Archivos para abril, 2011

Botellas de la 144 

No recuerdo que hubiera tan pocos miembros del grupo en una cata, a pesar de la poca concurrencia: sólo siete personas incluido su servidor: Descorchamos los seis vinos malbec destinados para esta ocasión.

Alfonso, un buen amigo entusiasta del vino, nos ha acompañado en múltiples ocasiones, pero fue hasta ayer que se hizo oficial su entrada al grupo, por la única razón del cupo: Es un placer que esté entre nosotros. Hay quienes se ganan la entrada y otros que van cerrándose la puerta. Pero así es esto, los grupos son dinámicos y van cambiando con el paso del tiempo.
Abrimos con un Aria de Segura Viudas, un cava comercialito bastante conocido por estas latitudes. Sólo para refrescar el paladar y tonificar la lengua.

Una alergia me tiene desde hace un par de días con la nariz húmeda y algo inflamada, incapaz de detectar aromas sutiles, en mi ya de por sí limitado olfato, así que esta vez me conformé con saber que había alguna diferencia entre un vino y otro. Con la nariz cerrada abrí los oídos y los ojos. Comenzamos con un vino de la Bodega Viñedos Santiago Graffigna, se trata del Graffigna Centenario Reserve 2008, aromas intensos a mermelada de grosella, para la mayoría alcohólico, astringente y de final amargo, nada que seduzca, algo desenfocado. El segundo; Secreto de Viu Manent 2009, un malbec chileno del Valle de Colchagua, 85% malbec y el resto nadie lo sabe, un secreto. Aunque hay quienes opinaron que se podía tratar de cabernet sauvignon por algunas notas de pimiento. Nariz de poca intensidad, notas especiadas a romero, granos de café tostado, ligero y de final corto.
Alamos 2009, de Catena Zapata, fue el tercero de la poca concurrida cata; un vino de buen armazón, con nervio y de tanino firme, frutal y con notas a chocolate amargo.

Catena 2008, de la misma bodega con 18 meses de roble francés nuevo, se muestra más astringente, de tanino casi dulce, mullido y final largo. Repetible dentro de su lado moderno. El quinto fue una sorpresa agradable ya que se trata de un vino mexicano de Aguascalientes, muy fresco y frutal.

Tabla No. 1 Malbec 2008, cuya hechura fue asesorada por el señor Hugo D´Acosta, el archi recontra famoso, Michael Rolland mexicano. Vino redondo, fresco, de buena acidez que da vida al conjunto, de tanino suave. Con capas de fruta roja entre mezcladas con canela y notas minerales. En un precio que coquetea del lado oscuro. $399.00. Pero creo que lo volvería a comprar.

Por último Vibo 2007, de la misma bodega; Viu Manent, pero ésta, ubicada del lado argentino en Mendoza. Un vino cuya pesada botella despierta la primera incógnita: ¿Es de 750 ml.? su tamaño es engañoso, aunque su gran agujero por debajo de la base, sirve para ajustar el volumen. Un vino corpulento, de buena fruta y ataque amplio. Integrado, ha dicho la mayoría. Aunque yo sigo sin pescarlas… Puedo decir que me agradó el 3 y el 5. Nada más.

Blanco cepa Graves

Publicado: 17 abril, 2011 en Vino y amigos
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Antiguo collarín…

Domingo por la tarde, los niños ya están de vacaciones y yo un poco cansado. Por la mañana con una taza de café al lado, revisaba correos y echaba un vistazo por algunos blogs que frecuento, así me encuentro con el último post del señor Tyler, en su concurrido blog Dr. Vino, hablando de los legendarios vinos de López Heredia Viña Tondonia. Vinos que salen ya maduros de la bodega, una práctica casi extinta. Entre otros por el costo que representa guardar las botellas por tan largo tiempo antes de sacarlas al mercado. Diferencia histórica entre los Burdeos que deben madurar en las bodegas privadas de quienes pueden todavía gastarse una fortuna en las últimas añadas, esperando otro tanto, y echar la moneda al aire… Gran diferencia entre los vinos clásicos riojanos, sobre todo de esta mítica bodega, vinos con una larga crianza en madera y en vidrio, listos para beberse desde que salen al mercado o seguir evolucionando por décadas y recompensar con magia y encanto a quienes saben esperar.
Así que se me ocurrió mandar un correo a Ma. José López Herdedia, con el enlace para que le echara un ojo. Acto seguido bajé a mi cava para escoger algún vino de esta bodega de Haro. Algunos tintos entre dos muy especiales: Tondonia y Bosconia del 64, un Tondonia del 70 y algunos Bosconias del 86 y 88. Pero hoy estaba para blancos, así que desempolvé uno de dos Gravonias 93, que aún conservaba de media caja. Ya había escuchado rumores del origen de su nombre. Influido por la zona francesa de Graves en Burdeos, mismo que confirmó por correo Ma. José López Herdedia. Agradezco no sólo su disposición y su respuesta como siempre, sino su amabilidad y prontitud para contestar.
Entre otros nombres franceses me ha contado cosas interesantes:

«Te mando fotos de los collarines que se ponían en las botellas donde, claramente, se observa cómo copiaban los nombres Franceses. Cuando se prohibieron en 1954 es cuando un tío abuelo mío llamado Julio César cambio el Cepa Graves por Gravonia, el cepa Medoc por un vino que teníamos llamado Borgoña….» (…)

«El alambrado se ponía a los vinos que más viajaban, para evitar que fueran falsificados y el lacre también».(…)

Aunque lo de Graves no viene precisamente por la cepa, ya que no es savignon blanc sino 100 % viura. Lo más destacable de este noble blanco es su exquisita mineralidad, a sus dieciocho años tiene una estructura impecable con esa acidez que forma su columna vertebral. De color oro viejo con reflejos cobrizos, me recuerda al Sidral Mundet que bebía de niño. Sólo por el color. El primer golpe es de maderas finas (cedro) y pimienta blanca, recuerdos de membrillo y notas cítricas a toronja. En boca su mineralidad envuelve el paladar, firme y con una extraordinaria acidez, sobrio y profundo. Un blanco que no es precisamente para un domingo de alberca, pero una vez que se me ha cruzado algo por la cabeza…

Gravonia 1993

El placer no necesita de: manuales, instructivos, guías, recomendaciones… ni tampoco de fechas, compromisos, aniversarios y toda la parafernalia de oropel que ha inventado el hombre para sí mismo.

¿Qué dia vendimiar?, pregunta el enólogo. ¿Cuándo estará lista la publicidad?, pregunta el director de promoción. ¿Cuándo llegarán las muestras?, pregunta el distribuidor. ¿Cómo vamos con las ventas?, pregunta el dueño de la bodega. ¿Quiere algún vino de la carta?, pregunta el camarero. ¿Lo dejamos respirar?, pregunta el sumiller. ¿Puede traer otra botella?, pregunta Benjamín… Preguntas sin respuesta, respuestas sin preguntas; está muy caro, tiene mucho alcohol, mucho mejor en nariz, diluido al final, final corto, goloso, cansino, potente, robusto, amaderado, con defecto, sin defectos, correcto… Pero siempre en la búsqueda del placer para disfrutar la copa que tenemos en mano, el principio, lo fundamental. Por qué dar tantas vueltas. Lo que está en la copa es lo que cuenta. Así como observo día con día la sofisticación de la comida y el vino, también me doy cuenta de lo distorsionado y confuso que puede convertirse el panorama. Espejismos y figuraciones para impresionar al consumidor.

Precisamente me ha llamado poderosamente la atención lo que sucedió hace unos cuantos días. Llegué a casa, me lavé las manos, me senté a comer… todo con tediosa normalidad. Cuando mi esposa sirvió el segundo plato, lo identifiqué como una receta nueva, un platillo inédito. ¿Qué es…?. Pollo en salsa de pimientos. ¡Mmmmm, delicioso!,. Al otro día lasaña, y hace un par de días las crepas de pollo más sabrosas de toda mi vida, un alambre con: carne, cebolla, pimientos, tocino y queso, un platillo tan sencillo que no podría imaginar qué ingredientes distintos pudo haber usado para hacer la gran diferencia y que me chupara los dedos. Todo esto preparado por Vero, una mujer humilde que no necesitó de Le Cordon Blue, o de su gorro, o su chaqueta con termómetro incluido, ni nada de eso. Sus manos, su imaginación y lo principal, lo que nos repetía la abuela y nuestra madre; la s-a-z-ó-n. Todo en su punto exacto, sin que falte ni que sobre nada, con materia prima de primera calidad, comprada por ella misma en la mañana.

Vero y sus platillos me han hecho reflexionar acerca del retorno a las bases, lo sencillo, lo fundamental, la preparación simple y llana, sin adornos ni paltillos bautizados con nombres largos y rimbombantes.

Dentro del mundo vitivinícola se está perdiendo el enfoque, necesitamos enólogos con el perfil de Vero, virtuosos del vino por merito propio, y no por las medallas ni por los posgrados, ni tampoco por la fama efímera.

Gentil Hugel 2006, desde 1639

Hoy he descorchado un vino honesto sin galardones, ni premios, pero si con mucha sustancia. Gentil Hugel 2006. Contraria a la costumbre, aquí no han puesto en la etiqueta la variedad, se trata de una combinación no explícita. «blend of noble grapes». Bodega histórica que ha visto pasar a doce generaciones desde el año de 1639. Un vino dorado, brillante, limpio. Me recuerda el níspero. En boca es círtico; toronja roja, notas de durazno, final largo y mineral. Por desgracia, y muy a mi pesar, era la última botella que quedaba.

Calixa Chardonnay 2009

Es domingo, ya pasado medio día el calor exacerbado por las calorías de: la carne, la cecina, las cebollitas y un malbec-tempranillo, se deja sentir el sudor en cada poro de la piel. La tarde pesa y baila la brisa caliente entre el olor de la carne asada y el vino. Pero calma, que no ha pasado lo peor, el mes que viene seguro será mucho más caluroso, si no caen las primeras lluvias. Como decía un cómico: «los pobres y sedientos árboles perseguían con desesperación a los perros…»

Hace calor. Sin duda los tintos están fuera de lugar, pero tampoco imagino comiendo una carne asada acompañada con vino blanco. De todas maneras llevé un chardonnay. Un Calixa Chardonnay 2009. Recién comprado en la tienda, pasó a la cajuela del coche, de la cajuela del coche a la cocina, de la cocina a la cubitera con hielo y agua, de la cubitera con hielo y agua a la copa. Los más ortodoxos se preguntarán: ¿la cajuela es el mejor lugar para llevar el vino…? en realidad lo llevaba en el asiento trasero. El resultado puedo asegurarles que es casi el mismo.

Una vez en la copa es de color amarillo pajizo con reflejos verdosos, brillante y fluido, de menisco acerado. Nariz limpia, con aromas dominantes a níspero, y notas de mango. Muy tropical. En boca es goloso, acidez justa y al final un poco amargo. Sus 14,5 grados de alcohol son claros y manifiestos a pesar de que está lo suficientemente frío, pero no tanto como para entumecer la lengua, como ya es costumbre en muchos restaurantes.
Urban Uco malbec-tempranillo 2005 está vinificado con una mezcla de dos variedades que por lo general no se da regularmente: 50% malbec y 50% tempranillo. Un vino de color picota, muy oscuro y que huele a ciruela madura y refresco de cola, me recuerda la rusticidad de la mencía. Pasado el tiempo y moviendo la copa, afloran notas de sandía. En boca es frutal, goloso y de acidez justita, tanino suave, de trago largo. Nada mal con la carne asada con cebollitas.

Urban Uco 2005

En esta ocasión no voy a hablar de vino, tampoco de sus virtudes ni de sus bondades, o del maridaje o la falta de éste. Hoy llevaré a la mesa el tema de los altos precios del vino y la comida, para que sirva por lo menos de catarsis, y no tenga que contar esta misma historia a mi psicólogo dentro de un par de años, para liberar mis traumas y mis penas más hondas.
Ayer por la noche asistí con mi mujer a un restaurante que abrió sus puertas hace un par de meses. El motivo; reunirnos todos los miembros del grupo de cata con nuestras respectivas esposas para festejar a un buen amigo que contraerá sus segundas nupcias. Ocupamos una gran mesa. Todo iba muy bien, el restaurante es una vieja casa tipo hacienda donde las habitaciones estan dispuestas alrededor de un jardín tan grande como esmeradamente cuidado. El área del comedor está ambientada con motivos de los años sesentas, la cava es fría, pero no por la temperatura sino por su estilo minimalista donde el cristal y el acero son los protagonitas, y cuando digo protagonista es en toda la extensión, ya que las botellas de vino son escasas, así que en gran parte de la cava las tumban a lo largo para ocupar más espacio y así disimular la escasez. Porque no negarán que una cava media vacía, o media llena es como un árbol sin hojas. Bueno hasta ahí todo transcurría con cierta normalidad, obstáculos salvables que seguro iran mejorando con el tiempo. Su comida está enfocada principalmente en la italiana. Aunque el risotto con hongos que pedí no levantó en mí ningún suspiro. No considero relevante mencionar el nombre del restaurante, tampoco es mi intención hacer mala propaganda de un lugar que ya por sus méritos propios tendrá un camino difícil. Tampoco he tomado fotos. Tampoco me ha gustado el rissoto… eso ya lo dije. El baño es original, aunque sea para lo que se hizo.

Cuando todo mundo había llegado y estabamos plácidamente sentados platicando, trajeron el menú y la carta de vinos. Mi sorpresa fue mayúscula cuando fui repasando los precios de cada platillo, no sería tampoco la primera vez que visito un restaurante donde el hambre se me va antes de probar bocado. La carta de vinos un monumento al abuso… ¿se les habrá olvidado quitar los tres ceros que existían hace años…? Pongo sólo un ejemplo: «Alión 2003 ….. $2300.00» El vino más económico era un Casa Madero de $400.00. La copa más barata de tinto $130.00.
Como bien dice un amigo: «el peor enemigo de un negocio es su propio dueño».¿A dónde quieren llegar con esos precios? Entiendo su pretensión de hacer una notable diferencia entre este sitio y otros de menor «catego» pero me parece un grave error el concepto de precios tan altos, sobre todo en el vino, ya que el vino tiene un valor comercial del que no podemos escapar, haciendo comparaciones de lo que costaría en tienda. No piensen que pretendo que el restaurante absorba los indirectos, aunque debo decir que muchos restaurantes cargan apenas un 15 o 20% sobre el precio, obteniendo excelentes utilidades basadas en un amplio volumen de ventas, con la gran ventaja de que el comensal sale satisfecho y lejos de la idea de haber sido timado, provocando una indiscutible respuesta de lealtad.

En conclusión: la carta de vinos cambio de manos, pasando por el escrutinio masculino sin que nadie se animara a pedir una sola botella. No me quedó más remedio que pedir una copa de $130 pesos, de apenas 120 0 150 ml, tibia. Eso sí en una bonita y elegante copa Riedel. Las ganas de disfrutar del vino se esfumaron y pensé a cada trago, que tenía en casa una cava más completa y mejor cuidada que la de este pomposo lugar. La pregunta que nos hacíamos era precisamente esa: ¿piensas volver…?

Foto extraída de taringa.com