Archivos para octubre, 2009

peñin

Faltó el cafecito…

Hoy es un día movido para mí: Cata en la noche y alguna que otra cosa interesante que comentar. He leído como cada viernes el periódico Reforma. En su sección Buena Mesa aparece el señor Gerschman reconociendo la larga carrera del periodista y crítico de vinos español José Peñin, a raíz de su reciente visita a tierras aztecas. Por mi parte nunca he leído su revista y sus puntos sobre los vinos que califica, tampoco son mi guía. Pero sí tengo un libro de lo más ilustrativo y uno de los que no prestaría jamás. Ya aprendí la lección. El Vino, publicado por Ediciones Orbis en Barcelona, curiosamente no aparece el año de su publicación, aunque a juzgar por las fotos y el estado del libro, debe tener unos quince añitos como mínimo, así que razón de más para no prestarlo; no creo que lo encuentre hoy en día. Mucha información sobre el viñedo, la vid, los suelos, clima, conducción de la vid… información que no he encontrado en otras publicaciones, y mucho menos explicada de forma tan sencilla y amena.

A Peñín se le ha calificado de ser imparcial en sus juicios, pero… a qué famoso crítico no se le ha tachado de ésto. Su visita estuvo acompañada de Mr. Georg Riedel. Una cata en Palacio de Hierro con vinos de la talla de Vega Sicilia y Pichon Lalande… ya se podrán imaginar.

Gerschman también escribe en su columna sobre la maduración alcohólica (azúcar) y la fenólica, añadiendo un término que yo francamente nunca había escuchado; «dulcedumbre» refiriéndose a las maduraciones extremas, dando vinos «dulces». Afirma que: «el paladar de los mexicanos se inclina a lo dulce, la dulcedumbre puede ser complicidad entre el productor y el consumidor» (…). Estoy de acuerdo, a los mexicanos nos gusta lo dulce: agua de frutas, horchata, jamaica, tamarindo y los tan consumidos refrescos, repletos de gas y azúcar. Aunque esta dulcedumbre la entiendo como una nota de tanino dulce y no como los vinos dulces naturales o de azúcar añadida o chaptalizados.

Por último les comento que la ciudad de Cuernavaca se vestirá de gala al recibir a un buen número de chefs y sumilleres que deleitarán a sus comensales en diferentes restaurantes de la ciudad. Food & Wine Morelos.  Promete y promete mucho. Yo ya me apunté para una cenita-maridaje con mi esposa y unos amigos. Después les cuento. Por ahora debo revisar que todo esté en su lugar para la centésima vigésima séptima cata.

Después de escuchar varias falacias, o mejor dicho estupideces, acerca del vino esta semana. Me propongo en la siguiente lista, enunciar las 10 mejores, o peores, ya depende de cada quien.

1.- El blanco frío y el tinto al tiempo. He probado algunos blancos por copeo, que de tan fríos que los sirven, entumecen la lengua. Los tintos por arriba de los 22°C son puro alcohol en nariz y en boca, que es lo primero que se evapora en la copa. Hay tintos como los varietales de pinot noir o cabernet franc, que ganan con unos grados abajo de lo que se deben refrescar otros tintos. Así que no podemos generalizar.

2.- El tinto con carne roja y el blanco con mariscos y pescado. Todo dependerá del vino tinto, ya que no es lo mismo un cabernet sauvignon chileno que un Chénas o un Fleurie (gamay). Y no es lo mismo una sardina en tomate que un salmón a las brasas.

3.- El vino mientras más viejo mejor. Ésta no me parece tan descabellada, aunque habría que matizar. Hay vinos hechos para una larga evolución, su curva es como una elipse, y hay otros que apenas si tienen un periodo de pulimiento, su curva es como una montaña rusa de pendiente muy acentuada. Es un periodo de reposo para superar lo que llaman en inglés bottle sickness.

4.- El mejor vino blanco, es el tinto. Sin comentarios.

5.- Para celebrar… sólo con champán. Estoy parcialmente de acuerdo, porque también hay vinos tranquilos para levantar la copa, brindar y disfrutarse en cualquier ocasión, sin que las burbujas sean la única opción.

6.- El vino está hecho de «químicos». Esto viene a colación por aquello de que mucha gente piensa que la demanda de vino es superior a la oferta. Si bien es cierto que al vino le agregan desde el sulfuroso hasta el ácido citrico pasando por azúcar (chaptalización). Estamos muy lejos de que sea una combinación de sustancias colorantes y saborizantes como en el caso de los refrescos, sodas o cualquier otra bebida, donde lo único natural es el agua. Y a veces ni el agua…¿O quizás estemos cerca?

7.- Al vino se le echa fruta para que sepa a fruta, es decir si huele a cerezas, se le han agregado cerezas… Ésta sí me hizo reír. Los aromas y sabores los toma la vid del suelo que la nutre, es el hombre quien hace la analogía con lo que tiene a mano, o mejor dicho con lo que tiene en su memoria olfativa. Vgr: esos rasgos del champán a tiza, los toma de los suelos calizos de Champagne, en sus distintas variantes.

8.- Este vino no tiene conservadores. El sulfuroso se usa desde hace 2000 años, pero la mayoría de los iluminados que habla de conservadores, se imagina otras sustancias químicas cercanas al formol. Ergo; sino tiene formol, no tiene conservadores.

9.- Éste es el mejor vino del mundo… Recuerdo que cuando era niño decían que el Rolls Royce era el mejor coche del mundo. Se imaginan en la llanura africana con un Rolls Royce… Hay un vino para cada ocasión, eso sí, de repente se topa uno con cada cosa…

10.- Los vinos blancos no tienen taninos. Bueno, ésta es más sofisticada, y se desprende de la idea errónea de pensar que el tanino es el responsable del color, cuando en realidad son los antocianos. Los taninos se encuentran tanto en uvas blancas, como en tintas, sobre todo en las pepitas y algo menos en la cáscara. La corta maceración en los vinos blancos y rosados, hace que éstos no sean tánicos.

Los invito a agregar alguna de su lista.

Muerte vestida de gala

Muerte vestida de gala

Flores de Cempasúchil

Flores de Cempasúchil

Tengo la impresión de que en la mayoría de las ferias, conciertos y otros acontecimientos populares, las autoridades encargadas de la organización se limitan a cumplir con los requisitos básicos para su desarrollo, y no van más allá para poder llevar a buen término las diferentes actividades dentro de cada feria, lo anterior sumado a la falta de esmero y capacitación de los expositores. El Primer Festival Gastronómico 2009 en la ciudad de Cuernavaca no ha sido la excepción. Las diferentes muestras de comida han pasado casi todas la prueba, en la gran mayoría de puestos que visité me encontré con gente amable y dispuesta, cabe destacar una cata de cerveza dirigida por un muy entusiasta señor, cuyo nombre no recuerdo.

Después de echar un vistazo a las ofertas de cada restaurante allí representado, y haber probado unos champiñones capeados rellenos de surimi, deliciosos, subimos por la calle Hidalgo para entrar al famoso Jardín Borda Visité un estand donde ofrecían vinos de La Selección del Sommelier, nombre de la comercializadora. Dentro de su oferta, me decanté por un pinot noir, se me ha olvidado la marca por lo que sucedió a continuación. Al pedirle una muestra, que más bien era un dedal de plástico, me dijo el ilustre encargado que esa botella no estaba abierta, pero que me ofrecía un Carmenere… ¡gran similitud! Eso no es todo, en el momento que llegué estaba hablando con un cliente; y le decía con tono casi profético: «Esta botella tiene tapón metálico, porque no evoluciona, entonces no necesita del corcho»… sin comentarios. Lo mejor que pude hacer fue darme la vuelta y tomar un poco de aire fresco. Mi única compra fue un Cape Haven pinotage 2006, del estand frente a los otros, lugar donde las dos señoras que lo atendían de plano no ofrecían ni siquiera «el dedal de plástico» de los anteriores. Sólo faltaba que esperaran a los clientes leyendo un libro o tejiendo para completar el penoso cuadro. No sería mejor encontrar a gente un p-o-c-o más capacitada para promover el vino. Si los distribuidores no cuentan con el suficiente presupuesto para su promoción en ferias, mi mejor consejo es que no asistan. De no ser por esas flores de cempasúchil que nacen y crecen silvestres, y que adornan con su distintivo aroma y color las cada vez más escasas ofrendas para los muertitos, y esas artesanías que encontramos en uno de los rincones de la feria, me hubiera ido con un mal sabor de boca. Felicito a la gente que puso todo su empeño para la organización de este acontecimiento, y espero que cada año, si es que repiten, salga mucho mejor.

Pinotage, variedad sudafricana

Pinotage, variedad sudafricana

Ese pinotage, la misma botellita ayer adquirida, feneció el día de hoy. Cada vez que escucho pinotage no puedo evitar pensar en un laboratorio al estilo Frankenstein. Variedad resultante de la pinot noir y la cinsault, atribuida al profesor Izak Perold, de la Universidad Stellenbosh en Sudáfrica. Hasta el momento no he probado de esta uva nada que me haya movido a comprar más de una botella. Este pinotage es brillante, de color violáceo y menisco rubí, nariz intensa a fruta negra madura, zarzamora con notas de higo en un fondo herbáceo no muy definido. Boca golosa, de taninos limados y acidez correcta. Un vino sólo para beber sin meditarlo: correcto.

¿Valor o precio?

Publicado: 21 octubre, 2009 en Reflexiones, Vino
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balanzaMucha gente me pregunta: ¿qué vino les puedo recomendar? Yo devuelvo la pregunta: ¿Qué les gustaría?  Refiriéndome a algún estilo, color, bodega o región. Su respuesta es contundente; que no sea muy caro. Entonces me surge la duda…¿Qué es barato y qué es caro?. Para mí la relación de calidad precio es muy importante. Cuántos vinos arriba de los 50 dólares no cumplen con las mínimas espectativas para ese nicho, y cuántos otros abajo de los $8.00 cumplen con creces su valor en relación a su precio.

Hace algunos años compré en copropiedad una botella de Petrus 1988. Cada semana que pasaba por la tienda, veía como disminuía su precio. Una vez que consideré que ya era algo razonable, pero sobre todo asequible, le avisé a un amigo y él estuvo de acuerdo en ser copropietario al 50%. Guardada por algún tiempo, llegó el gran día, el día que bajarían los angelitos del cielo con todo y sus arpas a cantarnos al oído… Así eran nuestras espectativas por una botella de $400 verdes. Reunidos con nuestras respectivas esposas, nos dispusimos a disfrutar de tan grande y prestigiado chateau. Para nuestra sorpresa no hubo angelitos, ni arpas ni cosa por el estilo, sólo un vino correcto pero sin ningún encanto extra. Lo primero que cruzó por mi mente, fue que habíamos sido objeto de una estafa…¿esto es un Petrus? repetía mi amigo. Seguramente si esa misma botella la hubieramos probado en un contexto diferente las cosas serían distintas. Si en su etiqueta no existiera esa palabrita de seis letras, si fuera menos aristócrata, o hubiera pagado la décima parte.

El valor en el vino debe ser lo más importante a la hora de hacer nuestras compras, pero en ocasiones parece que la gente lo pasa por alto. En 2005, en el aeropuerto Charles de Gaulle, hacía un poco de tiempo antes de abordar el avión, viendo los vinos en una tienda donde se podían encontrar Burdeos y Borgoñas de varios cientos de euros. No faltó un compatriota, porque siempre hay algún mexicano cerca, reconocible por su acento chilango, que hablaba con una dama sobre las «joyas» que iba encontrando en los anaqueles…¡mira ese vino, cuesta 350 euros!, ¡mira ese otro cuesta 2 mil!. Nunca salió de su boca una nota aromática, sabor o algún juicio más allá del precio. Gente que de alguna manera el amor al vino le ha entrado como una forma de presumir su estatus económico y social, pero que a la hora de la crítica organoléptica queda en babia.

En tiempos donde la liquidez se recorta y parece que es un fenómeno mundial, habría que replantear el mercado del vino. Debe ser un motivo de análisis ya que la abundancia parece que es cosa del pasado. ¿Cuánta gente estará dispuesta a pagar esas cantidades de dinero por vino? y ¿cuántas otras buscarán nuevos parámetros para escogerlo?. Preguntas que pueden tener una respuesta hacia un mayor valor por el dinero, y buscar cada vez mejores vinos a un precio asequible.

foto extraída de wineaccess.com

El sábado fui a una comida, donde el único detalle que escapó de la lista de prioridades fue el de ofrecer vino. Una vez más compruebo que el vino en México está muy lejos de ser una bebida de consumo común. Así que este traumático suceso me hizo pensar en las cosas que más me molestan como consumidor y amante del vino. He aquí la lista, sin ningún orden de importancia, simplemente he ido apuntando lo que se me ocurría, a manera de decálogo.

1.- Salir de casa un sábado por la mañana hacía mi tienda de vinos preferida, para escoger con esmero alguna botellita con motivo de alguna comida pendiente para ese día, sin tomar en cuenta aquello de la guarda previa. Descorcharla en la comida, y para desencanto de todos encontrar un pestilente olor a cartón mojado. Aún peor si la botella pestilente la he guardado por largo tiempo.

2.- Que esa misma botella sea rechazada para su cambio en nuestra tienda preferida…

3.- Llegar a un restaurante y soplarse un discurso de 5 minutos acerca de la botella que has tomado toda tu vida, sin haberlo solicitado.

4.- Escuhar al mesero decir con la seguridad que sólo puede dar la ignorancia; «el cabernet sauvignon es tinto y no se enfría»

5.- Observar una encarnizada pelea entre el mesero y la botella a la hora de descorcharla.

6.- Que el mesero o encargado ponga en entredicho la devolución de una botella, que apesta a corcho a dos cuadras a la redonda.

7.- Pedir en un restaurante de cierto postín que decanten el vino, y que su respuesta sea; ¿qué es eso…?

8.- Esperar durante semanas una cata especial, y resfriarse el día anterior.

9.- Que se rompa una botella que has guardado celosamente durante mucho tiempo en la cava.

10.- Llegar a una fiesta y que no haya una sola gota de vino, en cambio encontrar toda la colección de destilados habidos y por haber. O que haya vino, pero que te lo sirvan en copas regordetas y chaparras.

Michael broadbentAl igual que las empresas que llevan al éxito una marca de un producto o servicio, con visión y tenacidad implicando años de arduo trabajo. Las peores consecuencias de una demanda no son; el desgaste físico o económico, aun cuando ésta no prospere, sino el hecho de poner en entredicho el prestigio ganado durante largos años, y ésto puede ocurrir en cuestión de días o inclusive en pocas horas, dependiendo de los medios de comunicación y obviamente el calibre del demandado. Los personajes famosos que se deben a un público que los respeta y les da su voto de confianza, pueden caer en la misma situación. Es el caso del Sr. Michael Broadbent, Master of Wine y encargado del departamento de subastas de vino en Christie´s durante varias décadas, hasta 1992. Prestigio que quedó para muchos en tela de juicio a raíz de la publicación de Billionaire´s Vinager, escrito por: Benjamin Wallace. Su gran error visto desde la perspectiva de mucha gente, fue haber subastado varias viejas botellas cuya propiedad fue supuestamente del expresidente de EE.UU. Thomas Jefferson, enófilo empedernido que no sólo consumía vinos franceses sino que trató sin éxito de llevar variedades nobles a Norteamérica. Botellas que al final resultaron falsas, error que se profundiza si tomamos en cuenta la larga trayectoria del Sr. Broadbent, ya que no estamos hablando de ningún bisoño que pudiera pasar por alto una cosa tan significativa y de tantos intereses económicos, como lo es la subasta de piezas por las que se pagan cantidades exorbitantes. Su análisis antes de la subasta se limitó a la autenticidad del vidrio, mediante expertos en la materia, y en efecto, todo señalaba que las botellas, entiéndase sin su contenido, eran auténticas. Después de la publicación sus críticos empezaron a percibir en el ambiente algo que no olía nada bien. El hecho contundente es que su reputación se vio afectada, si bien ya no se dedica en cuerpo y alma al asunto de los vinos y tiene para vivir holgadamente el resto de su vida, creo que es muy triste para cualquier persona acabar sus últimos años con tal desacredictación, después de haber probado las mieles del éxito. Pues bien la cosa no acabó ahí. Mr. Michael Broadbent interpuso una demanda contra Random House Inc, empresa inglesa que editó dicho libro. Caso documentado en la página del Instituto de Master of Wine (news), por si quieren echarle un ojo. Al parecer la demanda ha prosperado, y ya hubo varios puntos de acuerdo entre las partes, lo curioso es que el libro seguirá vendiéndose fuera del Reino Unido, sin ningún cambio que altere su contenido original. En lo personal esto de las demandas me deja muchas dudas… ¿bastará para devolverle a Mr. Broadbent su credibilidad?

Foto extraída de Librarything.fr

Latour 1993

Latour 1993

Para quienes disfrutamos del vino en todas sus expresiones, ya sean: espumosos, rosados, tintos, blancos, fortificados y de cosecha tardía… siempre habrá una ocasión para descorchar algo especial. Confieso tener el síndrome del French Poodle al cruzar una calle en horas pico. Incertidumbre a la hora de sacar una botella de la cava. No paro de dar vueltas pensando en cuál botella descorchar, síndrome que se agudiza al tratarse de las pocas botellas por las que he palmado más de lo que debería permitirse una persona sensata. Pues ayer fue uno de esos días. En lo personal me decanto más por Borgoña que por Burdeos, pero al echar un vistazo a la fila de los Borgoñas, me di cuenta de que quedaban ya muy pocas, no es que pudiera hacer una fiesta con las botellas de la fila de arriba, pero sí era mayor el número de Burdeos, así que me decidí por un Latour 93. Según Mr. Michael Broadbent; la cosecha la califica entre dos y tres estrellitas, de cinco, que equivalen a «not very good, but not bad» y «Good» respectivamente. En el caso específico de Latour; dice el propio Broadbent que la probó por primera vez en 1997, con Christian Le Sommer, en esa época el encargado del Chateau. «El vino seguía inmaduro; atractivo, nariz a cedro, seco» (…) todo finalizado con un «but good». Sus impresiones al probar otra botella seis meses después, han cambiado, lo describe menos profundo, más «dulce» y que se puede beber bien ahora, que me imagino fue el año 2000, última reseña de este libro (Michael Broadbent, Vintage Wine) editado en el año 2002.
Ahora viene mi veredicto. Algo que no puedo evitar a la hora de juzgar este tipo de vinos, es ser muy poco complaciente y algo duro, de antemano les digo que soy completamente subjetivo. Para mí fue una decepción, el alcohol no está integrado, aparecen notas muy interesantes ganadas en el tiempo dentro de la botella; caza con pelo, piel fina, ahumados y fruta roja, ciruela y cerezas, son esas notas de pimiento y mina de lapiz muy característico de la cabernet de esta región. En boca aparece esa arista de alcohol, y es que el mesero no ayudó en nada al cargarla como si fuera un bebe, menos mal que no tenía calentura, de otra forma la hubiera dejado como sopa. Dada la ocasión mi esposa y yo fuimos bastante generosos, otorgándole varios piropos, poco merecidos. Sin que hiciera corto circuito, tampoco maridó como esperaba con unos hongos Portobello, pero eso ya no fue culpa del vino, sino mía y del Chef que puso algo de vinagre al platillo. Todo en el marco de una romántica terraza en un restaurante.

Hablando de temperatura, ha quedado funcionando el motor eléctrico de mi bodega, cosa que me complace mucho, ya que esos tumbos en la temperatura al pasar de los 19°C a los 14°C no son nada recomendables. Aunque tampoco crean que soy muy quisquilloso. Hace tiempo que mi cava se mantiene a 17°C, o por lo menos eso creía. Entrando en cuestiones técnicas, los termómetros en su gran mayoría no están calibrados. Es una realidad en México, no sé en otros países. Calibrarlos puede costar el triple de lo que se paga por un termómetro. ¿Qué diferencia hace un grado?, ¿cuántos años viviré para poder ver madurar esos vinos que guardo con tanto celo? Son preguntas sensatas para gente insensata. Hay quienes gastan una fortuna en equipos de refrigeración con: motores auxiliares diesel, alarmas, monitoreo por computadora… Cuando no saben qué pasará después de que hereden a sus hijos y en el peor de los casos, ni siquiera hijos tienen a quien heredar esas botellas, que de seguro se las beberán en una borrachera con sus amigos. ¡Pero qué mal pensado soy…!. Por esta razón y por otras, hay que educar poco a poco esos paladares.

La foto es de un viaje reciente,  pero bien podría ser la foto del deseo, del deseo emergido un viernes como hoy,  una copa de blanco, sudando a la orilla del mar, acariciada por la brisa salina.

La foto es de un viaje reciente, pero bien podría ser la foto del deseo, del deseo emergido un viernes como hoy, una copa de blanco, sudando a la orilla del mar, acariciada por la brisa salina.

Después de escuchar por la radio lo que se avecinaba en la Ciudad de México durante la conmemoración del trasnochado 2 de octubre, entre otras marchas ya habituales, me vi forzado a cancelar una importante cita. Cosas que ya son rutina en esa ciudad gracias al amparo, y me atrevería a decir, al estímulo y apapacho del gobierno del D.F. Hasta aquí con mi comentario. No quiero empeorar mi úlcera con cuestiones de politiquería de bazofia, que ya ha habido bastante esta semana.

Río de Janeiro será la sede de las Olimpiadas del 2016, Madrid quedó atrás, no sé si lamentarlo o no, ya que de todas formas no tenía pensado ir a ninguna de las dos. Confieso que la muchedumbre me causa urticaria, y mi billetera está muy flaca, aun cuando sean reales y no euros.
Es viernes, viernes de marchas y manifestaciones estériles. Qué beberé, porque eso sí, un buen vinito debe caer en la mesa los viernes. Hoy habrá que descorchar algo, un Borgoñita blanco. Sí. Hace calor.

Hablando de lo que me ocupa en este espacio, que es el vino: a raíz de un problemita eléctrico con el motor de mi cava, por la mañana me comentaba una persona dedicada a la instalación de aire acondicionado y sistemas de refrigeración, que había instalado un sistema en una de esas pocas bodegas de gente extravagante que no sabe qué hacer con su dinero. Bodega enorme con triple sistema de refrigeración monitoreada por computadora, que permite estar al tanto de la temperatura y humedad en tiempo real desde la oficina o cualquier rincón; teniendo un teléfono celular con internet a la mano, además de otro sistema muy novedoso que da de baja en automático dentro del inventario las botellas que salgan del botellero, etc.  A medida que me contaba mi nivel de curiosidad y asombro iba en aumento. Existen cavas como la mencionada, cuyo límite no está definido por el precio; es un capricho, un capricho caro más que una necesidad real. Hoy tengo otras prioridades. No niego que debe ser emocionante y a la vez deslumbrante meter amigos a esa cava y preguntarles qué vino quieren, sin necesidad de tronarse los dedos si es que se deciden por el Romaneé Conti 64 o el Cheval Blanc 47… Al fin que todavía quedan dos cajas más.
Entrando en cordura pienso que lo más importante es tener amigos con quien poder disfrutar una buena botella de vino, amigos que sepan apreciar y que no leviten al oír Petrus, sino que lo hagan con una botella que yo no haya tenido que hipotecar la casa; de un productor artesanal amante del terroir difícil de conseguir, extraída de una cava con el piso de gravilla sin tantos reflectores, y servida con esmero y hasta con cariño ¿No lo creen así…?