Archivos para May, 2010

Hugel y Trimbach, en sus espigadas botellas…

El calor sigue sofocando a los habitantes de la meseta central del valle de México, a pesar de algunas tímidas gotas de agua que han caído en los últimos días, anunciando el principio de la temporada de lluvias.
Debido a que Gabriel no preparó nada. Hoy, yo dirijo la Cata, aproveché la ocasión para descorchar seis blanquitos de primera calidad. El calor y los ánimos lo piden, así que busqué lo más interesante de los anaqueles de Palacio de Hierro y La Europea. La búsqueda no fue completamente al azar, Alsacia estaba en mi mente. Alsacia brilla como otras regiones francesas, siendo los blancos sus mejores exponentes. Trimbach y Hugel, garantizan satisfacciones y buenos momentos al degustar sus vinos, desde los básicos hasta sus cuveés más prestigiados…Así que empezamos con un Hugel Gewurztraminer 2007, para mí fue simplemente el mejor de la noche: fresco, aromático, espeso y contundente, una obra de arte, limpio, directo, muchas rosas, cítricos, guayaba y al final un deje a agua quina para rematar su salida. Compraré algunas botellitas para después. El Hugel Riesling 2006, tiene el característico aroma de la riesling en su juventud, mucho queroseno, con alguna fruta amarilla que no acaba de salir, en boca es mineral y abocado, excelente acidez y largo. El siguiente fue un Trimbach que nunca abrió, se trata del Pinot Blanc 2005. Bastante cerrado, con algunas notas lejanas a flores, en boca es rústico y con insinuaciones de flores secas y notas de pera. Habrá que darle otra oportunidad a este 2005. El Trimbach Riesling 2006, resultó más cerrado que el Hugel, con aromas a queroseno menos pronunciado y con una boca más mineral. Un cambio de 360 grados a Sancerre hizo evidente el carácter de los vinos en las dos regiones, marcando aún más la diferencia la uva savignon blanc en versión seco. Además de que existen otros productores cuyos vinos resultan más interesantes. Se trata de Pascal Jolivet 2007, evidentemente herbáceo y sin muchas concesiones, aromas a heno recien cortado y algunas notas calizas. Por último cerramos con un vino de Franconia, del sur de Alemania, rompiendo con ciertos parámetros empezando por la forma de la botella. Franconia Bacchus 2008, «esto es puro jugo de guanábana» alguien lo dijo, y todos estuvimos de acuerdo. Guanábana con sandía en sus expresiones más limpias, con un ligero toque amargo al final, un vino 100% f-r-u-t-a-l y fresco, para los peores días de calor.

Arrepintiéndose de sus pecados tintocéntricos…

Mi propósito era precisamente mostrar los extraordinarios resultados de la vinificación que se logran en algunas regiones y así revaluar los vinos blancos, ya que mucha gente los considera un peldaño abajo de los tintos, y creo que lo logré, al parecer esta vez han salido más que satisfechos, dispuestos a comprar algunas botellas para lo que resta de este calorcito tropical. Misión cumplida, sin llegar a los grandes vinos blancos, esos que envejecen durante décadas y ganan en complejidad como la mayoría de los grandes Borgoñas. Sin menoscabo de lo hoy descorchado, ya que muchos de ellos también evolucionan durante varios años con mucha dignidad.
Ante la contundencia de los hechos, hasta los más pintados en tinto, se han covertido a los blancos… por lo menos durante la cata de hoy, y lo que resta del calor en esta temporada.

¿La silueta será del sr. Reynaldo con su sombrero?

Hace unos días Felipe Calderón Hinojosa, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, visitó Washington. Los comentarios no se hicieron esperar, aquí y allá en la capital norteamericana. No tanto por el mero hecho de la visita, sino porque pocas veces se habían visto tantas manifestaciones de afecto por parte del inquilino de la Casa Blanca en turno, al recibir al inquilino de Los Pinos. Hubo gran despliegue de reporteros, invitados especiales, desfile de soldados en los patios de la Casa Blanca, así como cañonazos, gran baile y un opulento banquete. Más allá del extravagante menú y de los vinos descorchados, todos californianos, que da cuenta Mr. Tyler Colman en su reconocido blog Dr. Vino. Me llamó la atención un «sombrerudo» que no tuvo la delicadeza de despojarse de su elegante y fino sombrero color negro durante el acontecimiento.
Entiendo muy bien que hay prendas que trascienden los buenos modales y las refinadas costumbres, y que además forman parte esencial de la personalidad. Como los llamativos lentes de Elton John o el guante plateado de Michael Jackson. Así que de momento pensé que se trataba de algún artista cuyo sombrero forma parte de sí mismo. Más adelante me percaté de que no se trataba de ningún artista famoso ni tampoco de un acaudalado petrolero texano. Su nombre Reynaldo Robledo, emigrante mexicano del estado de Michoacán, que llegó a los Estados Unidos hace más de tres décadas. Un hombre que hizo realidad el sueño americano a base de empeño y esfuerzo. Después de vendimiar en los viñedos californianos en calidad de ilegal, como mucha gente lo hace hasta el día de hoy (Mañana en Arizona, quien sabe). Ha gozado de fama y fortuna, dueño de su propia bodega, Robledo Family Winery. Una historia que pocas veces se repite; gente que ha luchado contracorriente y que nunca pierde las esperanzas.
Cuántos mexicanos siguen en los viñedos trabajando, haciendo las labores que pocos norteamericanos están dispuestos a desempeñar. Una pequeña parte de lo que descubrimos al descorchar una botella de vino californiano, es el esfuerzo de tantos mexicanos. Algunos, muy pocos, con más visión y espíritu empresarial alzan el vuelo, como el Sr. Robledo, otros muchos regresan a México con las manos vacías. Desde esa perspectiva, me trago mis palabras y reconozco públicamente, ante los dos lectores de este blog, que el sr. Reynaldo Robledo debe gozar de ciertos privilegios; como el hecho de cenar con el sombrero puesto, en el East Room de la Casa Blanca, rodeado de personajes famosos de la política y la sociedad. Siguiendo con el sombrero… yo tengo dos hipótesis, la primera es que se trata de un icono de la bodega (ver foto), y la otra, para alguien que le ha costado tanto trabajo llegar a donde llegó, pudiera entonces tratarse de un asunto de desconfianza… Qué tal si se lo roban en el guardarropa.

Queda en mi lista de pendientes probar sus vinos, que después de tanta propaganda gratuita, espero lleguen pronto a México, sino es que ya han llegado.

Foto extraída de robledofamilywinery.com

Hace poco he visto un bar de vinos cerrar sus puertas, o para quienes prefieren lo anglo y sentirse nice; un Wine Bar. Cerró por falta de clientes, no me cabe la menor duda. La mayoría de las veces que pasé por allí estaba vacío, incluyendo viernes y sábados por la noche, días que se supone habría más afluencia de bebedores y gente curiosa. Lo visité un par de ocasiones y la verdad dejaba mucho que desear. Un plato de quesos… Con rebanadas de queso amarillo. Sólo faltaba el pan Bimbo blanco. Como enófilo puedo imaginar cual sería para mí el-Wine-Bar-ideal. Tampoco quiero decir que cumpliendo con los diez puntos que señalo a continuación las ventas fluyan y llegue a ser un éxito, hay cuestiones de mercado que aquí no considero.

1.- Un buen estacionamiento con lugares suficientes para no tener la necesidad del dichoso «valet parking», fuente de tantos conflictos. Así como cajones donde se puedan abrir las puertas del coche sin necesidad de pegarle al vecino.

2.- Una sonrisa amable dándonos la bienvenida. Si es femenina mucho mejor.

3.- Decoración sobria alrededor de un tema relacionado con el vino. En México tenemos excelentes decoradores(as) de interiores.

4.- Mesas que no parezcan de juguete y sillas cómodas. Libre de humo de cigarro, puros o pipas. En la ciudad de México ya es una realidad.

5.- Una carta de vinos equilibrada, no muy extensa, pero con variantes que resulten sugerentes tanto para el conocedor como para el principiante. Además de una cuidada selección de doce vinos por copeo; interesantes y novedosos, rotando la mitad (6) cada semana por cosas nuevas.

6.- Menú: compacto, sabroso, buena materia prima. Botanas o tapas, cuatro o cinco variedades diferentes.

7.- Precios atractivos que la gente no salga con la idea de que fue asaltada. Precios por copeo en el rango de los $60 a los $260 (5 a 20 dólares). Aunque reconozco que hay ocasiones que ameritan salirse del rango… Recuerdo un Chateau D´Yquem 1990 de 50 dólares la copa. Yo creo que sí los vale.

8.- Copas transparentes de cristal delgado, adecuadas a cada tipo de vino, bien lavadas, secas, sin aromas raros y bien servidas.

9.- Camareros informados que puedan ayudar a quienes lo soliciten. Sin atosigar a los clientes con información no solicitada.

10.- Sanitarios (servicios) iluminados, ventilados y limpios con espacio suficiente y sin malos olores.

¿Alguna otra sugerencia…?

Entrada a los viñedos y la bodega (Chateau)

Navegando por el infinito océano de internet me encontré con un blog, que desde un principio me resultó familiar a pesar de visitarlo por primera vez y estar escrito en portugués: Copo de 3. La foto del autor, el contexto, los vinos que ha catado… Se trata de João Pedro de Carvalho, residente de Vila Viçosa, lugar donde lo conocí hace cinco años en compañía de mi buen amigo y siempre dispuesto anfitrión Antoliano Dávila. Ambos exploradores incansables de las bodegas sureñas de Portugal, enclavadas en la famosa región de Alentejo.
João desde aquel tiempo ya escribía en su blog sus descubrimientos y redescubrimientos por aquellas latitudes vitivinícolas. No cabe duda de que recordar es vivir, y tratándose de un viaje tan apasionante como tonificante, resulta inolvidable.
Hospedado en Badajoz, Extremadura, donde reside Antoliano. Cada mañana pasaba por mí para cruzar la frontera, de la cual ya quedan tan solo algunas huellas del pasado, como la antigua garita donde revisaban los documentos para entrar a Portugal. La Unión Europea ha traído grandes ventajas así como también algunos inconvenientes, como el caso reciente del hundimiento económico de Grecia, que ha arrastrado al euro y a los países miembros a situaciones delicadas. Pero por otro lado el libre tránsito es algo que envidiamos y anhelamos los americanos que hemos soñado con la unificación, aunque parece ser mucho más complicado.

João y Antoliano con el anfitrión en Zambujeiro

Visitamos varias bodegas, y en todas se respira un aire campirano y despreocupado, gente amable que recibe a sus visitantes con los brazos abiertos, lejos de las prácticas de mercadotecnia pura de los norteamericanos en Napa y Sonoma, que están prestos a vender sus vinos o recuerdos materializados en accesorios, gorras o camisetas.
Bodegas como: Heredad de Perdigao, y su excelente blanco; Terras De Monforte, vinificado con: Antao Vaz, Arinto y Verdelho, todas variedades autóctonas blancas, uno de los mejores blancos que he probado de esas tierras. Otras bodegas que vienen a mi memoria son: Quinta Do Mauro, Joao Portugal Ramos y Adega Seis Reis con su excelente Syrah.
Cómo olvidar aquella opípara comida en Elvas, en el famoso restaurante El Cristo. Un kilo de almejas y las porciones de bacalao «dorao» que desaparecieron de la mesa tan rápido como llegaron, regados con aquellas garrafas de Quinto Da Avela, vino verde fresco, ácido y frutal, ideal para la ocasión.
Al encontrar el blog de João Pedro me llegaron recuerdos repentinamente, como un destello y con la misma intensidad que hace cinco años. Blog que por supuesto recomiendo a quienes entienden algo de portugués y quienes no, también.

Tentempié sabatino…

A veces quisiera bajar las revoluciones y tomarme la vida con más calma, como hoy. Empecé con un cafecito hecho en casa, y al lado un libro que me ha prendido, del gran Carlos Monsiváis, se trata de su más reciente obra: Apocalipstick que retrata con su ya característico, agudo sentido del humor y precisión narrativa lo cotidiano de este país surrealista, de manera inmejorable.
A medio día saqué de la alacena, una latita de ostiones ahumadas, acompañadas con un manzanilla Solear, de la conspicua bodega Barbadillo. Media botellita que tenía abandonada en el refrigerador desde hacía muchos meses. Confieso que me supo a gloria, con esas notas ahumadas que se entremezclaron con las notas ahumadas de los ostiones. Quién dice que la manzanilla y los jereces en general no aguantan mucho tiempo después de abiertos… Así como reconozco que los jereces una vez abiertos pueden disfrutarse meses después, también estoy convencido de que los pequeños placeres van moldeando la felicidad, y que todo sale sobrando si no existe una actitud positiva.
Volviendo al tema de la lectura, decía que disfruto mucho de la pluma de autores como Monsiváis, Germán Dehesa y el Vasco Juan Bas, maestros de la sorna y del humor negro. Admito que además de la gran admiración que les tengo como escritores, admiro aún más su sentido del humor. Convencido estoy de que esta vida sin esos chispazos de risa y de burla hacia los demás y a uno mismo, tendría que ser muy aburrida y poco reconfortante para el espíritu. Desde aquí hago votos para que el maestro Monsiváis se recupere y vuelva a casa pronto, ya que hace días su fibrosis pulmonar lo tiene recluido en terapia intensiva

Preparación del Yakimeshi

Ayer había prometido a mi hijo llevarlo a comer sushi a un restaurante relativamente nuevo. Para seguir con el rollo de los jereces, había pensado sacar de la cava aquella botella que generosamente me regaló Leti; La Bota de Manzanilla No. 8 . Al no tener a la mano el teléfono del restaurante, a pesar de haberlo buscado afanosamente en las «sección amarilla» para preguntar si permitían descorche. Decidí abortar la operación y dejarme llevar por la carta de vinos del lugar. Como suele suceder, después de echarle un vistazo, llegué a la conclusión de que sería mejor pedir una cerveza bien fría. Un sashimi de salmón corte fino, que tenía cara de corte grueso, desfiló como primer plato. Un arroz al vapor con verduras, pollo y camarones preparado a la plancha, fue tema de discusión, ya que fue el mismo platillo en tres platos diferentes, con tres diferentes precios ¿Tendré la cara… o sólo por hoy me la vieron…? Pero hay días que es preferible dejar pasar las cosas sin chistar, y así conservar la valiosa calma interna, tan difícil de atemperar. Así que a pesar de la increpación de mi esposa, decidí hacer oídos sordos. Como resultado: el único vino del día de hoy fue media copita de manzanilla «añejada» en el refrigerador por varios meses, que además disfruté como si lo hubiera bebido en el mismísimo Puerto de Sanlúcar de Barrameda, recién sacada de la bota.

Los encapuchados de la noche

El calorcito que se desata antes de la época de lluvias es comparable a un sauna. De no ser por la sombra de algunos árboles o por el aire acondicionado, podría quedar uno que otro cristiano achicharrado en el pavimento, en la acera o dentro de su casa. A pesar de las altas temperaturas nuestro amigo Oswaldo ha decidido recetarnos algunos tintos subiditos de alcohol. Al principio abrimos boca con un champán Perrier-Jouët Brut, bastante desconcertante para ser un champán. Burbuja gruesa y no muy intensa, color pajizo y brillante. En boca ligero y fugaz, como un suspiro.
El segundo vino fue un St. Emilion, Chateau Cotes de Rol 2005, nunca lo había visto, mucho menos probado. Fruta roja con madera, me recuerda una caja de puros con una embarradita de mermelada de cereza. Boca unidimensional. El siguiente fue un Pinot Noir, Petit Bistro 2006 de 13 grados de alcohol, nada escandaloso para los estándares actuales, y no me refiero a Australia ni a California, sino a la mismísma Borgoña. Frambuesa y grosella con alcohol. El siguiente me gustó, era cata ciega, así que para los que piensen que me incliné por este vino por ser mexicano, están equivocados. Aquí también sabemos hacer malos vinos, o mejor dicho aquí también se nos olvida hacer buenos vinos. Pero éste no es el caso. Miguel 2006  de Adobe de Guadalupe. Se trata de un tempranillo (75%) con algo de cabernet y grenache o garnacha. Aromas a tamarino y lavanda, con notas minerales, excelente acidez y de final un poco amargo. Nada mal por $240 pesos. Sí repito.
El Viñas del Vero Gran Vos 2000 lo noté algo fatigado, cansino, con aromas de granos de café. El último vino, era algo así como té de corteza de roble. Madera y más madera. Se trata del Viña Emiliana Coyam 2004 vinificado con syrah, carmenere, cabernet, merlot y mourvedre, ahogadas en una tonelada de madera.
Esta cata a medio día hubiera sido para poner a sudar a cualquiera, ya en la noche por fortuna refrescó algo el ambiente. Para quienes siguen de manera fiel las crónicas de cata, Pedro ha regresado. ¡Viva Pedro!.