Archivos para septiembre, 2011

Podría ser un buen título para un artículo de la revista Forbes o Robb Report anunciando las últimas añadas de Burdeos, y seleccionando aquellos que no rebasan los dos mil verdes. Los Burdeos y Borgoñas han pasado de ser vinos míticos a objetos de especulación: ventas a futuro, subastas, colecciones de rusos y de chinos millonarios… Y quienes salen perjudicados somos todos quienes disfrutamos descorchando y comentando experiencias alrededor de estos vinos. Hasta hace unos años era posible hacerse de un par de botellas por algo más de cien dólares. Lo digo por experiencia ya que en 1998 compré en Sherry-Lehmann (tienda en la ciudad de Nueva York no precisamente barata) un Haut Brion y un Lafite 90 y 91, aunque no me acuerdo qué añada corresponda a cuál. Añadas flojitas pero no dejan de ser interesantes en algunos chateaus. Y apenas rebasaron los cien verdes cada uno. Hoy no alcanza ni para comprar los segundones (Carruades Lafite y Le Clarence de Haut-Brion) que dicho sea, este último hay ocasiones que está mejor que su hermano mayor. 1998 tan cerca y tan lejos ¿Se acuerdan de la motocicleta BMW R1200 que salió en una película de James Bond? Ya se ve antigua… pero los vinos son menos profanos, mejoran con los años.

Bajo estas premisas, nuestros desafortunados hijos y nietos tendrán que hipotecar su casa para poder comprar la añada 2025, y si es declarada por el hijo de Robert Parker como la añada del siglo… Suele suceder, entonces tendrán que sumar uno de sus riñones y una córnea a la cuenta. O procurar de nuestra parte heredarles una buena dotación de vinos para que sepan lo que fueron los Burdeos de los setentas y ochentas, por no irnos más atrás. Aunque el gusanito de comprar una añada reciente siempre estará latente, si es que deciden beber vino y no se decantan por otras bebidas más espirituosas y mandan al carajo la colección completa. Además hay que añadir que los Burdeos salen al mercado bastante cerrados, y debemos guardarlos varias décadas para su maduración.

Para muestra de precios de locura, un botón:

Chateau Lafite 2010 de 398€ en Suiza (que suerte la de Daniel) hasta 1173.75€ en EE.UU.
Chateau Latour 2010 de 225.34 en Suiza, a 1567.39€ en EE.UU
Chateau Margaux 2010 de 190€ en Alemania a 1297.92€ en Suiza… ¿habrán invertido los precios).
Fuente: Vinopedia
Otra conclusión a la que he llegado, es que nuestro amigo Daniel P. W. se fue a Suiza por otras razones… 🙂

…Y todo a media luuuz…

Han pasado casi dos meses desde que saqué la última botella de mi bodega. Luigi Bosca de Sangre. aunque llevaba poco tiempo tumbada después de que me la regalaron, ha salido de la bodega. Las seis que descorcho cada fin de mes para la cata grupal, no las he contado. Un detalle intrascendente para la mayoría que me hace favor de leer este blog, pero que me ha hecho reflexionar del poco vino de diario que queda, al que no se le rinde culto, ni se guarda mucho tiempo, que no se mima en el frío y la oscuridad, estas deben ser las razones por las que he comprado y descorchado botellas el mismo día, durante las últimas semanas. Usar y desechar. Por un momento pensé que no podría vivir sin una buena reserva de vinos bajo tierra, pero tal parece que siguiendo los criterios modernos, la guarda del vino es una costumbre en vías de extinción.
Pero sí, sí tiene sentido; cuando la gente busca algo más en el vino. Cuando va en busca de la magia que se desenvuelve al guardar y descorchar un vino maduro, que sin prisas ha sabido llegar a la copa después de años, casi olvidado en un rincón frío, oscuro, intemporal. El día de ayer por la noche, y a pesar de que viajó en coche, y las copas no eran austriacas, decidí descorchar esta botella, comprada en una legendaria tienda de Londres, y que guardé hasta el día de ayer. Motivos podría inventar muchos, pero el hecho de poder salir a cenar con mi esposa es suficiente.

Gevrey Chambertin Domaine Alain Burguet Tradition 2004, un vino desconcertante, al principio se muestra austero, sin concesiones, pero con un buen rato en la copa comienza la magia. Una nariz amalgamada de fruta negra en sazón, de carácter térreo; hongos, sotobosque, flores de lavanda y algo de tomillo y albahaca, con los ahumados y cuero muy presentes. En boca es firme y hasta un poco amargo al principio, pero el aire lo va limando, sus taninos muy presentes y su acidez le da un buen armazón, largo y profundo. Unos añitos más le hubieran sentado mucho mejor, aunque ya se puede disfrutar. Sería mejor decantarlo media hora antes del servicio. Maridó de maravilla con un pato en salsa de ciruela. La foto, un desastre, a medía luz y fuera de foco, todo por no usar flash, no me gusta la frialdad de los colores con el flashazo. En fin, no hay mucho de donde escoger para documentar la velada.

Inmemorables con causa

Publicado: 6 septiembre, 2011 en Vino
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Orlandi 2009

De principio no sé si debiera o mereciera la pena el comentario… pero de todas maneras lo comentaré. Las etiquetas mexicanas cubren varios anaqueles de La Europea. Cuántos de estos vinos sobrevivirán en el futuro inmediato, es otra historia pero por ahora abundan, y debe haber más en este auge quizás inexplicable. Pero no piensen que soy un aguafiestas, simplemente en los procesos de crecimiento tan rápido pocos pasan el delicado tamiz del comercio interno, y mucho menos el externo donde son contados quienes llegan a disfrutar las mieles de la fama.
Otra cosa que me sorprende son los precios, muchos rondan los cuatrocientos y otros los seiscientos, por no hablar de los que se exhiben bajo llave que pasan sin problemas los mil pesos. Vinos que hace poco tiempo no figuraban en la geografía vitivinícola. Lo que algunos llamamos arribistas.

Despertaron mi curiosidad algunos vinos mexicanos por debajo de los trescientos pesos, que francamente no había probado. Decidí meter un par de ellos a la canasta y medir sus atributos o sus carencias. Empecé con un blanquito de Ezequiel Montes: Orlandi 2009, 100% savignon blanc. Un blanco con seis meses de roble francés sin indicación sobre el estado de la misma: nueva o usada (pero lavadita). Porque hay quienes confunden la madera usada necesariamente sucia. Esta bodega la conocí apenas hace un par de meses. Se trata de un savignon con seis meses de roble francés bastante elocuente. Al principio huele a cera, a barro fresco, con un fondo de níspero que después pasa a piña cristalizada, madera, granos de café. Acidez justita y final amargo. Mucha madera, que percibo usada.

Divino Tinto 2008

Después llegó el tinto; Divino Tinto 2008, cuyo nombre no guarda ningún vínculo con el Gran Divino de Chateau Camou. 80% syrah y 20% cabernet sauvignon. Su color es más propio de un pinot que de un syrah, color cereza de capa media. Aromas de mediana intensidad a moras con un fondo mentolado que se pierde en el vacío para dar notas de sandia. En boca es ligero, de tanino fugaz y un ligero amargor al final. Ambos perdidos en el anonimato. Aunque después de ver las últimas estadísticas donde ya figuramos en primer lugar como consumidores de refresco (163 litros per cápita), cualquier vino será mucho mejor.

Tenemos Cojón de Gato o Teta de Vaca... ¿Cuál prefiere?

Tal parece que muchas bodegas con el afán de captar a un determinado grupo de consumidores, se han volcado a imprimir en sus etiquetas nombres tan descabellados como poco ortodoxos, sacados de no sé donde, pero que para mucha gente podrían rayar en el mal gusto: Cojón de Gato, Teta de vaca, Fish Eye…
De momento no me viene a la memoria ningún vino mexicano con estas características, pero puedo darles algunas sugerencias, qué tal: Pata de Perro, Oreja de Elefante, Diente de Conejo, Moco de Gorila… Son sólo algunos ejemplos que podrían figurar en la lista de ingredientes de alguna hechicera para preparar una pócima, pero no para encontrarlos en la carta de vinos de un restaurante.

Dentro de mis parámetros para escoger el vino, definitivamente no están los nombres raros, ni las etiquetas bonitas, aunque debo reconocer que me ha llamado mucho la atención la manera como algunos productores han bautizado sus vinos para poder captar la atención de un grupo específico de bebedores de vino. La pregunta sería; ¿qué tan serio es este consumidor? es decir habrá mucha gente que se acerque y compré una botella… ¿pero podrán repetir? Parafraseando a un sabio bodeguero español; «yo no vendo mi vino cuando llega a los anaqueles, ni siquiera cuando lo compra la gente, sino cuando vuelve por otra botella». Seguramente el grado de eficacia amerita sacar del baúl de los nombres extraños, algunas incoherencias para plasmarlos en una etiqueta, pero también habrá otros consumidores que repudien ese tipo de maniobras y no les merezca confianza comprar un Cojón de Gato o un Teta de Vaca. Por mi parte, sólo me he atrevido a sacar la cámara fotográfica para documentar esta entrada, tal vez mañana estaré hablando de lo bueno que es el Cojón de Gato o lo maravilloso que es el Teta de Vaca. Uno nunca sabe. ¿Alguien ya los probó?