nunca olvidó su pueblo ni su gente.
Como he dicho en otras ocasiones, me cuesta trabajo sacar algunas botellas de la bodega cuando llevan mucho tiempo resposando, parecería que ya forman parte de los botelleros. Algunas añadas ya son difíciles de conseguir y así como suben los precios es casi imposible volver a hacerse de ellas. Pero hay momentos que merece la pena bajar y sacar un buen vino, finalmente para eso está hecho; para disfrutarse y compartirse.

Michael Broadbent hace énfasis en este vino, en su libro: Michael Broadbent´s Vintage Wine, en la página 417, cuando con letras grandes escribe: Spain´s Unique Vega Sicilia, cuya primera producción de «Único» fue en la década de 1860. Él mismo lo califica como; «The Lafite of Spain».
De la añada que descorché, no hay referencia, aunque poca falta hace. Se trata de un vino maduro, muy amalgamado, redondo, profundo, con muchos aromas terciarios; cuero fino, ahumados, caza con pelo, tierra mojada, trufa, sotobosque… En boca es tan complejo como en nariz, una obra de arte.

Entrada principal a L´Ecrivain

Entrada principal a L´Ecrivain

El buen tiempo en Dublín me ha sonreído y me ha permitido caminar a mis anchas por la zona de Trinity College, donde alguna vez estudió Oscar Wilde. Siguiendo ese rumbo por la calle Grafton hacia el sur, llegué el parque St. Stephen´s Green, dando vuelta al este para conocer Baggott Street. Sus veinte grados centígrados hacen más bulliciosa la ciudad y le dan vida y movimiento a las calles. Nada que ver con aquellas gélidas temperaturas de febrero, cuando es imposible caminar más de cinco cuadras sin entrar a algún establecimiento a calentarse un poco, o desplazarse en taxi.

Al filo de las 7:00 pm he llegado a la recepción de L´Ecrivain, una señorita joven, rubia y baja de estatura me recibió preguntándome: ¿tiene reservación?… Algo que siempre me ha puesto los pelos de punta, los pocos que me quedan. Reservaciones cuando el salón está vacío, a sabiendas que no se llenará nunca. No, no tengo reservación. Después de una pausa, respondió observando la agenda: puede disponer de la mesa hasta las 8:00 pm. Señorita son las siete… No señor, son las 6:00. Menos mal que estaba adelantado mi reloj por una hora. La espera había sido larga y mis ansias por conocer el lugar fueron más grandes que mi orgullo, así que me dejé llevar hasta la mesa. Lugar discreto, sobrio, rayando en la monotonía. Salón en la planta alta y un pequeño desván, coronado con un «mini split» para los calores veraniegos.

Puligny-Montrachet % Volnay...

Puligny-Montrachet & Volnay…

Después de echar un vistazo alrededor de mi mesa, comprobé que no había una sola mesa ocupada. Pedí la carta. Como me imaginé… los precios son un atentado al patrimonio. La carta de vinos raya en lo aburrido, botellas que esperaría de cualquier otro lugar donde no se han roto mucho la cabeza. Aunque tampoco puedo decir que no tuviera algunas cosas interesantes, mis expectativas eran muy altas.

Comencé con un champán, un burbujeante rosé, color piel de cebolla; Pierre Paillard Brut Rosé, nariz caliza, boca frutal, abocado, acidez justa. Siguiendo con el vino. Tenía antojo de un blanco entrado en años y un tinto joven, pero el copeo es muy limitado, así que me decidí por dos medias botellas: Joan-Louis Chavy, Puligny-Montrachet 1er Cru, Les Folatieres 2006. Vendimiado en un pago de poco más de una hectárea, con 14 meses de crianza en roble, 30% nuevo. Vino no muy viejo, pero si maduro, y un Volnay, Lombeline 2007. Para comer abrí con una entrada de «New Season Asparagus»: espárragos con huevo pochado, parmesano y trufa. El sabor del huevo domina el conjunto a tal grado que por mucho que traté de limpiarme la boca y beber agua, tuve que pedir cambio de copa. Este Puligny-Montrachet me recordó el dulce de cajeta; un vino maduro y profundo con un gran balance. Como segundo; «Roast Duck»: cocción perfecta, así como la combinación de la guarnición con una salsa exquisita. Este Volnay no niega su juventud, pero tampoco su equilibrio, a sus cuatro años ya deja ver sus notas térreas, trufa y cuero del más fino. Firme en boca, con esa extraordinaria acidez, propia de los buenos borgoñas. «Bocato di cardinale». Maridando perfectamente con las notas dulces de la salsa del pato.

Cocción perfecta...

Cocción perfecta…

Cuando no estoy seguro de qué tiendas de vino visitar, me ha dado buen resultado preguntar en los restaurantes donde sirven vino. Así que pregunté a uno de los meseros. Me dio una lista de tres lugares, todos muy cercanos. Haciendo hincapié en que visitara una tienda de quesos, Matthews Cheese Cellar, donde sirven el queso con una copita de vino, un lugar según él, muy agradable que vale la pena conocer.

De postre, al escuchar sobre quesos, pedí una tablita con un Capitelli de Anselmi, un vino de postre bastante plano y diluido si lo comparamos con otros, como por ejemplo un buen Sauternes o un Moscatel Málaga Jorge Ordoñez 2007, anunciado en la carta. Saciado por completo tanto por el lado de la comida como por el del vino, pedí la cuenta. Sin hacer conversiones tortuosas a dólares o a pesos, pagué y me retiré a mi hotel. Tenía sueño, necesitaba una siesta. Siesta que se prolongo más de la cuenta, cuando vi el reloj era demasiado tarde, aun con la hora extra que me habían regalado en L´Ecrivain… Al final reconozco que no se puede hacer todo en un solo día, por muy largo que éste sea. La única tienda de la lista que conocí fue Fallon & Byrne, curiosamente había sido la primera que había visitado ese día por la mañana. Quedarón en el tintero: The Corkscrew, en Grafton, y Matthews Cheese Cellar, esta última es la que más me pesa no haber visitado. Las menciono por si alguien visita estas tierras y tiene tiempo para el tour. Thorton´s me fue recomendado por su supuesta excelente relación calidad-precio. Este restaurante está casi justo frente a la entrada del parque Stephen´s Green, siguiendo al sur por la calle Grafton… Será para la próxima ocasión.

Rosados de la Noche

Rosados de la Noche

De vuelta a los rosados. Para la gran mayoría, los rosados no son más que seudo vinos, que no merecen la pena la atención. Lo cierto es que no todos son iguales, basta recordar los famosos rosados de Sancerre o el singular Tondonia, que en realidad viene a ser un clarete por su mezcla de viura con algunas tintas.

René ha decidido volver a echar un vistazo a los rosados, incluyendo un champán. Empezamos con un Veuve Clicquot Rosé. Aromas de frambuesa de la pinot noir, variedad dominante. Color entre anaranjado y salmón, brillante y fluido, con burbuja fina no muy persistente. Aromas a pan tostados, y notas de frutos secos y de frambuesa. Seco, guardando un buen equilibrio entre los frutos rojos y la tiza. El segundo fue un Côtes du Rhône de Ogier; Heritages Rosé Ogier Caves de Papes 2008. Color salmón, brillante, notas de durazno y lavanda, en boca es flojo sin persistencia, acidez muy justa.
Uno que hacía tiempo que no veía, o no buscaba por los anaqueles, ya que nunca me ha interesado; Mateus. Un refresquito de naranja con burbujas obscenamente grandes y escasas. Cuando parecía mejorar un poco la cosa con el siguiente vino, un portugués, Defesa 2008, de la Bodega Heredade Do Esporao, vinificado con aragonés y syrah. Resultó un vino de color frambuesa y sabor a malvavisco de fresa.
Para no olvidarnos de nuestro terruño, un rosado de la Bodega Santo Tomás de San Vicente en Baja California, se trata de Santo Tomas Rosado 2008. Color anaranjado destellos ladrillo, aromas a ciruela pasa y tamarindo con algo de «jugo de manzana de tetrapack», su color y sus sabores sugieren que este vino ya pasó por su mejor momento. Al último ha llegado un cabernet de Somontano, se trata del ya conocido Enate Rosado 2008, un vino muy diferente a los anteriores, con sus 13,5 de alcohol, es un vino potente, aguerrido y contundente. Color y sabor cereza, con notas minerales.

Mejor Wine Bar de Dublín Expedición…Puede ser la segunda acepción o la quinta del diccionario de la RAE, si tomamos en cuenta no precisamente la curia romana, sino la autoridad máxima en el hogar; encabezada por la mujer, dueña y señora de la casa. Lo más importante es que he sido dispensado por cinco noches y seis días para emprender una gran empresa al otro lado del charco. Teniendo un solo día libre en la capital de Irlanda, no había tiempo que perder. Ya había tenido la oportunidad de conocer Dublín y parte de su oferta gastronómica-vínica, pero nada mejor como explorarla solo, a mi propio ritmo, sin prisas y con la única intención de descubrir sitios que valgan la pena, relacionados con el buen comer y beber. A veces no tenemos un panorama completo si nos enfocamos a las recomendaciones de taxistas y conserjes de hotel. A veces sí. El caso es que cuando más de una persona recomienda un lugar, alguna gracia debe tener. Dublín es una ciudad pequeña con poco menos de medio millón de habitantes. Celosos de su pasado celta y optimistas en el futuro, guardan mucha similitud con los ingleses… aunque por favor, que no se enteren de lo que acabo de decir.

Siguiendo por la bulliciosa calle de Grafton hacia el sur antes de llegar al famoso parque St. Stephen´s Green, me metí en una calle, sin rumbo fijo, caminé unas cuantas cuadras para detenerme justo al otro lado de un wine bar que había visto anunciado en la sección amarilla unos minutos antes en el hotel. Olesya´s Wine Bar, número dieciocho de la calle Exchequer. Cuatro personas hacían reparaciones en la fachada y el lugar aún no estaba abierto, así que me metí justo enfrente en Fallon & Byrne para comprar una botellita de agua y echar un vistazo al lugar. Me recordó al HEB en versión europea donde se encuentra de todo un poco, en un sitio relativamente pequeño: fruta, legumbres, verduras, quesos, carnes frías, helados, pastelería y algo que no debe faltar… vinos. A la entrada bajando las escaleras se encuentra su propio wine bar, considerado el mejor de la ciudad en este año, según una pizarra dentro del local. También estaba cerrado aunque faltaba poco para que lo abrieran.
Una vez que abrieron bajé al sótano. Sus muros colindantes están cubiertos por botelleros con una selección modesta pero suficiente para entretenerse un rato, observando etiquetas. La verdad la carta no es para impresionar a nadie: 22 blancos, 30 tintos, 3 espumosos, 1 Sherry, 1 Jurancón dulce y un Oporto. Sin pensarlo mucho me decidí por un Freiheit Grüner Veltliner 2007. Color amarillo pálido, aromas de fruta entre pera y manzana verde, de boca vivaz, cítrica (limón) despidiéndose en el posgusto con mucho vigor. El día era largo, tanto por el verano; oscureciendo poco antes de las 11:00  y empezando a clarear a eso de las 4:30, como también por el ajetreo de conocer el mayor número de lugares interesantes en unas horas. Así que crucé la calle y entré a Olesya´s W.B., este lugar es acogedor, cuenta con apenas unas cuantas mesas, bien acondicionado y atendido ese día por un diligente joven que en seguida me mostró la carta. Desde la entrada se anuncian más de cien vinos por copeo y más de 300 en total.

JM Gobillard & Fils Rose y Balsamique Foie-gras

JM Gobillard & Fils Rose y Balsamique Foie-gras

Su carta es más extensa que la de enfrente y la oferta de bocadillos es interesante. Se nota el esmero en la selección de vinos y la preparación de las viandas. Un poco de burbujas no estaría mal, así que escogí una copita de JM Gobillard & Fils Rosé, a 16 €. Seco hasta la médula, calizo y mineral. Un buen espumoso para maridar con un foie gras balsámico: crujiente pan en una cama de finas rebanadas de manzana y coronado con el foie gras, unas gotas de vinagre balsámico y aceite de oliva; todo-frío-y-exquisito. La carta esta enfocada a gustos algo sofisticados: «Red caviar», «Sevruga caviar» y para bolsillos más holgados «Beluga…». Tiempo para que al estilo español; mude de lugar para seguir disfrutando. Después de caminar por el costado norte del parque St. Stephen´s Green, según las indicaciones que me habían dado, seguí caminando por un buen trecho no sin antes, como es mi costumbre, perderme por algunos instantes hasta llegar a la puerta del famoso restaurante francés multi recomendado; L’Ecrivain. Para mi mala fortuna olvidé que estaba en Europa y que a las 2:45 estaba cerrado. Con un: I´am soo sorry, tuve que regresar al hotel para hacer tiempo y descansar un poco hasta que el reloj marcara las 6:00 de la tarde.

(continuará)