Archivos para julio, 2015

Felix 2007  Últimamente ha llegado hasta mi mesa una que otra botella que merece la pena comentarse. Diana encabeza una distribuidora de vinos, su trabajo lo ha hecho con mucho esmero y se nota. Aunque debo decir que los  buenos vinos no siempre llegan de la mano de los más comerciales, diría que casi siempre sucede lo contrario…  Comercial:  palabra que puede provocar urticaria a los más ortodoxos, o de menos erizarles los pelos.

Invitado a la mesa a compartir pan y vino, por un alma generosa, me tocó escoger el vino en un restaurante de  cortes argentinos. Yo andaba buscando un Cune crianza, para no romperme la cabeza y tampoco abusar de mi  anfitrión, sé que podría haberme decantado por un malbec bebible, pero no lo hice.. Al no encontrarlo, un joven  sumiller se acercó a la mesa para  recomendarnos el Envite, cuya añada he olvidado y no aparece en la foto,  aunque tengo la sospecha que era 2012.  Un vino muy vivaracho, con mucho nervio. Huele a ahumados, fruta  negra y tomillo. Boca frutal y con un ligero cosquilleo en el paladar, excelente acidez y tanino mullido. Sin duda  un riojanito que volvería a pedir. Hasta después me enteré de que lo distribuye Diana Doblado, así que no pierdo  las esperanzas de hacerme de unas cuantas botellas.

Días antes visité a un amigo y su esposa, que generosamente, nos invitaron a un servidor y a mi familia a comer un lechón a la Luján o chancho con cuero, como le llaman en el Cono Sur. Mi amigo es una persona muy meticulosa en todo lo que hace, así como un enamorado de la cocina y del buen vino. Ese día aprendí qué debo meter como combustible en un asado; cómo se debe preparar el carbón antes de…, aunque yo no cuento con todos los instrumentos necesarios… <<Primero preparo la madera en este «horno confinado por tabiques» para que pasen a ser carbón, y así echarlo al asador…>> Me iba diciendo Mauricio, al mismo tiempo que se disponía a descorchar una botella. Prepara una salsa con la que lo marina, punto clave. Estuvo delicioso. Pero además tenía unas mollejas curadas en leche, que posteriormente puso en el asador. Debo confesar que a pesar de que soy un troglodita profesional, hay cosas que se resiste mi cuerpo a comer, como son: las menudencias, tripas, ojos y lengua trátese de la bestia que se trate. En este caso me tragué mis palabras, y el taco con mollejas y salsa recién preparada… estaban para chuparse los dedos.  Todo bañado con un Felix «blend» 2007. 73% malbec, sin mencionar la otra parte del «blend»… Quince meses en barrica de roble francés. Un vino frutal que maridó de maravilla con una tabla de quesos, unas aceitunas negras traídas de Turquía y miel flanqueado por un trozo de panal. ¡Gracias a Dios! que todavía hay gente que se trata como Dios manda. Los seres humanos que se precien de cierta sensibilidad saben que nos diferenciamos de los animales «irracionales» porque los hombres somos los únicos seres de la creación que comemos sin tener hambre, simplemente por el placer de disfrutar de una buena compañía, una copa de vino, y un buen plato de lechón a la Luján. Crujiente por fuera y suave y delicioso por dentro, con diferentes salsas, entre ellas; chimichurri.

La segunda botella: Diosa Vid del mismísimo Valle de Guadalupe, donde mi anfitrión me contaba que empieza a participar de la producción de esta bodega. Un vino con carácter, frutal, excelente acidez, tanino maduro con notas mentoladas y muuuy largo. Una delicia, con su notita mineral. Una vez más compruebo que la mejor materia prima, con una buena charla entre amigos,  y una buena copa de vino, es la mejor forma de pasar un sábado por la tarde, y guardar en nuestra memoria estos pequeños momentos que hacen la gran diferencia en nuestras sufridas vidas…

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De la cantimplora a la botella espigada...

De la cantimplora a la botella espigada…

Para no perder la costumbre, con casi un mes de retraso, me dispongo a relatar la centésima octagésima séptima cata.

El primero, un blanco, un blanco especial, o digamos no muy común en los anaqueles mexicanos. Se trata de un silvaner. Juliusspital 2012, con trece grados de alcohol por volumen. Huele a uva, ese aroma que guardo en mi memoria desde la infancia; cuando al pelar la cáscara (hollejo)  la pulpa despide: el olor a uva, también heno, perón y notas minerales. En boca sabe a toronja blanca, rosas, con un ligero amargor al final. Como para comprar tres botellitas.

Chianti Bolla 2010. Huele a ciruela madura con notas de ceniza. Boca frutal, de tanino suave, diluido. Repetible.

Poggio Capponi 2011. Otro Chianti. Huele a cerezas con notas muy maduras tirando a mermelada. En boca se nota demasiado el alcohol, aunque no se pierde del todo la fruta. Para algunos es demasiado astringente.

Blue Nun 2013, este riesling de la monjita, un eiswein que tiene apenas siete grados. Aromas intensos a queroseno, miel y flores. En boca: miel y melocotón. Repetible, aunque el precio puede desanimar a muchos, yo incluido.

Ansellman 2009. Uva silvaner, bastante espeso, huele a membrillo y flores, para otros: notas de guanábana, mango y durazno. Repetible. Al igual que el anterior, aquí en México su precio fue de más de 900 pesos. Por ese precio prefiero un Trokenbeerenauslese, o hasta un Sauternes de medio pelo.

Vidal 2004.  Con 10 grados de alcohol. Este último quise contrastarlo con los anteriores, lo probamos la cata pasada. A mi me encantó. Un vino más maduro, se nota la evolución a favor, dando aromas más profundos, mucho más complejo que los anteriores, aunque dicho sea no es común guardar un icewine durante tanto tiempo.