Archivos para junio, 2011

Botellas de la 146... malbec VI parte

Así como en catas anteriores hubo poco quórum, hoy estoy muy contento de que haya casa llena, además de un invitado muy especial, mi querido amigo y compadre Rodolfo. Así como también dos «descarriados que han vuelto al redil». El problema viene con las copas, ya que las últimas han tenido que ser de chile, de dulce y de manteca, ya que no alcanzaron las «originales» para tantos concurrentes. Otro problemita viene a la hora de servir el vino, para no dejar a los últimos sin su porción mínima, superados esos dos problemas todo salió de maravilla.

Tenía todas las intenciones de juntar los seis mejores malbec que habíamos probado a lo largo de la primera mitad de este año, y poder disfrutarlos y compararlos, pero por más que los busqué, hubo dos que no aparecieron por ninguna tienda. «Se nos acabaron…» También me han dicho que los volverán a tener en sus anaqueles en los próximos días, así que pospuse un mes más la esperada cata de los mejores…
No me ha quedado otra más que comprar seis nuevos malbec.

A pesar de que el comercio del vino en México no es precisamente abundante, hay varietales que pudiéramos pasar varias catas probando, sin agotar el repertorio. Es el caso de esta uva, que no hay un lugar donde no se encuentren por lo menos un par de ejemplares. Yo me pregunto si habrá un mejor homenaje a los vinos de esta variedad, que probar todo lo que encuentre en los anaqueles. Y tratándose del primer año que se celebra el día del malbec (17 de abril). Así lo ha decidido Wines of Argentina que reúne a las bodegas exportadoras de ese país, recordando al señor Pouget, quien plantó precisamente un 17 de abril las primeras cepas de malbec en Mendoza. Apunte sacado de la revista Catadores de este mes.

El caso es que nos volvimos a despachar seis malbec, que hemos disfrutado y comentado mucho en esta noche. Es quizás también la predisposición o la sugestión de probar los seis mejores, ya que nunca les advertí el cambio de planes, hasta concluida la cata.

Sirviendo el sexto...

Empecé dándoles la bienvenida a los puntuales con un cava reserva Mont Marçal, vinificada con xarel lo, macabeo y chardonnay, esta última, cada vez más usada como lo que llaman ellos; «uva mejorante», aunque no estoy del todo de acuerdo, y este es un buen ejemplo. Sus aromas a tiza, me hacen pensar más en la chardonnay que en las otras uvas. Al principio huele a panadería, pero desaparecen sus aromas en pocos segundos para dar paso a tiza y cítricos, que se confirman en boca. Seco hasta la médula y de posgusto largo.

El primer tinto ha levantado buenos comentarios que después de ver el precio se han multiplicado. Finca Simonassi 2007, cuya crianza es en roble francés, pero el 80% se deposita en piletas doce meses, me imagino que son de concreto. Un vino frutal; ciruela madura con notas de violetas y menta, agradable, guardando el equilibrio, de boca mineral, con buen nervio, acidez intensa.

De la bodega Del Fin del Mundo, llega un vino del mismo nombre añada 2008, con 14 grados de alcohol no muy integrado, con mucho extracto y final corto. Desaparece de la memoria así como llegó. El tercero es de la bodega Porvenir de los Andes, La Borum 2006. El primer golpe es de aromas ahumados y térreos, con un fondo de fruta roja indefinida, para mi gusto desenfocado y de final corto, aunque sólo haya una coincidencia con mis apuntes, para todos ha sido un vino agradable y de final largo. De la bodega Viña Alicia, vienen los dos siguientes, Paso de Piedra 2008, con ocho meses en barrica de segundo y tercer uso, nada común hoy en día. Muchos han percibido aromas de crianza, cueros y ahumados, «acaramelado», «agradable y voluptuoso», «muy, muy rico»… han sido algunos comentarios. Viña Alicia 2008 ha sido mi favorito. Aromas intensos a fruta roja, sandía, que se confirma en boca y que hemos llegado a la conclusión de que es parte de la tipicidad de la malbec. Redondo, firme, de taninos maduros y muy largo. El último, Felino 2008. Aromas a chocolate blanco, fruta negra, notas de grano de café tostado, en boca muy, muy mineral y de tanino casi dulce, ¿serán sus 14 grados…? Otro que ha gustado a la mayoría, y aún más al revisar su precio que no llega a los $300.00.
Concluida esta cata, espero la siguiente con la esperanza de encontrar los seis mejores vinos escogidos por el grupo, ya que muchas botellas así como llegan a las tiendas se van para no volver.

El Festival Oenovideo se celebró este año en Arbois, Jura, en su décima octava edición. El video ganador: «La Clef des Terroirs» de Guillaume Bodin. Aquí una probadita de este documental.

El cielo está despejado, sólo hay algunas nubes en el horizonte que apenas asoman enmarcando el paisaje sabatino, El clima es templado, el termómetro marca 19°C a pesar de que no se han dejado sentir las lluvias como deberían en este mes. La reunión del pequeño grupo de amigos cercanos apunta a un opíparo festín, aún con mejores vinos. Los inmaculados manteles blancos bordados a mano lo presagian. Al fondo un grupo tocando Jazz, con una vocalista de voz angelical, a un nivel audible pero que deja hablar y escuchar de un lado al otro de la mesa. Mi esposa preparó unas tiras de atún con algo de cítricos y cilantro, del otro lado en la mesa hay una rica fuente de mariscos frescos con una espesa salsa cremosa secreto legendario de la abuela. Todo acompañado de una exquisita ensalada con varios tipos y colores de lechuga, palmitos y tomates bañados de aceite de oliva extra virgen con trufa. Como plato fuerte un lechazo de cordero al horno, en su punto, crujiente por fuera y suave por dentro, como guarnición; papa al horno con crema agria y trozos finamente picados de tocino y cebollín. La papa no puede faltar en mi dieta.
De la cava sale un Tondonia Blanco 1964 y un Puligny Montrachet Louis Jadot 1996, para acompañar los primeros platos, no sin antes descorchar un Pol Roger Rosé 1998 para el brindis. Pensando en el maridaje del lechazo, he escogido un La Tâche 1988, que ya debe estar entrando a la madurez…

Perdón, pero la abstinencia de carne roja y vino tinto me han hecho alucinar, además soñar nada cuesta… Llevo diez días portándome como un angelito, los cristales de ácido úrico son historia, pero no quiero abusar. Mañana. Mañana será otro día, es día del padre, nunca lo había esperado con tantas ansias… pero si he de pecar debe ser con algo que valga la pena. (continuará)

Foto extraída de arthursclipaert.org

Cual vil verdura tuvo que subir a la báscula…

Unos cuantos gramos pueden marcar una gran diferencia. Para un recién nacido prematuro, 100 gramos pueden ser la diferencia entre la vida o la muerte. Después de aquella entrada titulada Pensando Verde en la que hablé de la propaganda de las bodegas a favor de prácticas ecológicas, y dar dos ejemplos: uno el de Casillero del Diablo Merlot 2010 anunciada como «NUEVA BOTELLA LIVIANA». Y la otra, bodega de Miguel Torres en Penedés, con su Sangre de Toro 2010.

Tenía la curiosidad de saber la diferencia entre una botella de las de antes y ésta… Aprovechando que no había mucha gente; que las básculas en el departamento de frutas y verduras están al alcance del público, y que todavía encontré la añada anterior; pesé las dos botellas. La primera un Casillero del Diablo Merlot 2009, botella «normal» y la misma de añada 2010, con la leyenda antes descrita. La diferencia es de sólo 100 gramos, la primera pesó 1,350g y la segunda 1,250g un 8% más liviana y no un 13% como lo apuntan en su página. Aunque también cabe la posibilidad de que la báscula esté un poco descalibrada… Un peso neto por botella de 600 y 500 g respectivamente. Traducido a una caja (doce vinos), estamos hablando de una diferencia de 1 kilo 200 gramos, casi otra botella «liviana» por caja. Por cada doce cajas podrían meter al camión una extra. El ahorro en la utilización de vidrio es de 2,200 toneladas al año, según datos de la compañía. Cifra nada despreciable.
Aún así son números que para un hedonista puro e inmisericorde como yo, no representan un motivo poderoso para que escoja el Casillero Merlot 2010 sobre otros vinos en botellas «pesadas». Pero no dudo que existan personas más preocupadas y ocupadas por la ecología que cambien sus prácticas a favor de lo verde. Tampoco dejo de reconocer el esfuerzo de estas compañías para producir vino sin menoscabo del medio ambiente, aún cuando las autoridades las tengan bajo la lupa para obligarlas a cumplir con ciertos lineamientos y así más tarde compensarlas a la hora de pagar impuestos.

Bodegas Torres es la otra bodega que puse de ejemplo en el post anterior, muestra en la botella de Sangre de Toro crianza 2010 una etiqueta verde con la leyenda en inglés:

#1 Winery Minimizing Environmental Impact.

Por The Drinks Business Magazine
Dentro de su página señalan que:

Procuran integrar diferentes medidas medioambientales en todas las etapas de su sistema de producción. En este sentido, Torres practica una viticultura respetuosa con el medio ambiente utilizando alternativas biológicas en lugar de productos agresivos. Asimismo, colabora en la protección de los bosques del Penedès y de otras regiones de España y Chile.

Para quienes quieran más información aquí pueden consultar.

En el corazón de Coyoacán...

Apenas bajé del coche, crucé la calle empedrada de Centenario y me dirigí a la fuente de los Coyotes, no sin antes ver al globero, al cilindrero y al bolero… oficios tan arraigados como cotidianos de esta famosa plaza en el centro de Coyoacán. La cita era a las 14:30 en el restaurante Entrevero, al costado sur de la plaza, formando una hilera de terrazas apenas separadas por una cadena o unas macetas o mesas diferenciadas por distintos colores de mantel. «La Esquina de los Milagros», «Centenario», «El Guarache»… y del otro lado; «Los Danzantes» de comida oaxaqueña.

Restaurante Corazón de Maguey

Antes de sentarme recorrí el lado norte, donde encontré un peculiar letrero que decía: «Temporada de insectos» en La Casa Corazón de Maguey. Adicto a los chapulines y a los gusanos de maguey en mantequilla negra, por un instante pensé que sería buena idea pedir una orden, pero era tarde y tenía que comer justo enfrente, del otro lado de la plaza.

Pasadas las dos y cuarto me asomé al restaurante, atraído por una mesa en primera fila, «reservado para Gonzalo…» mi amigo oriundo de este bello barrio, o por lo menos habitante con muchos años acuestas respirando los impregnados aires de calma provinciana.
No habían pasado ni diez minutos cuando apereció. Antes de que pudiera negarme a su petición, encargó una botella de cabernet chileno… el shiraz me da dolor de cabeza…. Hermano, si supieras el dolor del dedo gordo… pero uno no está para defraudar a los buenos amigos, así que no pude menos que asentir con la cabeza y preparar la garganta.

Nimbus 2007

No éramos los únicos convocados, pero si los únicos que llegamos a la cita. De entrada pedí una empanada «humita» con grano de maíz, crujiente y deliciosa. Él compartió una tarta de atún de la que me acordaré por mucho tiempo. Rajas de aguacate, cilantro, limón y cebolla con trozos de atún, bañados en aceite de oliva, sencillo y exquisito. Después de una ensalada llegó la carne, una ración para no tener remordimientos. El cabernet chileno fue un Nimbus 2007, del Valle de Casa Blanca, un valle al norte de Santiago cuya producción es principalmente de blancos, debido al frío de su clima. Nos ha gustado mucho. Un tinto firme, de buen tanino y acidez, en nariz tiene: ciruela madura, pimiento y una nota de menta que me recordó los buenos cabernets de Rutherford en Napa.

Ver a la gente pasar mientras platicaba con Gonzalo, me remontó a aquellos pueblos donde los ancianos sacan su silla para sentarse toda la tarde y saludar a todos los que pasan por enfrente del zaguán. Una tarde apacible en una ciudad convulcionada por las: manifestaciones, el tránsito lento y los vendedores ambulantes. Parece mentira poder encontrar y disfrutar en el corazón de este barrio la tranquilidad y el sosiego de muchos pueblos alejados de la capital. Es uno de los sitios que debería uno visitar de vez en cuando; tomarse una tarde para disfrutar de una buena charla, buena comida y un cabernet chileno con aspiraciones californianas.

«Nueva Botella Liviana», «#1 Winery Minimizing enviroment impact»

Para quienes disfrutamos el vino sin compromisos comerciales, nos es difícil pensar que existen estrategias para que la gente compre más vino. Estrategias que van desde cacarear los premios y medallas hasta cuestiones de orden ecológico. En los últimos diez años ha habido un desarrollo repentino de bodegas preocupadas por tener una imagen ecológica ante sus consumidores, vinificando vinos naturales, ecológicos y en otra categoría similar, vinos biodinámicos.
Pero nunca recuerdo haber visto colgada del cuello de una botella una etiqueta anunciando sus botellas de vidrio como:

Por parte de la bodega Concha y Toro en su Casillero del Diablo Merlot 2010:

«NUEVA BOTELLA LIVIANA, Utiliza menos energía para producir y transportar esta botella. Reduciendo nuestra huella de carbono»

La bodega catalana de Miguel Torres tiene por su parte su Sangre de Toro crianza 2010, que nos muestra una etiqueta redonda de color verde con la siguiente información: «#1 WINERY MINIMIZING ENVIROMENTAL IMPACT,» certificado por la Green Business Magazine.

Anuncio, este último, muy ambiguo ya que no define qué acciones ha tomado la bodega para mejorar el medio ambiente.

Parece que los asuntos ecológicos mueven a muchos más consumidores que antes a decidir sus compras.
Es posible que Decanter, Wine Spectator, Food & Wine y Wine Enthusiast entre otras publicaciones en papel y/o electrónicas, cambien sus criterios para apuntar a cuestiones susceptibles al combate del declarado cambio ecológico, encabezado por el apostol San Al Gore.
En lo personal como consumidor me preocupa el abuso de la madera nueva, deforestando más árboles o también la utilización de insecticidas y herbicidas. Pero me interesa aún más el resultado final de todas esas prácticas servidas en una copa. ¿Cuánta gente compra vino motivada por las prácticas racionales de los recursos naturales por parte de una bodega?

Arnáiz 2004

Seducido por otros «méritos» he escogido y descorchado un tinto de Ribera del Duero para desafiar los dolorosos efectos adversos de mi copioso ácido úrico alojado en mi rechoncho cuerpo.
La botella no se ha ido en blanco, tiene una pequeña etiqueta dorada donde advierten que ha sido la mejor bodega de España en el año 2010, certificado o promovido, como le quieran llamar, por Vinitaly 2009. Aunque sinceramente eso me «viene guango», como bien decía tía Beta. Más bien he tenido ganas de descorchar un Ribera y punto. Un Viña Arnáiz 2004, tiene 425 días en roble, ni un día más ni un día menos. Manera muy particular de medir el tiempo de crianza, que vienen siendo como 14.16666 meses o un año dos meses, y quién sabe cuantos minutos. Sus 14% de alcohol ya no son nada escandalosos a estas alturas. Aromas muy intensos a chocolate amargo, uvas pasa, vainilla, zarzamora y unas notas por allá muy lejanas de romero. En boca es aguerrido, con su alcohol muy notorio y su fruta madura, un Riberita más del montón pero disfrutable a pesar de que el termómetro marque 27°C.