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Cata 260

Publicado: 28 abril, 2024 en Cata
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Vinos de la ducentésima sexagésima cata

Los calores han apretado como hace mucho no lo hacían. Hablar de grados centígrados a veces es un poco engañoso, que si en la sombra que si debajo de un árbol o dentro de casa, lo que percibe el cuerpo es un sofocamiento que obliga a no despegarse del aire acondicionado y un buen vaso de agua con hielos, al lado. Así que no es mala idea abrir con dos blanquitos. Chateau Domecq 2022, vinificado con chardonnay y viogner. Roble sí tiene pero no señala el tiempo transcurrido, que no pienso que sea más de un año. El resultado es un vino con 12,7 grados de alcohol, algo raro de ver que los grados con decimales fuera del 12,5 o 13,5. Color pajizo, brillante y fluido. Huele a hierba recién cortada, níspero y una notita de piña verde. En boca es cítrico; limón y de buen paso por boca con cierta contundencia. Para media cajita. El segundo blanco, un Magoni sauvignon blanc 2022. Se trata de un varietal del valle de Guadalupe con 12,5 % de alcohol. No especifica crianza. Huele a lácteos, queso brie y al mover la copa da alguna nota de durazno. Color pajizo, brillante y fluido muy parecido al anterior en cuanto a color. En boca es un punto dulce, diría que abocado, de acidez comedida y final corto. Inmemorable con causa.

El tercero de la noche es el primer tinto. Chateau Domecq 2017. Vinificado con cabernet sauvignon, merlot y nebbiolo. Color violáceo, ribete rubí, velado. Huele a fruta roja de la mejor calidad: ciruela, cerezas y hollejos. En boca es frutal, buen paso, de acidez exquisita, tanino firme y con un final que da un apretón de astringencia sin molestar. Una agradable sorpresa, esta casa está haciendo buenos vinos.

Magoni 2022 vinificado con un 80% de barbera y el resto de cabernet sauvignon. El primer golpe tiene una nota química a merthiolate, un poco de aire lo limpia dando paso a fruta roja indefinida, en boca no tiene nada que mueva a la compra de otra botella, tiene un final astringente.

El quinto y último: Macramé 2020, un cabernet sauvignon que curiosamente ya habíamos probado en enero de este mismo año, lo puse en el carrito de último momento sin reparar en ese detalle. No recuerdo haber repetido vino de la misma añada con tan poco tiempo de diferencia entre uno y otro. Me pareció bastante mudo en nariz, al mover la copa aparece un aroma a fósforo, pero sigue sin dar muestras de expresividad. en boca es planito y con alcoholes altos. En enero se mostró más abierto, prueba contundente de que cada botella es un mundo, y más tratándose de botellas de medio pelo. Aquí transfiero la nota de enero de este mismo vino: «Un cabernet sauvignon de San Vicente de las Minas, con 13,8 de alcohol y 6 meses en roble francés sin especificar si es nuevo o de uso. Huele a tabaco, fruta roja y una nota a canela. En boca tiene buena acidez y tanino mullido, aunque no encontré ninguna arista, no sé si repetiría». Y aquí llegamos con la cata 260 ¡Abur!

Vinos de la 259 (Miguel Torres)

Miguel Torres es una bodega fundada en 1870 después de que Jaime Torres en 1856 hiciera una fortuna con el comercio del aceite en Cuba. Con una cuba de 600,000 litros la mayor en aquellos días, se organizó un banquete inaugural dentro de la cuba para 50 comensales, entre los invitados figuraba el rey Alfonso XII.

Miguel, padre de los actuales dueños y quinta generación, se hizo cargo de la bodega en 1932. Viajó por el mundo para abrir nuevos mercados. En los años sesenta ingresó a la compañía Miguel Agustín, brillante enólogo, formado en Francia. Primero en plantar variedades nobles en el Penedés, ampliando significativamente el área del viñedo. Hoy poseen 830 ha.

El viernes pasado catamos cinco vinos, 4 de esta misma bodega y un blanquito Balduvón, a falta de blancos de la bodega Torres, de último momento me fue imposible conseguirlos. Hubo dos tintos que quedaran pendientes: El Grans Muralles y el Mas Borras vinificado con pinot noir. Se comercializan muchos más, pero no todos llegan a estas latitudes.

Empezamos, como ya mencione arriba, con un Balduvón 2020. Un rueda con 4 meses de barrica vinificado con verdejo. Color pajizo, brillante y con algo de carbónico, leve burbujas en la pared de la copa. Huele a durazno, manzana amarilla. En boca es seco, mineral y de buena acidez. Para comprar un par de botellas.

Sangre de Toro 2021. Vinificado con garnacha tinta y cariñena. 13,5 de alcohol y sin especificar crianza, a menudo ni en la misma página de la bodega es posible conseguir información ¡Secretos muy bien guardados! Capa baja, color rubí. Primera nota a jabón. Al mover la copa huele a ciruela roja. En boca frutal, carnoso, tanino rugoso, acidez comedida. Repetible.

Sangre de Toro Reserva 2017. Color granate, primer golpe a vainilla, después fruta negra, pastel de frutas, buen paso, cuerpo pleno, buena acidez, final amargo. Repetible.

Gran Coronas 2019. Con 85% de cabernet sauvignon y el resto garnacha tinta. Una crianza de 12 meses en roble francés, 30% nuevo. Capa alta. Moras, hollejos fondo de trufa, va de menos a más. Equilibrado y de final largo.

Mas La Plana 2017. Un penedés vinificado con cabernet sauvignon, 18 meses de crianza en roble francés, 60% nuevo. Huele a grafito, pimienta negra y zarzamora, cerezas de la mejor calidad. Buen ataque, abigarrado, tanino presente, acidez y alcohol, todo en su punto. Para una caja.

Iremos probando lo que vaya encontrando de esta bodega, vale la pena.

La cuerda en el pico de la botella delata los taparrosca metálicos ¿El corcho en desuso…?

En esta ocasión faltaron dos miembros, cada uno por diferente razón no han podido asistir. Empezamos con un blanco que fue la sorpresa de la noche, por lo menos para mí. Me llama la atención que de cinco vinos sólo uno tuviera corcho, los otros son de taparrosca metálico. Se desvanece la idea romántica del corcho. El primero, un blanco que sorprendió por su relación calidad precio (18 dólares), rosando el límite, aunque en un país con tantos impuestos al vino no está tan mal. Tommasi pinot grigio 2021. Color amarillo pálido brillante y fluido, aromas a durazno, níspero y membrillo. Su entrada va de más a menos, al final le falta contundencia. En boca tiene acidez comedida, seco y de final discreto. Repetible.

Limelight 2021. Un californiano, una mezcla no muy convencional:  79% pinot grigio, 7% french colombard, 7% riesling y white blenders, decía en la etiqueta. Si sumamos los porcentajes quiere decir que hay otro 7% de «otras blancas». Amarillo pálido, con más color que el anterior. Co2 por la pequeña muestra de burbuja en las paredes de la copa, en boca no es muy notorio. Nariz discreta a piña verde, en boca va de menos a más, final amargo, abocado y con acidez baja. Inolvidable con causa.

Neven 2022. Sólo dice que viene de la Patagonia. Parecería una palabra derivada del inglés, sin embargo la raíz es Neuquén en mapuche, es Newen que significa fortaleza, energía. Color de capa baja, como es de esperar de un pinot noir. Huele a ciruela negra, en boca es corto y diluido, poco cuerpo. No repetible. Parece que sus 4 meses de crianza en roble americano y francés han pasado desapercibidos.

Sileni Cellar Selection 2021. Un vino blanco neozelandés vinificado con pinot noir. El primer golpe es de azufre, está defectuoso, al parecer el aire no lo limpio del todo.

El quinto es el Kumala Core 2021. Un sudafricano 100% pinotage, varietal producto del cruce entre pinot noir y cinsaut. Huele a fruta negra, gindas, cerezas. Acidez comedida, tanino presente, seco, buen ataque, final corto. Repetible.

2023 tuvo un final triste para la familia: dos grandes pérdidas. Por ese motivo no tuve tiempo ni ánimo de organizar algo para la Cata de Navidad. Mis amigos acudieron al rescate y organizaron un excelente asado con carne de primera, los vinos algunos corrieron de mi cuenta, otros fueron traídos por los comensales, pero no tomé nota más que de un magnífico y raro vino de Jerez, se trata del Apóstoles 30 años. Un palo cortado con la crianza en velo de flor al principio y sin el velo después en su última crianza, como los olorosos. Aparte de la uva palomino también tiene pedro ximénez. Color ámbar, espeso. Aromas de frutos secos, higo, tofe. En boca caramelo, miel, nuez, con un final eterno. Un vino elegante que se antoja con algún queso azul. Hubo muchos más pero, repito, no tomé nota.

Cata 257 o la cata con escasez de copas…

Para la cata 257, la primera del año, hubo escasez de copas, primera vez en la historia de esta peña, que ya cuenta con 25 añotes. Para la cata de diciembre había llevado 6 cajas de copas a casa de Alfonso, y nunca pasé por ellas de regreso. Así que nos las apañamos como pudimos. Dos blancos y el restos tintos, empezando con un blanquito muy tropical. Lágrimas 2020. Vinificado con verdejo, una uva no muy común por estas latitudes. Huele a piña madura, y una nota de mantequilla, en boca es mineral y de final amargo. Repetible y de buena hechura.

Calixa 2021. Un chardonnay sin barrica de esta icónica bodega del Valle de Guadalupe. Color amarillo pajizo, fluido y brillante. Huele a espino blanco, algo de hierba recién cortada. En boca tiene buena acidez, refrescante y de final largo. Un buen blanquito, pero que a nadie le pareció estar frente a un chardonnay.

Portolá 2019. Primer tinto de la noche. Un vino con una nariz apagada, aunque debo reconocer que no era de mis mejores noches para esto de los aromas, aunque tampoco he presumido de mi destreza a la hora de la nariz. En boca está diluido, plano ¿Qué más puedo decir…? Inmemorable con causa.

Macramé 2020. Un cabernet sauvignon de San Vicente de las Minas, con 13,8 de alcohol y 6 meses en roble francés sin especificar si es nuevo o de uso. Huele a tabaco, fruta roja y una nota a canela. En boca tiene buena acidez y tanino mullido, aunque no encontré ninguna arista, no sé si repetiría.

Trasiego 2021. De Bodegas Magoni. Una rara mezcla de 50% cabernet sauvignon, 30% sangiovese y el resto malbec. El primer golpe es fósforo, notas de metano, abre un poco a fruta negra indefinida y pimienta negra. En boca tiene buen paso, acidez y tanino en su lugar. Repetible.

 
Debajo de los 10 dólares

Al haber sido  designado responsable de la selección y adquisición de las bebidas de uva fermentada, no destilados, para una próxima celebración. Me di a la tarea de escoger seis vinos por un precio asequible, esto traducido son menos de 200 pesos. Con ochenta comensales es necesario afinar la puntería y comprar bueno bonito y barato. Así que se me ocurrió que sería una gran idea catarlos en la cata mensual, ayer por la noche. Nadie puede asegurar el éxito en estas compras, pero de seguro fui iluminado desde arriba a la hora de hacer la selección.  Fue un éxito, todos estuvieron de acuerdo, como pocas veces sucede. Empezamos abriendo boca con un espumoso, un cava Pata Negra rosado; no oficial sino para celebrar a nuestro gran amigo y decano del grupo. Un vino muy agradable con un excelente precio. Sus aromas me hicieron recordar cuando entraba a los pasillos de una panadería en la sección de pasteles. Algo de grosellas y una nota de frutos secos, muy buena nariz y equilibrado, de buena acidez. Repetible.

Protos 2022 vinificado con verdejo. Un Rueda muy limpio y sabroso. Amarillo pajizo con destellos verdosos. Huele a talco, manzana verde, kiwi y níspero. En boca es de entrada amplia, equilibrado y con un final largo. Por 180 pesos, menos de 10 dólares, es para hacerse de media caja.

El segundo fue un tinto que ahora no recuerdo que hubiera una mejor relación calidad-precio desde hace mucho tiempo en la cata. Se trata de Audiencia 2020, un Utiel-Requena delicioso, vinificado con bobal sin especificar la crianza. Muy bien amalgamado: grosella, notas de vainilla muy sutiles, fruta de la mejor calidad, excelente acidez, redondo y seductor. Para comprar una caja.

Acappela 2020. Este tempranillo tiene 14,5 grados de alcohol muy bien integrados. Huele a humo, pimienta negra, chocolate y ciruela madura. Tanino limado y buena acidez. Repetible.

Rioja Vega 2019. El primer golpe es a caramelo, alguien decía que olía a bombón quemado, esos que se suelen comer en las fogatas nocturnas, tofe y capuchino. Sabroso, frutal y equilibrado. Para media caja.  

Por último catamos un Entrelobos 2020. Se trata de un Ribera también con 14,5 grados menos integrados que el anterior, agradable, de buen paso. Color picota, ribete ocre. El primer golpe es a brett: establo muy sutil sin saturar la nariz,  también huele a cerezas en licor. En boca es de buena acidez, tanino firme y muy largo. Para 3 botellitas.

En general fueron vinos de muy buena relación calidad-precio; me quedo con el blanco de Protos y el primer tinto a ojos cerrados.

Como casi siempre, surgen dudas y comentarios en el transcurso de la noche ¿El cava se vinifica con pinot noir y manier? Un vistazo a la página del consejo regulador indica que la pinot noir sí, aunque la pinot manier no entra en la lista de uvas “mejorantes » esas que se suman a las autóctonas. «Mejorantes» me resulta una palabra ya de por sí chocante, pero que demuestra que las uvas autóctonas no son suficientes para estrechos criterios de gente dentro de la denominación de origen. Ahora me voy directo a comprar una caja de Audiencia 2020 y otra de Protos verdejo 2022, abur.

Cata 254 (Mini vertical de Vino de Piedra)

Publicado: 30 septiembre, 2023 en Cata, Vino
Cata 254 Mini vertical de Casa de Piedra: 2016, 2017 y 2018

No es común encontrar diferentes añadas de un vino que cada año se agota en los anaqueles, siendo aún más raro identificar tres añadas distintas. En esta ocasión cuando escogía los vinos para la cata de este mes, para mi sorpresa, encontré Vino de Piedra añadas: 2016, 2017 y 2018. Se trata de una bodega cuyo enólogo, mexicano, Hugo D´Acosta ha trabajado en diferentes empresas durante los últimos años. Egresado de la Escuela de Agronomía de Montpellier Francia en los años ochentas y parte clave en el desarrollo moderno de la enología en Baja California. Sé que puede sonar pretencioso y que también ha habido bodegas como Monte Xanic que rompieron con algunos parámetros que han hecho que la gente voltee a los vinos mexicanos. Y no hablo de medallas ni títulos nobiliarios sino de la promoción del vino mexicano con el trabajo diario en el campo y en la bodega. Puedo estar o no de acuerdo en ciertas formas de vinificar y sobre todo en la crianza, a la hora de imprimir tanto roble nuevo en algunos casos ahogando su esencia, pero debo reconocer que Baja California no ha sido la misma de las últimas décadas a la fecha.

Busqué los vinos que restaban para completar el repertorio de la bodega, un blanco: Piedra de Sol vinificado con garnacha blanca, y dos espumosos un Blanc de Blancs de chardonnay y sauvignon blanc y un Blanc de Noirs con zinfandel, ambos con 18 meses en sus lías. Hay otras dos etiquetas de tintos de la misma bodega: Contraste: uno vinificado en esta región y otro en Francia. Por desgracia no tuve éxito, así que me tuve que conformar con la mini vertical de tintos.

Abrimos con un blanquito alemán muy agradable, se trata de un Span Kendersmanns riesling 2021, con sus 9 graditos de alcohol. Un Spätlese color amarillo pálido con burbuja en las paredes de la copa, fluido y brillante de nariz tropical, piña y membrillo. En boca es frutal, se nota el cosquilleo de la burbuja, de acidez comedida. Buena relación calidad-precio, por 359 pesos, unos 18 dólares americanos.

Después llegó un borgoñita genérico de Louis Jadot. Bourgogne 2019. Un poco flojo, falto de acidez y con una nota especiada y caliza. Nada que levante suspiros, un vino correcto pero no para su precio.

Comenzamos la mini vertical en cata ciega para desechar prejuicios.

Vino de Piedra (Cabernet sauvignon y tempranillo con 14 meses de roble francés y americano)

2016

Como es de esperarse el color es bastante más evolucionado que las dos siguientes añadas. Ribete ocre turbio aromas a fruta roja madura, tabaco rubio y mermelada de zarzamora. En boca esta bastante limado el tanino, aunque al final armaga un poco. También tiene una nota salina para que nadie dude de que la uva nace cerca del mar; los pozos donde sale el agua para el riego tienen su marcada influencia.

2017

Huele a pimienta negra, café tostado y notas de vainilla con algo de fruta negra. En boca le falta acidez y algo de nervio.

2018

Color picota ribete rubí. Al principio está cerrado va abriendo con aromas muy integrados a casis, lavanda y fruta roja de la mejor calidad, en boca tiene una buena acidez y tanino. Mucho mejor nariz que en boca.

Como para comprar una caja de cada uno, gran selección de Galicia a Rioja

Es difícil preparar una degustación de vinos asegurando que será un éxito. Muchas veces bodegas y marcas reconocidas no cumplen con nuestras expectativas. Otro factor son las variantes que pueden existir de una botella a otra, inclusive dentro de una misma caja. La cata de anoche resultó un éxito: cinco vinos de buena hechura que conquistaron paladares. Se trata de la bodega El Coto de Rioja. Mi acercamiento a esta bodega es de mucho tiempo atrás. Recuerdo la sorpresa que me llevé (2013) en un banquete celebrando un bautizo, cuando me pusieron en la mesa un Coto de Imaz 2005. Ya para esas fechas tenía marcadas predilecciones por esa bodega riojana. Lo que no sabía es que la bodega cuenta con una gama de seis vinos y que ostenta, o por lo menos eso dicen, el título de mayor viticultor de Rioja, con 800 Ha.

Esta noche empezamos con dos blanquitos muy interesantes de la bodega Virgen del Gadir, dos gallegos de Valdeorras; uno vinificado con godello y otro con palomino. De inmediato me saltó la duda, ya que la palomino la tengo clasificada en mi cariado cerebro, en Jerez, como si hubiera exclusividad. Así que me fui directo al consejo regulador de Valdeorras a buscar las variedades autorizadas, y son las siguientes:

Variedades autorizadas blancas preferentes: godello, loureira, treixadura, dona branca (moza fresca), albariño, torrontés e lado. Variedades tintas preferentes: mencía, tempranillo (araúxa), brancellao, merenzao (maría ardoña ou bastardo), sousón, caíño tinto, espadeiro e ferrón.

Como pueden ver aparece en la lista la torrontés, la famosa uva que ha dado tan buenos vinos en Argentina. También aumenté a la lista de nombres que se dan a la tempranillo en las distintas regiones de España y Portugal. Allí en Valdeorras: araúxa

El primer blanco es Maruxa 2021. Vinificada con godello, con sus discretos 12.5 grados de alcohol, como antaño, y 3 meses sobre sus lías en depósitos de acero inoxidable. Se trata de un vino frutal, huele a piña madura, con notas florales. En boca tiene buen ataque, buena acidez, abocado y con un final a agua quina. Para media caja.

Sede e Fame 2019. Este blanco es de la misma bodega vinificado con palomino. Tiene una crianza de 24 meses en ánfora de barro; como hacían los vinos los romanos en la Antigüedad. También cuenta con 12.5 grados como el anterior. Color amarillo pajizo, brillante y fluido. No sé si me sugestioné; huele a barro, níspero y alguna notita herbácea de fondo. En boca es austero, sin muchas concesiones pero con un final mineral, casi salino, que lo hace muy agradable. Para encargar unas cuantas botellas.

Coto mayor 2018 crianza, el más joven de los tres tintos que probamos. De inmediato se siente la textura rugosa en la lengua, no se trata de vulgar tanicidad de esa que lastima la lengua, simplemente se siente pasar por las papilas. Excelente acidez, fruta de la mejor calidad, tanto en nariz como en boca: ciruela roja en sazón, moras, con algunos recuerdos de menta. Yo recomendaría decantarlo unos minutos antes del servicio, y comprar media caja.

Coto de Imaz reserva 2017. Huele a especias; tomillo, pastel de frutas, y fruta negra. En boca es redondo, un vino bien amalgamado, el tiempo ha hecho su trabajo. Otra caja por favor.

Coto Real 2012, con 24 meses en barrica y 18 en vidrio, un vino muy hecho, listo para beber; todavía muestra juventud y vigor, que unos añitos más en vidrio le podrían dar la magia de los grandes vinos de guarda sin ninguna duda. Huele a dátil, capuchino, fruta negra y un fondo de trufa, algo de carácter térreo. En boca es sedoso, redondo, todo en su lugar con tanino y acidez suficientes para seguir evolucionando. Un vino que vale los casi mil pesos (60 dólares) que piden por él. ¡Abur!

Scarpetta pinot grigio 2021. DOC Friuli. Aunque quien sirvió el vino haya tapado la etiqueta, pueden imaginar un cerdo enseñando la carrillera y la papada, de los que sacan las trufas en la Toscana. Observen el color en la copa, o mejor dicho lo incoloro del vino

Nuevamente asistí por la tarde-noche a una cata en City Market anunciada con tres vinos italianos, fui en compañía de Alfonso y su esposa. Se trató de un blanco, un prosecco y un tinto de la Toscana. Vinos, sobre todo el prosecco, que no sé por qué razón; quizá mi falta de hábito con estos vinos, pero no me ha gustado nada. A pesar de los halagadores comentarios de muchos de los asistentes. Burbuja grande, escasa y poco persistente, que se fue en pocos minutos. A la pregunta del sumiller de ¿por qué se llamaba prosecco…? Una de las asientes levantó la mano y respondió que porque antes se conocía la variedad como prosecco y ahora se conoce como glera. Llegando a casa busqué en mi multicitado y viejo libro (tercera edición) de The Oxford Companion of Wine; y dice muy claro que la uva aún se conoce como prosecco, sin mencionar la glera; debe ser porque los datos no han sido depurados, momento para pensar en comprar la última edición. Aunque lo más interesante es que también se vinifican vinos tranquilos. De las 28 millones de botellas producidas al año en esta región: un millón son de vinos tranquilos, 7 millones de frizzante y 20 millones de espumoso (método charmat). Pienso en algunos espumosos chilenos con método tradicional muchísimo más interesantes, por el mismo precio.

El primer blanco: Scarpetta pinot gris 2021 ¡sorprende es casi incoloro!; los ingleses reconocen esta característica como pale lemon green. Es quizás el vino más «pálido» que he catado en mi vida. Por lo demás, nada que me invite a comprar una botella. Aromas intensos a pera, manzana verde con una nota floral a jazmín. Los tres vinos son de la misma bodega: Scarpetta. El último un vino tinto vinificado con 60% sangiovese y el resto de uvas autóctonas: canialolo, ciliegiolo, y colorino. Rubí capa media, brillante y con aromas a barro, y una nota que al principio no había notado hasta que alguien comentó que olía a jamaica, la flor rojiza que aquí en México hierven, cuelan y agregan azúcar para disfrutarse en las comidas.

Los viernes han sido destinados para catar cervezas o destilados en esa misma mesa, estamos apuntados y mañana toca tequila que me dispondré a reseñar.

Viernes por la tarde ha tocado el turno al tequila, de Tequila Jalisco. Porque no todo el tequila se hace por aquellas tierras, aunque parezca mentira hay tequila en cinco estados de la Republica Mexicana: Jalisco, Tamaulipas, Michoacán, Guanajuato y Nayarit. Al parecer sin el amparo de algún consejo regulador, sino de la Secretaria de Hacienda que son quienes distribuyen los marbetes para su legal comercialización. Tierra Noble tiene ocho años de vida, produce 50 mil botellas al año, para contrastar: Tequila Sauza produce Un millón de cajas de 12 botellas cada una. Tierra Noble destila y embotella en Jalisco, en su propiedad de Mazamitla a 7200 pies de altura, siendo una de las destilerías a mayor altura sobre el nivel del mar; donde recolectan las piñas del agave azul (agave tequilana). Por otro lado cada agave debe tener entre 8 y 10 años para poder producir el destilado. Se necesitan 7 piñas para obtener 1 litro de tequila. Nos explicaba que el ajuste en el volumen de alcohol se hacía agregando agua limpia, ya que según la norma debe estar entre 38 y 40 grados. Con todos estos datos me ha dado por ir a la librería a comprar el Larousse del Tequila para adentrarme a este mundillo de los destilados, sobre todo el tequila, que se ha convertido en la bebida nacional.

El primero que catamos fue un blanco, que no pasa por madera: Tierra Noble Blanco. Incoloro, de lágrima perceptible, aunque a la persona que dirigía la cata le pareció que las «piernas» que colgaban eran abundantes. En cuestión de nariz, a mi me costó un poco, además de que no soy el mejor dotado para estos menesteres, sumado al alcohol que enmascara mucho los aromas más sutiles. Miel, anís, vainilla y canela. En boca, aunque no sé si se utilicen los mismos términos que para el vino, tiene buen ataque, untuoso y buen paso.

El segundo Tierra Noble ya tiene madera, se trata de un reposado con una crianza en barrica de roble americano de entre 9 y 11 meses. Apuntaba que las barricas después de 2 años de uso se destruyen. Huele a maple, canela y notas de barro. En boca tiene notas dulces y el alcohol se percibe menos.

El Cristalino fue el último; tequila que pasa por un proceso de filtrado con carbón activado para quitar esas notas amargas, agrias o amaderadas; lo que en el mundo del vino podríamos calificar como defectos. Botella de bonito color gris. Al final me he animado a llevar una botella a casa. El precio es de 799 pesos, unos 45 dólares. Nos mostraron, sólo a la vista, el tequila de más alta gama de Tierra Noble. Se trata de Tierra Noble 4 Cuarto Cristalino con un precio de 5 mil pesos (295 dólares). Hasta aquí la reseña, voy por el libro. Abur.

Las Pudendas y Huno 2019

Después de una tarde atropellada, con prisas y contratiempos, nos reunimos por la noche para la tradicional cata de fin de mes. Tuvimos nuevamente de invitado a la mesa a Eduardo Narro, orgulloso dueño de Las Pudencianas. Una familia con tradición vitivinícola de raíces profundas en aquellas tierras norteñas. La bodega en el pueblo era conocida como el Jardín Botánico de Parras. Desde hace 13 años que se plantaron las primeras vides ha ido evolucionando su proyecto hacía producciones artesanales, buscando la satisfacción del cliente con ideas muy innovadoras. Una de ellas que me llamó la atención se trata de una cata de tres vinos; y que al final el anfitrión invita a que surja el espíritu enológico que pudiera estar dormido en lo más profundo de nuestra alma: Los catadores tienen la libertad de mezclar los vinos como a ellos les plazca, tomando notas de la mezcla; posteriormente se embotella y se imprime una etiqueta personalizada. Si en el futuro quieren repetir la mezcla, ya hay un registro, y es cuestión de pedir un lote. Más allá del resultado de la mezcla, que por obvias razones puede resultar o no, me parece un ejercicio que convierte a los invitados en parte del proceso. Echando a volar la imaginación podemos pensar que somos parte de esa bodega. Me parece una brillante idea que podremos poner en práctica muy pronto, ya que casi todos los integrantes del grupo estamos planeando ir en un par de meses, ya les contaré. Eduardo no llegó con las manos vacías; trajo una pierna de carnero estofada con verduras y dos botellas: una de su bodega y otra de un familiar que también produce vino por aquellas tierras.

La primera Las Pudencias cabernet sauvignon, no encontré la añada y teniendo a la mano la respuesta con Eduardo presente, se me ha pasado de largo. Aunque mi ortodoxia ha ido a la baja, no se debe pasar por alto que ambos vinos han viajado desde Coahuila sin ningún reposo previo a la cata, detalle que tiene mucho que ver con las sensaciones organolépticas, como diría un sumiller. Se trata de un vino joven huele a fruta roja; ciruela con algún dejo a humo. Acidez alta y final astringente, ya habrá tiempo de catarlo in situ próximamente.

Huno 2019, vinificado con merlot del mismo valle de Parras de la bodega Hacienda del Marques de Parras. Se le nota la madera, huele también a hollejos, fruta negra indefinida y una nota especiada a pimienta blanca. En boca tiene buena acidez aunque a la mitad del recorrido hay una nota cansina como si hubiera estado abierta mucho tiempo. Después de unos minutos aparece una nota mentolada en la copa quieta.

La última botella antes del estofado la trajo Alfonso, un carmenere: Carmen 2020. No tomé nota pero se trata de un vino frutal repetible.

El delicioso estofado con verduras estuvo bañado por una magnum de Luigi Bosca de Sangre 2014. Maridó muy bien con la grasa del cordero.

Estaremos a mediados de septiembre por aquellas tierras degustando los ya famosos vinos de Parras.

Doscientas cincuenta veces reunidos, se dice fácil. Empezamos en 1998, muchos de los que conformamos el grupo ya no están y otros han arribado más tarde, como todo en la vida es dinámico y cambia con el paso del tiempo. Como diría Heráclito «Nadie se puede bañar dos veces en el mismo río».

Haciendo cuentas en 2011 nos enfocamos en los malbec y sumaron alrededor de 50 vinos. Ayer por la noche degustamos otros 4. Aunque debo decir que el resultado no fue del todo bueno, podríamos resumirlo como vinos astringentes, sobre madurados y con alcoholes altos. El primero fue un torrontés ágil y grácil como una gacela. Aromas intensos y muy refrescante. Se trata de Terrazas de los Andes 2020, un torrontés de color amarillo pajizo, fluido y brillante. Huele a mandarina, lichi y notas de durazno. En boca es mineral con algo de aguja, cítrico y muy vivaracho. Un vino para comprar media cajita.

El primer tinto de la noche fue un Pure 2021. 100% malbec de la región de Mendoza, específicamente del Valle de Uco. Bodega Trapiche sin madera, difícil de creer en estos días. Huele a cerezas en licor, ciruela madura y notas lácteas a yogurt, astringente y con una nota mineral al final.

Kaiken 2018. Vinificado con malbec, bonarda y petit verdot. Fruta roja, ciruela negra y notas de cuero. En boca tiene buena acidez y tanino domado. Pero nada que mueva a comprar otra botella.

Aromo 2020. Había escogido los vinos por la variedad y no había puesto atención en el país de origen. Resultó un malbec chileno. Notas verdes: herbáceas, pimienta blanca y algo de fruta indefinida. Desbocado con un alcohol sin integrar. Inmemorable con causa.

Por último un viejo conocido: Luigi Bosca 2019. 100% malbec, 12 meses en barrica 6 en vidrio. Nota que detonó hablar de Rioja y de lo que el consejo regulador impone para la crianza de sus vinos. En un lapsus dije que regulaba la crianza en madera y la de vidrio estaba abierta a la decisión del enólogo: mea culpa: error, también indican los mínimos de crianza o pulimiento en vidrio. Dicho esto, este ultimo tinto huele a hollejos, a humo y es muy astringente en boca. ¿Falta vidrio…? seguramente ayudaría pero en general me parecieron vinos desequilibrados. Primera vez que entre los tintos me costaría la decisión de decantarme por alguno, tal vez el Kaiken sea el más bebible de los cuatro. Pero en definitiva me quedo con el torrontés, aunque me parece subidito de precio; algo así como 23 dólares americanos. Abur.