Archivos para abril, 2015

Tempranillo en México, entres otros.A raíz de un obsequio de una botella de tempranillo mexicano, decidí compararlo con algunos otros de la misma uva, también mexicanos. Y este fue el resultado. Empezamos refrescando la garganta con un espumoso de Miguel Torres en cuya etiqueta aparece Santa Digna. Se trata de un rosado vinificado con uva país, la más antigua de Chile. Estelado sin añada. Color rosado con destellos frambuesa, burbuja fina y persistente, no muy rápida, pero hay quienes dicen que mucho depende de la copa: el cristal, la manera como se lavó, etc., etc., Un espumoso que ha gustado mucho, sobre todo con los calores que empiezan a apretar. Nariz floral, con algunas notas cítricas de piel de naranja. En boca es refrescante con recuerdos de toronja blanca, toque calizo y buena acidez. Como para hacerse de una cajita para estos calores y los que vienen.

Galileo 2013, de Vinícola El Cielo. Huele a regaliz, moviendo la copa desprende aromas intensos a arándanos, notas de tierra mojada. En boca es mineral, paso de boca amargo, y de final largo. Bebible.

Quinta Monasterio 2011. Por un instante lo confundí en el estante con Hacienda Monasterio. Varietal de tempranillo con doce meses en barrica nueva de roble francés y americano. Humo, chocolate amargo, en general fruta roja en sazón. En boca es algo cerrado, no tan expresivo como en nariz, amargo, y con evidente carga de alcohol. A pesar de que 13,5 grados hoy en día parece un juego de niños. Inmemorable con causa.

Papaztac 2013. Este fue el vino de regalo que propicio esta cata de tempranillos aunque sólo hay dos varietales, el segundo y el tercero. Aroma dulce a higos, frutos rojos; ciruela madura. En boca es frutal, de buena acidez y de taninos mullidos. Repetible.

Tierra Adentro 2010. Una bodega que ha sido de las favoritas del Grupo desde aquel vino que probamos en el bicentenario o esta otra cata donde hubo varios ejemplares de esta bodega zacatecana: Campo Real. En este caso se trata de una mezcla de 80% syrah, 40% merlot y el resto tempranillo. Así que definitivamente no es un buen ejemplo de tempranillo, que ya de por sí, es difícil encontrar su tipicidad cuando es un varietal, fenómeno común ya que se ha perdido la personalidad de la uva por métodos extremos de sobre-extracción y crianzas muy prolongadas entre otras linduras enológicas. Este es un vino con un singular olor a aceite de oliva, para otros atún y sardinas enlatados, aromas que sólo había encontrado en la chardonnay californiana (EE.UU). El caso es que fue abriendo a fruta roja. En boca tiene una excelente acidez, aunque el final es corto y ligeramente amargo, de buenos taninos y paso por boca.

Un Icewine de uva vidal 2004. Este vino lo trajo Francisco, lleva algún tiempo guardado, bien guardado; ya que se manifiesta de la mejor forma en que puede hacerlo un icewine. Color ocre, con destellos de oro viejo, espeso, con una nariz embriagadora «botrizada», miel, flores, piña cristalizada. Una delicia. Guardamos una botellita para la próxima cata, para que no se la pierdan quienes no asistieron este día.

¿Quién quiere un poco más...?

Quién quiere un poco más…

Me he quejado amargamente en este espacio,  en varias ocasiones, de los abusos en algunos restaurantes. Hoy vuelvo a publicar mis amargas experiencias que abren tema de conversación las tardes en que visito a mi psiquiatra, cuando me pregunta insidiosamente cuáles han sido mis conflictos espirituales más recientes. El sábado pasado fui invitado a comer por una alma generosa a un restaurante. Se trata de uno de mucho postín cuyos jardines deben costar una fortuna, el solo mantenimiento. Para quienes se vayan formando un criterio equivocado, debo reconocer que las cosas llámense bienes y servicios, cada vez están más caras en este país. Indiscutiblemente, sin lugar a dudas, aunque insistan algunos políticos en convencernos de lo contrario. ¡Pero cobrar 180 pesos por un dedal de vino, me parece obsceno! por no decir otra cosa. Ya sea que se trate de un Oporto Taylor´s,  Tawny 10 años, o de un 20 años, quizás un 40 los valga y hasta un poco más. Y si dudan de mis palabras, vean la foto, que a propósito ha sido contrastada con la copa de agua, que dicho sea, hay restaurantes que sirven el vino en copas mucho más grandes que las del agua. Con esto no quiero decir que esperaba un oporto en una copa magnum, pero sí algo que me dejara satisfecho sin la idea de que me están viendo la cara.  El fondo del asunto es que muchos restaurantes han encontrado la manera de servir poco y caro, no sólo en las bebidas sino también en las porciones de comida. Sé que detrás hay  costos directos e indirectos, pero no creo que por 50 ml de Tawny 10 años deban cobrar 180 pesos. Una botella (750 ml) tiene un precio en el mercado de aproximadamente 650 pesos, eso nos daría un costo de 43 por dedal… Perdón por copa. El margen de utilidad es poco más de 400%. Si algún amable lector de este blog lo considera justo, prometo no guardarle rencor, debe ser porque seguramente tiene algo que ver con ese restaurante.  Pero me gustaría leer sus amables y ponderadas opiniones.