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De la Piña a la Uva... En esta ocasión nos dispusimos a descorchar vinos almacenados traídos de diferentes puntos del globo terráqueo que fueron donados por algunos miembros del grupo, los más generosos.
Empezamos con un blanco rumano, de la tierra del Conde Drácula. Byzantium Blanc de Transylvanie 2006. Este vino lo trajo Carlos junto con otros dos, hace mucho tiempo. Él tenía planeada una cata de vinos rumanos. Mea culpa, lo reconozco ya que  saqué una botella al final de alguna cata, nos la bebimos sin reflexionar en lo que estábamos bebiendo, después le dije que yo se la repondría, pero nunca nos pusimos de acuerdo. Afortunadamente estos vinos se venden en México, así que vuelvo a invitar a Carlos para que me diga dónde los consigo. Este blanco es de color pajizo, la variedad de uva nunca pudimos descubrirla y no viene impresa en la botella. Huele a espino blanco y piña. En boca es amplio y goloso, sin perder firmeza. Ha gustado mucho. Repetible
El segundo «blanco» fue traído por Sergio desde Hawaii. Maui Blanc. De entrada parece extraño que en un lugar tropical se pueda dar la vitis vinifera con buenos resultados. Sin advertirlo, hasta poco antes de la cata, leí en la contraetiqueta:

Maui Blanc is a wine made exclusively from the juice of Maui Gold pineapples Hand-picked (…)

Es la primera vez desde 1998 que abrimos una bebida diferente del producto de jugo de uva fermentado. Los resultados son previsibles: jugo de piña fermentado, aunque el alcohol cuyo volumen es de 11.5 es casi inadvertido. Huele a Gerber (papilla) de piña. En boca es planito y abocado, diluido. Un juguito de piña que debería beberse más frío.

El primer tinto Volcano Red es otro hawaiano con una rara mezcla de uva, me imagino que es vitis vinifera, y un fruto tropical llamado jaboticaba. Resultado: un menjuje que huele a «sangría Señorial», con notas de ciruela pasa, en boca es ligero con un cosquilleo de algo que parece CO2, hay quien lo describe como «dulce con aguja».

El siguiente tampoco especifica la uva aunque ya no tiene mezclas raras. Ulupalakua Red, con 13,6 grados de alcohol. Huele a hollejos y fruta negra en mermelada, zarzamora. Boca plana, frutal muy primario y de final amargo, hay quienes echan de menos el tanino en este vino. Inmemorable con causa.

El quinto es un vino de cuya bodega tengo buenas impresiones ya que ha sabido manejar la mercadotecnia sin descuidar la sustancia, que es lo que viene dentro de la botella. Sin embargo hablando de este Sierra Gorda Edición Limitada 2009 de cabernet, merlot y malbec, creo que se les ha pasado la mano con el precio. Nos contó Francisco, quien lo trajo, que su precio es de más de 700 pesos. Vuelvo a mi añeja reflexión de que por ese precio hay una gama de francesitos que lo pueden dejar a uno con el ojo cuadrado. Sé que para muchos suena malinchista pero no me importa. Tampoco estoy diciendo que todo lo que se produce en el país galo sea bueno, hay excepciones muy penosas. Este Sierra Gorda me pareció un vino en el margen de lo correcto, sin enamorar, y por ese precio siempre pido más. Huele a ciruela con notas mentoladas, boca frutal, acidez y tanino comedidos. Punto.

El último, traído por Alfonso: David Hook Barbera 2012. Se trata de un australiano con ínfulas italianas. Un vino de poca intensidad al principio y que a medida que va abriendo despliega algo de fruta con una nota de sandía y fruta roja (ciruela), sin aristas. Un vino correcto también, desconozco el precio. Aquí acaba la cata y los vinos que reposaban en el nicho de los «viajeros».