Haciendo varios cambios en el metro, llegamos a la estación de Tottenham Court Road, para visitar El Museo Británico. Uno de los grandes museos de Europa, con 250 años de historia. Nunca he estado más de dos horas en un museo, ya que al final se recorren los pasillos sin prestar mucha atención, debido a la saturación de los sentidos. No es recomendable. Así que tuvimos que escoger las salas de nuestro interés: Grecia, Roma, Egipto, los sumerios y un vistazo a México. Este museo tiene una de las colecciones más grandes de arte helénico, con frisos del Partenón, templo dedicado a Atenéa a mediados del siglo V aC. Sus arquitectos: Ictinos, Calícrates y el famoso escultor Fidias. Extensas colecciones que merecen la pena más de una visita. Además de su deslumbrante y gigantesco vestíbulo repleto de luz que da la bienvenida.
Fuagrás de Pato
Después de la interesante visita al museo recorrimos a pie nuestro camino de regreso, haciendo una escala en el restaurante Bloomsbury St. Sobrio, refinado y excelente atención, nada común en Europa. Empecé con un paté de hígado de pato: presentación impecable, excelente textura y mejor sabor, seguido de un fresco salmón, a las brasas, rociado con un sancerre, aunque no he anotado nada más. Floral y sutil. Un refrescante y gratificante blanco. Al estar enfocando mi lente al plato de fuagrás para tomar una foto, se acercó preocupada la mesera ya que una de las rebanas de pan tostado estaba en posición horizontal, así que me sugirió que tomará otra foto con el pan en posición vertical. A esto le llamó celo y esmero al trabajo. Aunque no pude evitar dibujar una sonrisa en mi rostro.
Para ayudar a la digestión, nos dirigimos a la estación del Puente de Londres y recorriendo unas cuadras llegamos cerca del famoso Puente de La Torre. Estando muy próximas dos de las tiendas que me había recomendado Mr. Crimmin, el sumiller del Gaucho, aproveché y corrí a buscarlas mientras mi esposa y mi hija se quedaban charlando en un moderno café por la zona. Metida en un callejón medieval a un lado de King William Street, llegué a Bedales, una tienda pequeña donde se degusta y se compra vino, con algunas mesas dispuestas en la entrada y botelleros al fondo así como alrededor del pequeño local. En esa tarde tenían un acontecimiento privado por lo que no pude probar nada. Me imagino que el dueño es el mismo hombre que me atendió ese día. En realidad no es una tienda con un gran surtido, sobre todo tomando en cuenta mis expectativas, así que con el pretexto de que mi mujer me estaba buscando, salí rumbo a la segunda tienda, que se encuentra justo unas cuadras más adelante.
Interior de Vinopolis
Vinopolis moderna y muy grande, con un enorme wine bar al frente. Mucha luz, mucho espacio, pero poco surtido. Es sin duda una de las tiendas más grandes y al mismo tiempo menos surtidas que he conocido. Por lo menos en lo que respecta a los vinos que están en los anaqueles, ya que había varias personas tomando pedidos en otra habitación, así como el acostumbrado privado para el whisky. Un poco decepcionado y cabizbajo regresé caminando a marcha lenta a tomar un café con la familia. Quedaba sólo la mañana del día siguiente, así que tenía que jugarme la última carta.
Antes de abordar el metro de regreso al hotel, pasamos a beber una copa en Davy´s, un Pub desbordante de gente, gracias a una amable mesera pudimos pasar al comedor, ya que todas las mesas del bar estaban ocupadas. St. Ceran, Blanc de blancs brut para mi mujer, y un Broully Les Thibaults 2008. El primero de burbuja fina y con una buena dosis de azúcar residual para ser brut, mi esposa lo calificó como «acervezado», quizá por la levadura tan presente. El broully, bastante primario, más bien parecía un beaujolais común y corriente.
Berry Bros. & Rudd
Sin tiempo que perder, al otro día salí del hotel pasadas las ocho de la mañana rumbo a la estación de Green Park. Después de un café y un pan dulce, salí para volver a entrar a otra cafetería en otro de tantos callejones. Tenía que hacer tiempo hasta las diez, tiempo para otro cafecito de casi 2 £. La calle era fría y húmeda, con una molesta y típica llovizna londinense que empapaba mi chamarra, el paraguas lo había olvidado en el hotel. A las 10:05 salí de la cafetería para buscar la tienda. En contra esquina encontré Justerini & Brooks, crucé la calle de St James, y sacudiéndome las gotas de agua de las mangas, entré. Recibido en el vestíbulo por una refinada dama, cabello castaño, de aspecto intelectual, con una diadema; de esos aparatejos que llevan audífonos y micrófono integrado. Sentada frente a un monitor me dio la bienvenida, he inmediatamente me dijo que la venta de vinos era por caja. Después de un momento de silencio y al ver mi cara de sorpresa, replicó que unos metros más abajo se encontraba Berry Bros. & Rudd, tienda donde podía conseguir vinos por botella. Berry Bros & Rudd, era precisamente la tienda que estaba buscando, así que sin perder tiempo me despedí, no sin antes agradecerle la información. De camino me encontré tiendas muy interesantes: Lobb, de reparación de calzado, Truefitt & Hill tienda de brochas, espejos y otras monadas para afeitarse y para el baño, no podía faltar una tienda de puros y pipas, Davidoff. Se pueden apreciar sobre esta famosa calle algunas fachadas con influencia georgiana. Berry Bros. & Rudd es una tienda aún más antigua que el Museo Británico, con más de 300 años de vida, que se respiran en sus viejos pisos de madera además de algunos utensilios y botellas viejas, dignos de la colección de un museo. Al principio me recibió una elegante y espigada señorita, que al soltarle una avalancha de preguntas, como; ¿Qué champán artesanal me recomendaba…?, salió de la sala donde me encontraba buscando algunos vinos. En su lugar llegó Mathew Forster y comenzó una charla de varios minutos. Una de las cosas que me llamó más la atención, fue cuando me dijo que los Madeira podían abrirse, y tomarse varios días y hasta meses después sin ninguna repercusión negativa en el gusto.
Le pedí que me recomendara tres borgoñas tintos de alrededor de 35 £, y con otros tres blanquitos de otras regiones, completé mi cuota, cuota para poder manejar una cajita no muy grande ni pesada, ya que el camino era largo y el metro no es el mejor lugar para ir muy cargado.
Así dejamos el Támesis atrás para estar todavía un par de días en Dublin, junto al Liffey. En la última cena del viaje, en Chesterfield pedí media botella de Fleurie Poncereau 2007 de un viejo conocido de Louis Jadot. Frutal y térreo a la vez. Maridó muy bien con unos rollitos crujientes de pato estilo oriental, y una fresca y deliciosa ensalada. Confirmé lo antes dicho; Chesterfield, tiene muy buena cocina.
Rollos de pato y Poncereau 2007