Viernes caluroso con amenaza de tormenta después de varios días sin lluvias, hoy parece que caerá algo de agua, afortunadamente, y más tarde así fue y refresco la noche. Esta cata se convirtió en una cata de precios altos, por así decirlo. Lo malo está cuando no cabe una justificación. Empecemos a desmenuzar lo que sucedió. Llegó un viejo y querido miembro del grupo de visita, así que empezamos muy bien.
Abrimos boca con un vino clarete, es decir un vino elaborado con uvas tintas y blancas, a diferencia de los rosados que son elaborados con uvas tintas y cuya maceración es muy corta. Tulip Rosé 2016 de las colinas de Judea (judean Hills) vinificado 65% de cabernet franc y el resto de sauvignon blanc. Piel de cebolla algo velado, olores a melón maduro con notas de guanábana, en boca domina un amargor de agua quina, nada que invité a comprar otra botella, y menos aún si revisamos el precio: mil pesos… Debo decir que este vino junto con el último fue comprado en un restaurante cuyo dueño llegó a la mesa a ofrecernos vinos de esta región que habían importado hace poco. Quién iba a decirme que pagaría por un clarete anónimo, mil pesotes… A veces soy muy educado y prudente.
Hugel Gewurztraminer 2013. Un alsaciano que nunca falla, con su ya reconocido carácter femenino a rosas. Huele a eso y a maracuyá con notas lejanas de nardo… espeso, de acidez justa y final amargo, muy elegante. Para guardar una caja. No conozco a una sola mujer que se resista a este vino.
Sottano Malbec 2008. Primer golpe a madera usada, como si estuviera ante un riojano de viejo cuño, yo mismo que fui quien preparó la cata. Me hace dudar… huele también a barro y notas lejanas de fruta negra. En boca se nota un poco cansino, aunque extrañamente a mis compañeros les pareció potente e inclusive astringente. ¿Será el mismo vino? Al final creo que no repetiría. Inolvidable con causa.
Sottano Cabernet Sauvignon 2009. Esto tiene un color carmín de capa alta, precioso a la vista. Huele a cerezas y notas de grosellas. Boca frutal, excelente acidez y final muy largo. Repetible.
Cocodrilo 2013. Vino redondo cuya acidez, tanino y alcohol están en equilibrio. Hay quien escribió que huele a vainilla, chocolate y dátil, en boca astringente. Con sus 15 grados de alcohol y 14 meses en barrica nueva de roble americano.
Tulip 2012. Vinificado con un 85% de cabernet franc y 15% merlot, un ensamble que no había probado. Es un vino que pasa muy bien. Aromas químicos al principio de acetona, que va abriendo con el aire para dar después cerezas en licor y hollejos. Va de menos a más, agradable de buen paso. Todo va bien hasta que recuerdo que pagué $1500.00 Y es que si después de $500 me pongo un poco exigente, al triple empiezo a desvariar. No puedo dejar de recordar un Ferrando de Carema en 25 dólares o el multicitado Mogor de Lapierre en poco más de mil en México, según reporte de un amigo. No, creo que no repetiré. ¿Cuántos productores arribistas quieren cobrar en su primera añada un riñón…? Cuando algunos productores han dejado riñones, corazón y córneas dentro de un viñedo por generaciones.
Como he dicho repetidas ocasiones, hoy parece que el mercado del vino se suma a la bolsa de valores con sus compras a futuro, tanto nuevo rico suelto léase sobre todo chinos y rusos que pagan, como dicen en España un huevo por una botella que quizás nunca descorchen. Nos han jodido la vida a quienes disfrutamos el vino de verdad, y no como un mero negocio o estatus social… Y los productores cada año anunciando la añada del siglo. Abur.