Archivos para julio, 2022

Catar vinos, según hemos comprobado en la peña en casi veinticinco años, no siempre es una experiencia con los resultados esperados; la mayoría de las veces los vinos resultan diferentes a nuestras expectativas; en otras decepcionan; y en muy pocas algún vino resulta todo un hallazgo. Dicho esto, en esta ocasión dos resultaron bastante raros, por decirlo de algún modo. Para algunos integrantes del grupo fue una decepción, para otros estaban decrépitos. Debo aclarar que para afirmar que un vino está decrépito debe tener claras señales de acético o tener muestras de «cansancio,» situación que por lo menos yo no detecté. Más bien se trataba de algún problema en la elaboración. Sé que hay a quienes no les gusta esa palabrita, pero debo decirles que por muy románticos que sean; se trata finalmente de un producto elaborado. Que en ocasiones dentro de dicho proceso se necesita agregar: ácido cítrico, sulfitos, clarificantes, levaduras etc. Así que es probable que en algún momento haya salido algo mal. Sin extenderme demasiado entremos en materia con los vinos de anoche.

Kully 2019. De Bodegas y Viñedos las Nubes, un blanquito que a todos nos agrado. El primer golpe es durazno con notas de pera, muy aromático. En boca: agua quina de final amargo y seco, acidez comedida. Se me ocurre maridarlo con un buen queso brie.

Colección de Parcelas 2019. Misma bodega que el anterior. Nariz a barro, hollejos y fruta roja indefinida. En boca empezaron los problemas. Diluido con algunas notas a fruta pasada. Boca desconcertante, no puedo afirmar que sea un problema de almacenamiento.

Pinacate 2020. El primer vino que pruebo del estado de Sonora. El primer golpe en nariz es de vainilla (de esa vainilla artificial que cuelgan en los automóviles), con una nota de tamarindo con chile. En boca es dulzón y corto, me da la sensación de estar bebiendo alguna otra bebida. Al final hay algo picante que me hizo toser. Acidez muy baja. La ortodoxia dice que hay que darle otra oportunidad, pero no sé si vuelva a probarlo.

Ovis 2007. A la hora de cortar la cápsula me di cuenta de que el corcho estaba levemente sumido. A la hora de meter el tirabuzón comenzó a hundirse y las 2/3 partes se deshicieron; tuve que sumir la ultima parte en el vino. Un corcho de mala calidad que además pudo haber estado sometido a variaciones extremas de temperatura. Error mío el no haberlo decantado con un cedazo para evitar los residuos en la copa. Por lo menos no he olvidado de tener la delicadeza de servirme la primer copa, que en este caso, lo marcan los cánones de las buenos modales. Este tempranillo-cabernet californiano tiene color rubí un poco velado. Una nariz bien amalgamada con fruta de calidad: ciruela madura y una nota de pimienta negra. En boca le falta vigor, un poco más de todo, pero en conjunto es bebible. Hubo quien afirmó que se trataba de un riojano, quizás advirtió la tempranillo. Aunque habría que preguntar ¿Qué es un riojano hoy en día…? No es lo mismo López Heredia que un Roda, con todo y que son vecinos en el Barrio de la Estación.

Djemba 2018. En la etiqueta figura un alebrije que por momentos confundo con un dragón veneciano. Otro vino desconcertante, quizás más que el tercero (Pinacate). Aromas intensos a canela, sin atisbo de frescura, notas de vainilla. En boca es diluido y notas de fruta pasada. Me recuerda el zoológico cuando pasaba por la jaula de los chimpancés y me asomaba a la fruta que comían.

Fuera de los vinos «oficiales», que ahora son cinco, Gabriel llevó un Pozo de Luna 2016, un syrah de San Luis Potosí. Vino cuya gloria en cuanto a medallas se refiere le habían movido a comprar una caja. Se trata de la medalla de plata del Concurso Mundial de Bruselas. A mi, como eso de las medallas no me dice mucho, prefiero la recomendación de algunos amigos con gustos similares. El caso es que la descorchamos y pudimos comprobar que se trata más bien de un vino con buen armazón, de taninos sutiles, acidez comedida, pero nada que pueda hacernos pensar en un vino que sobresalga. En comparación con los anteriores creo que le podemos colgar otra medalla, aunque sea de bronce.

Así concluyó la noche, creo que el blanquito se lleva las estrellas, las pocas que se repartieron.