Archivos para marzo, 2010

Catorce vs Ocho

La Riesling empieza poco a poco a diseminarse fuera de Alemania y Alsacia por algunos viñedos donde hasta hace unos años no era ni siquiera imaginable su producción. España, Italia, (los alemanes llaman riezling Italico a la uva blanca que no tiene que ver con la Riesling Renano) Chile, EE.UU., Australia y uno que otro país donde han empezado ha vinificar con esta extraordinaria uva, con diferentes resultados, pero jamás como en el Mosela.

Paseando por la «zona gourmet» de Liverpool, una de las tiendas departamentales más grandes de México, me llamó poderosamente la atención toparme con un riesling de una bodega de larga tradición vitivinícola en Chile; Cousiño Macul. Se trata de Doña Isidora  Riesling 2008. Desde que leí en la etiqueta sus 14% de alcohol me pareció impertinente y hasta ocioso compararla con algún vino del Mosela. Pero las vacaciones y el calor pudieron haber trastornado mis ya de por sí deterioradas neuronas, así que los planes siguieron adelante. Lo compré y lo llevé a casa por $120, valía la pena probarlo. Lo que sigue a continuación es lo que pudiera ponerles el pelo de punta a los más ortodoxos. Saqué de mi cada vez más limitada cava, otro riesling, un Mönchhof Spätlese 2005. En realidad lo que necesitaba era un pretexto más para descorcharlo, o mejor dicho quitarle el tapón metálico. Una mini cata comparativa de dos botellas que desde un principio lo único que tenían en común era la uva.

La primera impresión con Doña Isidora fue una grata sorpresa al encontrarme con el sello característico de esta uva: norisoprenid hidrocarbono 1,1,6 trimethyl 1-2- dihidronaphthalene (TDN) que en términos terrenales se manifiesta como; hidrocarburos, petróleo o queroseno, como mejor quieran definirlo. En nariz se defendió muy bien, pero una vez que entró a la boca sus 14 grados hicieron mella. Vodka en las rocas con unas gotitas de limón. Mucho alcohol, mal integrado, demasiado para un riesling que por lo regular no pasa de 10%.
Mönchhof es una ilustre bodega fundada desde 1177. Su actual dueño Robert Eymael debe estar muy orgulloso de lo que se ha hecho a lo largo de los siglos.
Este Mönchhof es floral, con melocotón de fondo, para después dar algunas notas de queroseno. En boca es vibrante, chispeante, abocado, algo de carbónico sólo en la lengua. Un vino compacto y sutil. Sus ocho grados guardan una gran distancia con Doña Isidora.
Seguiré con los riesling por debajo de 10%. Lo prometo.

 De sobaquillo

Debido a diferentes motivos la cata centésima vigésima segunda se hizo en un restaurante: El Olivo. Cata de sobaquillo, tan populares en España. De carácter informal y desenfadado, como aquellos viajes que sin planeación alguna resultan más divertidos que con un plan riguroso. La condición es que cada participante lleve una botella de vino…lo demás es lo de menos.

Este viernes da comienzo un «ligero» periodo vacacional de dos semanitas: Semana Santa y de Pascua. Periodo de los que solemos los mexicanos buscar y disfrutar a nivel escolar, es decir para niños y jóvenes estudiantes, el resto tendremos menos descanso. Pensando nuevamente en el calor primaveral, aunque nuestra reunión haya sido en la noche, me decidí por un espumoso; un champán que ya he comentado aquí, se trata del Zero Dosage de Drappier.

De todo un poco…

Llegué antes que todos, por fortuna, como organizador así debe de ser. En seguida fueron apareciendo uno a uno los integrantes del equipo de nuestro querido y añejo grupo. Carlos Font trajo un cava Vilarnaud Brut, que fue con lo que empezamos la tanda. Frutos secos, notas combinadas entre cítricas y florales, cremoso en boca. La Drappier Zero Dosage, este pinot resultó algo fatigado, sus señales eran claramente a la baja: color amarillo oro, manzana asada y una nota tostada algo indefinida, nada que ver con la última que probé. Siguió un tinto, Chateau Vieux Pourret 2004, un St. Emillion, grand cru. traído por Francisco. De nariz muy intensa y bien amalgamada, tabaco y fruta negra, muy tánico, con un poco de aire y algo más fresco mejoró. Sergio llevó un Black Swan 2008, shiraz-cabernet. Una combinación entre vainilla, chocolate y miel maple, no estoy hablando de malteadas, ¿o sí…? Los comentarios de mis compañeros fueron muy positivos, no cabe duda de que estos vinos son facilitos dan gusto y hasta placer a mucha gente. Las Moras 2009 podría entrar en la categoría de los argentinos más comerciales. De color oscuro, violáceo, en nariz y boca no se nota un exceso de extracción, hay cierto equilibrio aunque no mueve ninguna fibra interna.
Puesto que Gabriel y Juan Antonio no llevaron botella, compraron una en el restaurante. Quinta Do Portal 1999, un portugués más pa allá que pa acá. Polvo, baúl viejo, corto y austeridad rayando en la nada. Muy desmejoradillo, como dicen algunos amigos españoles; no había de donde cogerlo… Pero un buen cierre salvó la noche, y ¡vaya que si la salvó! René había dejado desde el pasado diciembre una botellita del venerable Royal Tokaji 1996, 5 puttonyos. Para ser sincero debo decir que son vinos que no sigo mucho, no me considero muy entusiasta, pero hay grandiosas excepciones y hoy ha sido una de ellas. Flores secas, licor de naranja, cera de abejas. En en boca acidez sublime armonizada con un fondo y complejo paso de boca y final eterno. Con sus 10,5 grados de alcohol, es una muestra de lo grandioso y equilibrado que puede resultar un vino. De la comida poco que decir, ya que después de varios años he decidido cerrar un poco la boca a los alimentos cargados de grasa y carbohidratos, así que una ensalada griega con todo y aceitunas negras, fue mi platillo de la noche. Sin pan… un poco nada más.

Bueno, es hora de entrar a otra faceta, donde los problemas de tránsito se aminoran por el receso escolar, y la vida toma otro ritmo. Aguuur.

Una de las características que se buscan en una bodega además de la temperatura, es definitivamente la humedad. Después de varios años de gozar de una humedad relativa del 80% en mi bodega, empezó a bajar drásticamente hasta por debajo del 50%. Fue entonces cuando metí gravilla y dejé que el tubo de desagüe del equipo de refrigeración se desparramara sobre el piso. Asunto arreglado. Aunque fueron momentos donde vi amenazados los corchos de mis botellas. Nadie puede dudar que la humedad es indispensable en una cava, y que por otro lado ésta también puede deteriorar las etiquetas de las botellas. Aclarado este punto, les puedo contar lo que sigue.
Visitando una de las tiendas de vino que acostumbro, me han llamado la atención dos cajas de madera con varios vinos en descuento. ¡El 15%!, razón: las etiquetas en mal estado. No sé si sea lo habitual, aunque confieso que es la primera vez que veo descuentos por este motivo. Tampoco puedo decir que un 15% sea una gran oferta.

Canasta de descuentos…

Es una oferta tentadora que para mi no hace sentido. Un vino guardado en una bodega con la humedad necesaria para su correcta evolución, entre 70 y 85%, sumado el paso del tiempo, siempre tendrán cierto deterioro las etiquetas, sobre todo si se trata de añadas viejas guardadas por años. Pero lejos de ser una razón para pensar que el vino pudiera ser vinagre, o comenzar a tener acético, me parece que puede ser todo lo contrario. Siguiendo el juicio erróneo de lo nuevo, impecable y reluciente, las etiquetas pueden dar una mala impresión.
No es común comprar cosas sucias, rotas o en mal estado, pero definitivamente no creo que sea el criterio para no comprar vino. Por lo pronto le había echado el ojo a un La Mission Haut Brion 1995 que con descuento llegaba a: $2,554.25, algo así como $200.00 verdes. Un precio que resulta atractivo hasta en los mercados más competitivos, como EE.UU.

¿Pero qué hay de esta añada? Michael Broadbent anota en su libro Vintage Wine ,sobre el Haut Brion 95, que es lo más cercano a esta botella, aunque los «segundos cultivos» resultan mejores que los premier cru en muchas ocasiones.

«harmonious very dry finish (…) nice texture and weight (13%) elegant». En general Broadbent califica la añada en Burdeos con 4 estrellas de cinco. Very good…

Algo que no probaré hasta dentro de un par de años. Debo decir que su nivel me sorprendió: arriba del hombro, eso fue lo que me hizo finalmente animarme a comprarla, con todo y la deteriorada etiqueta.

Leer lo que me gusta, o leer lo que más me hace falta. He ahí el dilema. Dilema que se complica pasados los cuarenta y cinco. La vida fácil gozando una buena copa de vino, una palmada de mis amigos en la espalda, su mirada atenta cuando se me ocurre abrir la boca para hablar de vino, me hacen divagar entre lo ordinario y lo extraordinario, lo real y lo fantástico. Una de las frases más ilustrativas sobre el conocimiento humano en la historia, es aquella que pronunció Sócrates, hace más de dos mil quinientos años; «Yo sólo sé que no sé nada». Hoy, en un mundo donde la información corre a velocidades inimaginables, el pensamiento fluye pero de manera incongruente la gente está cada vez más confundida. Información información y saturación. La dependencia de la gente por internet y no por los libros puede darnos la pauta, o por lo menos alguna pista. Lo leí en internet… Mucha gente da por un hecho la veracidad de todo lo publicado en el ciberespacio.

Después del primer cedazo y focalizando el tema en los vinos, me encuentro con una maraña de información difícil de tragar, no digamos de digerir. El tema: Italia. Un país donde la vid crece en cualquier rincón, en la parte peninsular y en las islas, en las montañas, en la ribera de los ríos y lagos. Veinte DOCG (Denominazione di Origine Controllata e Garantita), más de 300 DOC (Denominazione di Origine Controllata) que sólo representan el 20% de la producción total de vinos, otras tantas IGT (Indicazione Geografia Tipica) y un vasto mundo de vinos de Tavola (VdT). Más de 350 variedades autóctonas. Cualquier mente terrenal sensata queda rendida ante este bombardeo de información.

De todos los países europeos, Italia es quizá de los pocos que no he dedicado el tiempo suficiente; ni para catar ni para estudiar. Pero no todo es mea culpa. La cantidad de vinos italianos que se importan a México es francamente escasa. Si a esto sumamos los «Super Toscanos» la cosa empeora. Estos vinos tienen poco que ver con Italia, vinificados con cabernet sauvignon, merlot, uvas de fuera, junto con la local sangiovese. Son una muestra de vinos internacionales hechos a la medida de mr. Parker y dirigidos siniestramente por mr. M. Rolland.

Pasados esos momentos de turbulencia mental cognitiva sobre Italia y sus vinos, invitamos mi esposa y yo, a una tía muy querida a un restaurante de cortes argentinos, con motivo de su aniversario. Pero parece que el fantasma de los vinos italianos no me deja de atormentar, así que preferí dejarme llevar por la corriente. Al abrir la carta de vinos, me encuentro con vinos por arriba de 40 dólares, casi todos ellos. La Ladra, azienda agrícola Piemonte, (más abajo) Malbec, Barbera de Asti, su precio; $550.00. Información confusa, seleccionada por alguien que seguramente fue encomendado a hacer la carta de manera obligatoria. Por el placer de seguir descubriendo Italia pedí este vino. Al momento de mostrármelo me percaté que era 2004, que el Piamonte era la región, pero que Barbera de Asti era la DOC. Así que quedaría de la siguiente manera: La Ladra 2004, Barbera D´Asti Superiore, Tenute Dei Vallarino. Lo de Malbec, fue un pequeñísimo error, según apuntaba el sumiller. Pero le gustó lo de de «azienda agrícola», sin saber que era la bodega. Poco que decir para quien confecciona la carta escribiendo en la sección de vinos españoles: «Rivera del Duero».

Después de unos minutos llegó a la mesa un vino que olía a humo en un principio, después mucha fruta negra en sazón y capuccino. Boca frutal de excelente acidez, pero que con el tiempo se rompe esa sana tensión de su frágil equilibrio, y aparecen pasificados, granos de café con alguna arista de alcohol. La verdad es que es un vino que si se cuida la temperatura es bastante bebible y hasta disfrutable. Hoy he aprendido algo más… levanto mi copa…¡Arriba Italia!, ¡Saaalud!

Acabo de leer en la columna del viernes de Gerschman, titulada Vino, una apología al vino blanco y también al rosado. Es frecuente escuchar ya entrada la estación de la primavera, cuando sube el termómetro, todo tipo de alabanzas al vino blanco por aquello de que se sirve a menor temperatura que el tinto. Yo mismo he caído seducido en ese cliché, pero ya puestos al análisis es fácil concluir que entra muy bien, pero que al final también cobra factura. El alcohol frío o caliente llega al cuerpo y hace sudar.
Pero qué pasa en Andalucía, cuna de manzanillas y finos con su destacado grado alcohólico, que se beben hasta en los días más calurosos de verano, tapeando con mariscos. ¿Acaso el color juega un papel psicológico importante? Desde que vemos un tinto en la copa nuestro cerebro percibe un vino con más peso, más alcohol, más extracto, más calorías. Es quizá la combinación de temperatura, color y textura lo que hace que los blancos sean más socorridos en tiempos de calor.

Windows on the World, Complete Wine Course

En la edición de 2009 del famoso libro de Kevin Zraly, aquel personaje propietario de Windows on the World, restaurante ubicado en una de las desaparecidas Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York. Se ha dedicado en los últimos años a escribir y a enseñar en sus cursos sobre vino. En esta edición aparece una gráfica de la tendencia de los norteamericanos en el consumo de vino blanco y tinto. En 1970 el 76% del consumo era de vino tinto, en los ochentas esa proporción bajó al 47%, en la década del 90 los norteamericanos consumían mucho más blancos en una proporción del 70%, para el 2000 la proporción se equilibró a 55% blancos y 45% tintos y en los últimos siete años ha crecido la proporción de tintos, para 2007 los norteamericanos consumían un 55% de tintos y un 45% de blancos. La tendencia antes del 2000 Kevin la atribuye al cambio en hábitos más sanos, que han repercutido en un mayor consumo de alimentos bajos en grasa y aumento en el ejercicio físico. De papas fritas a pescado y vegetales. Chardonnay se convirtió en el nuevo paradigma en lugar de pedir simplemente un blanco. Pero en los últimos siete años parece que la tendencia es que los tintos vuelvan a ocupar su antiguo puesto. El consumo de vino blanco en el vecino país norteño sigue siendo alto, abriendo un gran mercado para este tipo de vinos. Por mi parte reconozco que cada día consumo más blancos. Hay muchas joyas que descubrir en Alsacia, en el Mosela, Valle del Loira y como pueden ver Francia está en primer lugar dentro de mi lista.

Duetto 1999

Hace unos días, con motivo del primer aniversario de este blog, descorché una de las pocas botellas que me quedan de Duetto 1999. Cuando tenía pleno derecho a llamarse Duetto, refrendando aquel maravilloso 97. Sorprende su juventud, con mucho polvo en la etiqueta, polvo del que estoy muy orgulloso ya que es testigo de la esmerada guarda de este gran vino mexicano. Que para muchos amigos no es ninguna sorpresa que sea mi preferido, por mis múltiples comentarios en verema.com. Esta botella muestra signos inequívocos de juventud, aunque también reconozco que ya se puede disfrutar. Al quedar dos botellas más en la cava, podré seguir su evolución. Cómo olvidar aquella gloriosa botella de Duetto 1997, que Valente, el Doc., descorchó cuando lo visité en Tijuana.

Luigi Bosca, recuerdo esta bodega en general y su delicioso chardonnay en particular. He probado y guardado muchas botellas. Un vino que disfruté en varias ocasiones y que compartí en mi mesa y en otras con muchos buenos amigos. ¿Pero después qué pasó…? Es la pregunta que ha quedado en el aire y que se repite en mi cabeza. Después de probar la añada 2000 y uno que otro 99, encuentro cambios significativos y no muy de mi agrado. Para la mayoría, el aumento de 0.5° de alcohol no es nada, pero para mi paladar ha sido determinante, mi memoria olfativa no es muy prodigiosa pero al final mis recuerdos no me remiten a aquellos vinos que tanto disfrutaba, con su propio carácter a precios comedidos.

PX Fernando de Castilla

Es domingo, un fin de semana largo por el puente, así que bajé a la cava a buscar un blanquito. Curiosamente era el único Luigi Bosca que quedaba. Chardonnay 2004. La curiosidad me venció y me lo he bebido con mi esposa y demás miembros familiares. Dorado, espeso con aromas tropicales a piña cristalizada al principio, paja mojada y notas anisadas. En boca es amplio, y el aire lo hace más agradable que en un principio, debo reconocer que sus 14 grados de alcohol podrían notarse mucho más en esta tarde de primavera, aunque su entrada todavía no es oficial.
Café y de postre un PX Fernando de Castilla: Higo, licor de café y menos notas de caucho que en otros PX. Me parece que es una buena opción para quienes vivimos en México y no contamos con el exquisito y económico PX de Alvear.

Uno de tantos ritos en el servicio del vino es el del sumiller entregando el corcho al comensal encargado de dar el visto bueno al vino elegido. Lo llevará directo a su nariz para comprobar que el vino no tenga defectos. Curiosamente muchos de los mejores vinos que he tenido el placer de disfrutar, al principio muestran aromas de reducción no muy agradables para los sentidos, sobre todo en añadas viejas. En cambio hay otros que el olor del corcho apenas denota el mal estado del vino.
Los cánones de la «etiqueta» dictan que sólo se huele, aunque algunas personas prefieren mordisquearlo. Cuando el sumiller vierte esa pequeña cantidad de vino en la copa, la gran mayoría lo prueba sin saber que muchos de los defectos se pueden percibir con el olfato. Aunque siendo una costumbre tan arraigada, tampoco está demás sorber un poco para sentir la temperatura y comprobar si hay o no algún defecto previamente percibido por el olfato.

Regresando al corcho. ¿A qué huele el corcho? o ¿A qué debería oler el corcho?.
Me parece que hay una gran confusión a la hora de dar el visto bueno al vino en los restaurantes. Un corcho en buen estado huele a vino, un vino defectuoso puede oler a muchas cosas desagradables. Pero definitivamente no se trata de que el vino sea como lo haya imaginado el cliente. Hace un par de años asistí a una comida con un amigo, éramos varios comensales, de repente uno de ellos rechazó la botella al sumiller. Éste, sin poner en ningún momento en tela de juicio la opinión del cliente retiró la botella y trajo otra. Me llamó poderosamente la atención que fuera otra marca distinta a la primera. Al final de la comida le pregunté por qué había devuelto la botella, contestando con un aire muy académico: no era lo que esperaba de ese vino…¿No era lo que esperabas? ¿Alguna vez lo habías probado? No. Pueden imaginar la cara que puse.
Existen varios motivos para rechazar una botella, pero no esta última, al menos que el cliente tenga fundadas sospechas de que le estén dando gato por liebre, pero para esto debe haber descorchado un buen número de botellas de la misma marca y añada en distintas circunstancias.

La seudo cultura del consumidor no encaja con los parámetros de servicio moderno. Tampoco es deseable que cada vez que visitemos un restaurante, tengamos que resistir un aburrido discurso de 15 minutos del sumiller. Existe un gran problema de comunicación entre el sumiller y el cliente. He podido observar que el comensal no le da su lugar al sumiller, ni el sumiller al cliente. Esta relación debe cambiar si queremos gente más profesional en el servicio del vino. Hay quienes quieren saber más sobre el tema, si es así adelante, que el sumiller se explaye y platique: Si sólo se trata de pedir una sugerencia, entonces que se limite a ofrecer un vino acorde al gusto, maridaje y bolsillo del cliente. Aquí es donde entra la psicología, materia que deberían agregar al currículum de todos los sumilleres.

Haciendo varios cambios en el metro, llegamos a la estación de Tottenham Court Road, para visitar El Museo Británico. Uno de los grandes museos de Europa, con 250 años de historia. Nunca he estado más de dos horas en un museo, ya que al final se recorren los pasillos sin prestar mucha atención, debido a la saturación de los sentidos. No es recomendable. Así que tuvimos que escoger las salas de nuestro interés: Grecia, Roma, Egipto, los sumerios y un vistazo a México. Este museo tiene una de las colecciones más grandes de arte helénico, con frisos del Partenón, templo dedicado a Atenéa a mediados del siglo V aC. Sus arquitectos: Ictinos, Calícrates y el famoso escultor Fidias. Extensas colecciones que merecen la pena más de una visita. Además de su deslumbrante y gigantesco vestíbulo repleto de luz que da la bienvenida.

Fuagrás de Pato

Después de la interesante visita al museo recorrimos a pie nuestro camino de regreso, haciendo una escala en el restaurante Bloomsbury St. Sobrio, refinado y excelente atención, nada común en Europa. Empecé con un paté de hígado de pato: presentación impecable, excelente textura y mejor sabor, seguido de un fresco salmón, a las brasas, rociado con un sancerre, aunque no he anotado nada más. Floral y sutil. Un refrescante y gratificante blanco. Al estar enfocando mi lente al plato de fuagrás para tomar una foto, se acercó preocupada la mesera ya que una de las rebanas de pan tostado estaba en posición horizontal, así que me sugirió que tomará otra foto con el pan en posición vertical. A esto le llamó celo y esmero al trabajo. Aunque no pude evitar dibujar una sonrisa en mi rostro.
Para ayudar a la digestión, nos dirigimos a la estación del Puente de Londres y recorriendo unas cuadras llegamos cerca del famoso Puente de La Torre. Estando muy próximas dos de las tiendas que me había recomendado Mr. Crimmin, el sumiller del Gaucho, aproveché y corrí a buscarlas mientras mi esposa y mi hija se quedaban charlando en un moderno café por la zona. Metida en un callejón medieval a un lado de King William Street, llegué a Bedales, una tienda pequeña donde se degusta y se compra vino, con algunas mesas dispuestas en la entrada y botelleros al fondo así como alrededor del pequeño local. En esa tarde tenían un acontecimiento privado por lo que no pude probar nada. Me imagino que el dueño es el mismo hombre que me atendió ese día. En realidad no es una tienda con un gran surtido, sobre todo tomando en cuenta mis expectativas, así que con el pretexto de que mi mujer me estaba buscando, salí rumbo a la segunda tienda, que se encuentra justo unas cuadras más adelante.

Interior de Vinopolis

Vinopolis moderna y muy grande, con un enorme wine bar al frente. Mucha luz, mucho espacio, pero poco surtido. Es sin duda una de las tiendas más grandes y al mismo tiempo menos surtidas que he conocido. Por lo menos en lo que respecta a los vinos que están en los anaqueles, ya que había varias personas tomando pedidos en otra habitación, así como el acostumbrado privado para el whisky. Un poco decepcionado y cabizbajo regresé caminando a marcha lenta a tomar un café con la familia. Quedaba sólo la mañana del día siguiente, así que tenía que jugarme la última carta.
Antes de abordar el metro de regreso al hotel, pasamos a beber una copa en Davy´s, un Pub desbordante de gente, gracias a una amable mesera pudimos pasar al comedor, ya que todas las mesas del bar estaban ocupadas. St. Ceran, Blanc de blancs brut para mi mujer, y un Broully Les Thibaults 2008. El primero de burbuja fina y con una buena dosis de azúcar residual para ser brut, mi esposa lo calificó como «acervezado», quizá por la levadura tan presente. El broully, bastante primario, más bien parecía un beaujolais común y corriente.

Berry Bros. & Rudd

Sin tiempo que perder, al otro día salí del hotel pasadas las ocho de la mañana rumbo a la estación de Green Park. Después de un café y un pan dulce, salí para volver a entrar a otra cafetería en otro de tantos callejones. Tenía que hacer tiempo hasta las diez, tiempo para otro cafecito de casi 2 £. La calle era fría y húmeda, con una molesta y típica llovizna londinense que empapaba mi chamarra, el paraguas lo había olvidado en el hotel. A las 10:05 salí de la cafetería para buscar la tienda. En contra esquina encontré Justerini & Brooks, crucé la calle de St James, y sacudiéndome las gotas de agua de las mangas, entré. Recibido en el vestíbulo por una refinada dama, cabello castaño, de aspecto intelectual, con una diadema; de esos aparatejos que llevan audífonos y micrófono integrado. Sentada frente a un monitor me dio la bienvenida, he inmediatamente me dijo que la venta de vinos era por caja. Después de un momento de silencio y al ver mi cara de sorpresa, replicó que unos metros más abajo se encontraba Berry Bros. & Rudd, tienda donde podía conseguir vinos por botella. Berry Bros & Rudd, era precisamente la tienda que estaba buscando, así que sin perder tiempo me despedí, no sin antes agradecerle la información. De camino me encontré tiendas muy interesantes: Lobb, de reparación de calzado, Truefitt & Hill tienda de brochas, espejos y otras monadas para afeitarse y para el baño, no podía faltar una tienda de puros y pipas, Davidoff. Se pueden apreciar sobre esta famosa calle algunas fachadas con influencia georgiana. Berry Bros. & Rudd es una tienda aún más antigua que el Museo Británico, con más de 300 años de vida, que se respiran en sus viejos pisos de madera además de algunos utensilios y botellas viejas, dignos de la colección de un museo. Al principio me recibió una elegante y espigada señorita, que al soltarle una avalancha de preguntas, como; ¿Qué champán artesanal me recomendaba…?, salió de la sala donde me encontraba buscando algunos vinos. En su lugar llegó Mathew Forster y comenzó una charla de varios minutos. Una de las cosas que me llamó más la atención, fue cuando me dijo que los Madeira podían abrirse, y tomarse varios días y hasta meses después sin ninguna repercusión negativa en el gusto.
Le pedí que me recomendara tres borgoñas tintos de alrededor de 35 £, y con otros tres blanquitos de otras regiones, completé mi cuota, cuota para poder manejar una cajita no muy grande ni pesada, ya que el camino era largo y el metro no es el mejor lugar para ir muy cargado.

Así dejamos el Támesis atrás para estar todavía un par de días en Dublin, junto al Liffey. En la última cena del viaje, en Chesterfield pedí media botella de Fleurie Poncereau 2007 de un viejo conocido de Louis Jadot. Frutal y térreo a la vez. Maridó muy bien con unos rollitos crujientes de pato estilo oriental, y una fresca y deliciosa ensalada. Confirmé lo antes dicho; Chesterfield, tiene muy buena cocina.

Rollos de pato y Poncereau 2007

No sé si sea mucho o poco, no tengo otras referencias, aunque algunos blogs deben ser más viejos. Gota a gota hoy cumple un año. Un espacio que por lo menos a mí me ha resultado muy entretenido, porque he podido escribir y además reflexionar sobre asuntos relacionados con el mundo del vino. Agradezco a quienes han leído este blog, y sobre todo a quienes lo enriquecen participando con sus interesantes comentarios.

Algunas cifras: 95 entradas, 14,131 visitas, 529 comentarios.

¡Mil gracias!

Foto extraída de caramel.com