Archivos para marzo, 2011

Valdo Prosecco, D.O. Treviso, fresco y limpio

Llegando de la jungla de asfalto, smog y uno que otro idiota desesperado entre el tránsito, lo primero que pedí fue una copita de prosecco. Me llamó la atención que el mesero sirviera la mitad de la copa con lo que restaba de una botella, y la completó con otra recien abierta… El lugar, Viña Gourmet, con su tienda de vinos al otro lado de las mesas, una selección de vinos modernos algo subidos de precio. Un lugar que frecuento por su tablita de jabugo con manchego poco curado y aceitunas. Falta un buen Jerez.
Valdo es un prosecco de Treviso, intenso, limpio y ligero, con una burbuja muy sugerente; pequeña y constante. Un buen prosecco con recuerdos de flores y cítricos, lima. Excelente para sacudirse el bullicio de la calle y hacer un paréntesis para entrar al bullicio del restaurante.
Hace muchos años Rioja era la única embajadora del vino español, hablar de España era hablar de riojas y hablar de riojas era inherente no sólo a España sino al gusto mexicano por el vino español. Jerez también. Las restantes denominaciones eran cuasi desconocidas, aunque año con año se abre el abanico y se van sumando otras. Penedés, Somontano, Valencia, Pla del Bages, Dehesa del Carrizal, Valdepeñas, Bierzo, Cigales, Campo de Borja, Manchuela… El Priorat no es una región reciente, se hace vino desde el siglo XII, pero tampoco ha sido una denominación de vinos económicos, sus precios rebasan fácilmente los $500. Hoy podemos cuestionar los precios del Priorat, aumentados sensiblemente cuando llegan a México, pero tenemos una buena oferta para escoger. Garnachas tintas centenarias y el suelo de licorella forman el binomio para destacar la mineralidad de sus tintos. Cómo olvidar Porrera aquella tarde de otoño en la finca La Tena, de mis amigos Paco y Dominic. Un recuerdo que me vuelve a la memoria cada vez que veo algún vino del Priorat.

Badaceli 2005

Pero volviendo al restaurante. Fui a la tienda adosada al comedor para buscar un vino. Sé que para mucha gente levantarse de la mesa para buscar vino sería una completa incomodidad, para mi no lo es. Indagar entre los botelleros me parece un buen ejercicio antes de descorchar una botella en la mesa, me hace sentir en casa. La oferta de Priorats es muy buena, considerando que no es una denominación tan conocida como otras, su oferta es de doce tintos, los precios varían aunque el promedio está en $500.

Escogí el Badaceli 2005, D.O. Priorat, sus 14,0 grados de alcohol pasan desapercibido, su precio de poco más de 300 pesos está entre los más bajos. Un tinto rusticón, mineral, tanino suave y buena acidez. Con la famosa crema de almeja de la costa este de EE.UU., ampliamente conocida como clam chowder, el prosecco resaltó la textura cremosa y suavizó lo salado de las almejas. El segundo tiempo maridó de maravilla con el Priorat, una chuleta de cerdo con costra de pimienta negra y salsa agridulce. Una exquisitez a pesar del calor, las calorias y todo lo que implica. Pero quién se preocupa de las calorias con una buena copa de vino en mano. Por último un café expreso y pasar la servilleta por la boca.

Chuleta de cerdo con costra de pimienta negra

Botellas de la Cata 143

La temperatura sube día con día, la primavera deja sentir su aliento aun en el aire de la noche, esta noche donde por tercera vez buscaremos la tipicidad de la uva malbec. En realidad sería muy pretencioso buscarla, es una tarea casi imposible, así que nos limitamos a pasar un buen rato y escoger los mejores vinos.
Este año se acabaron las multas y los castigos monetarios para los impuntuales y los que dicen que vienen y nunca llegan, de cualquier forma lo recaudado se destina a la cata de fin de año. A cambio los primeros en llegar reciben una resfrescante copita de espumoso. Hoy empezamos con este nuevo protocolo, muestra de cordialidad y bienvenida, en este ya de por sí complicado panorama de la vida cotidiana. Así que desde ahora un espumoso de entrada: champán, cremant, cava, prosecco, asti, lambrusco… cualquiera que se atraviese en el camino. En esta ocasión serví un cava Peñalba López 2008, Aranda de Duero, de la bodega Torremilanos. Austero, de burbuja persistente pero muy grande, aromas a manzana verde, en boca le falta acidez.
El primer malbec; Finca La Colonia 2010, de la famosa bodega Norton, una de las más grandes de Mendoza. Color picota, brillante y con una nariz muy integrada, difícil de desmenuzar: frutal, floral con una nota mentolada que lo hace muy jugoso y refrescante, un buen vino joven por menos de $100. Viento Sur 2010, de la conocida bodega Freixenet que ha hecho inversiones importantes en América. Este vino tiene de entrada olores químicos, tinta china, de tanino áspero y acidez justa, nada que lo mueva a uno, ya no digamos a volverlo a comprarlo, sino a darle un segundo trago. Fue el que menos gustó.

Tierra de Luna Alta Colección 2009. Aromas herbáceos, hollejos y notas químicas. En boca tiene un final a fruta pasada, que me recuerda la comida que le dan a los pobres changos en el zoológico. Aunque creo que fui el único en detectarlo, para los demás fue un vinito frutal de fruta fresca.

Rigal Malbec 2009, Vin de Pays. Algo que veniamos detectando en la mayoría de los vinos anteriores, junto con este, es un olor a sandía. Quizás sea la primera pista para definir la tipicidad de esta uva. Una vez que nos pusimos de acuerdo en este detalle, llegó el último de la noche a descomponer nuestras valiosas conclusiones, la verdad es que ya lo sospechaba desde un principio. Otro detalle ha sido que la mayoría tienen poca crianza en barrica, y es de segundo uso, con excepción del último. El quinto de la noche fue el mejor. Todos coincidimos. Sur De Los Andes Reserva 2006, nariz intensa a chocolate, vainilla, fruta negra, en boca untuoso, complejo y tánico.

Encontré el malbec de Monte Xanic 2008, «Edición Limitada»que de inicio me pareció buena idea probarlo, hacía mucho que no compraba algo de esta bodega, ni siquiera los blancos. Fue una total decepción. Un vino de más de $500 pesos, que a lo único que sabe es a agüita con chamoy, salado y sin pizca de acidez. Aquí transcribo algunos comentarios: «Se nota que es de Baja California…» me imagino que lo apunta por lo salado, «salado y amargo» (…) Si lo salado es resultado de la tierra y los años más secos, creo que deberían empezar a buscar otras tierras. Así terminamos esta cata para entrar en la segunda fase de malbec, de precios mucho más altos. En este caso hubo dos vinos fuera de Argentina, que no hicieron muy buen papel.

Todas rotas por la pierna...

Esta noche también rompí el record de copas rotas, con un total de tres. Una carambola de tres no es muy común, pero gracias a algunas copas extras que tenía guardadas no padeceremos por escasez en nuestro inventario. Lo más frustrante de todo es que se han roto de la pierna, quedando el cuerpo intacto… también quiero confesar que el único culpable he sido yo.

Aunque en muy pocos lugares del mundo la savignon blanc goza de tanta fama y prestigio, los vinos blancos de Burdeos, salvo algunas afortunadas excepciones, bodegas como: Y´Quem y Chateau Carbonnieux son poco conocidos aunque sus precios nunca han sido accesibles, es quizá por esta razón que la gente no se acerca a ellos, y en cambio prefieran los tintos de esta zona, que sin ser más baratos son más populares a nivel mundial. Hace cinco años me hice de una botellita de Haut Brion Blanc 1994, desde el 2006 permanecía muy quietecita en el botellero acumulando polvo y evolucionando lentamente para que llegara el día de su descorche.

Michael Broadbent apunta que: «esta añada sufrió lluvia a mitad de septiembre, debatiéndose entre la ruina parcial y la podredumbre gris, aquellos que vendimiaron más tarde obtuvieron los mejores resultados» (…)

Hablando de Ch. Haut Brion en particular, Mr. Broadbent apunta: la primera ocasión que probó esta añada fue antes de salir a la venta, y la otra en una cena para recaudar fondos: «pale green gold; very fragant bouquet that opened up attractively; dry, lovely flavour, fresh, fairly powerful, good acidity. As so often, somewhat austere» (…)

Diecisiete años para un vino de un Chateau tan legendario como prestigioso parecerían los estrictamente necesarios para que empiece la magia de la evolución y ofrecernos capas y capas de complejidad. Debo aclarar que es mi primer contacto con este blanco, pero mis expectativas eran muy altas. No quiero hablar del precio, parece que ahora es muy alto. A mí no me costó más de $200 verdes.

Anunciado con bombo y platillos le advertí a mi esposa que lo descorcharía ese mismo día en uno de nuestros restaurantes favoritos.

Color amarillo dorado y brillante. Nariz apagada: paja mojada, pimienta blanca y fruta amarilla; manzana asada. En boca es austero, de acidez muy justa con recuerdos a fruta amarilla no muy definida, granos de café tostado y final mineral. Sin muchas concesiones. Este vino va cuesta abajo, sin duda. ¿O será que está en un proceso de mutismo antes de abrir a todo lo que da…?

Pedí de primer tiempo una deliciosa crema de espinacas que maridó de manera decente, aunque le faltaba acidez al vino para romper con la textura cremosa. Como segundo tiempo; una lubina a las finas hierbas sobre verduras al romero. Bastante grasosa y pasadita de romero. Lo mismo; faltó acidez para romper con la grasa y lo especiado de las verduras. Así mi primer encuentro con este blanco, esperando se repita la ocasión con mejores resultados, tanto con la comida como con el vino.

Niepoort en 375 ml

Así reza un viejo dicho popular, y ya empiezo a confirmarlo en varios aspectos de mi vida. No es que me sienta viejo, ni mucho menos, pero debo reconocer que después de la mitad de la cuarta década las cosas no son igual que antes. Aunque también pude haber puesto el título: «De titanio al fuagrás»… En alusión a los hígados deteriorados de los pobres gansos. Todo esto viene a colación por un trío de botellitas de oporto de la bodega Niepoort, que acabo de ver en Palacio de Hierro. Un formato muy códomo para quienes quieren darse el gusto de beber una copita de oporto sin tener que guardar el resto de la botella. Una medida que puede dejar satisfechos tanto a dos como a cuatro personas, un tamaño muy recomendable, con la única desventaja de que hay quienes dicen que no evoluciona tan favorablemente como en una botella de 750 ml y mucho menos que en una magnum de litro y medio.
Y es que en mis años mozos cuando contaba con veintitantos podía beber una botellita entera yo solo, entiéndase de 750 ml, sin pesadez ni remordimientos; y seguir mi camino en la carretera como cuando fui por primera vez a España, a finales de los ochenta. Toda una experiencia haciendo escalas por los lugares de comida más abarrotados de coches y camiones en el estacionamiento, ya que de seguro adentro se comía bien, bebiendo y disfrutando de los vinos locales. Hoy lo pienso dos veces antes de beber una botella con mi mujer, a sabiendas de que después tengo que manejar en carretera. Sobre todo si se ha comido como Dios manda y el estómago requiere de altas dosis de oxígeno, llevadas por la sangre. Lo que se conoce como marea alcalina. Así que estas botellitas son una muy buena opción.

Friné 2006, Sauternes

Dentro de estos formatos pequeños encuentro una gran variedad de marcas, bodegas y estilos. Uno que me llamó la atención fue el Sauternes Frine 2006, de Rotchild, una marca que tiene tanto Burdeos como Riojas, y en cuya etiqueta aparece el nombre de Deby Beard, una mujer que promueve el vino desde distintas trincheras y que parece que ha dado resultado imprimir en la etiqueta su nombre… aaah esto de la mercadotecnia nos tiene sorpresas a cada rato. Pero hoy no estoy para vinos dulces, siendo franco para ninguno. Nuestra perrita, a la que adoramos, tiene un tumor maligno… Como apunta el escritor vasco Juan Bas, en su extraordinaria novela Voracidad: «El cáncer. Una obra maestra del terror, todavía con mejor trama que la del bebé de Rosemary: la semilla del diablo. El cáncer es el Alien que crece dentro de ti hasta destruirte. La sublevación de tu propio cuerpo.» (…)

No sé cuando, pero en un futuro próximo probaré tanto el Oporto 10 años como el Sauternes de la rubia.