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Los vinos más baratos de la carta

Publicado: 20 noviembre, 2017 en Restaurantes, Vino
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Vino de La Tierra de Castilla

Vino de La Tierra de Castilla

Cuántas veces por cuestiones del destino hemos parado en un restaurante por primera vez, y dado el mobiliario, la decoración y todo lo que le rodea, pensamos que la carta debiera ser breve y de precios comedidos. Es decir no hay sumiller, ni siquiera un mesero medianamente enterado en el servicio del vino, no hay cristalería decente, y en la mayoría de las ocasiones se ve algo cutre. Pensamos que se pueda traducir en precios bajos. Pues ayer no fue así, si bien desde la entrada se veía la esmerada preparación de una paella para algo más de cien tragones, y el ambiente olía a tocino ahumado, olor que tengo en lo más fresco de mis recuerdos cuando entro a un restaurante español. Y de hecho se trataba de un restaurante inspirado en comida de la Madre Patria.  La parte de arriba del restaurante distaba mucho del buen ambiente de la planta baja, a un grado de la depresión. Otro factor que se repite en muchos sitios como si arriba hicieran algún descuento extraordinario. La carta no era precisamente corta pero tampoco era la selección mejor escogida. Viendo vinos caros por doquier, encontré uno muy escondido en un rincón a un precio razonable, rondando los 300 pesos, algo así como 16 dólares. Y como no soy muy exigente en los restaurantes la mayoría de las ocasiones escojo el más barato, y por fortuna en más de una  salgo satisfecho con la elección, salvo cuando conozco de sobra ese vino barato y sé de antemano que no es santo de mi devoción. Siempre he pensado que pedir vinos dignos de celebración en restaurantes es de antemano arriesgarse a pagar un sobreprecio que puede llegar a más del 300%. Y que también habrá una que otra ocasión que lo amerite ¡Por supuesto! Pero no siempre.

Ayer corrí con suerte, el vino en cuestión fue un Crin Roja 2015,  un vinito sin pedigrí (Vino de la Tierra) que cumplió con creces  la amable tarea de aligerar la digestión y refrescar la garganta mientras pasaba la suculenta grasa de un lechón crujiente por fuera y suave por dentro. Mucho mejor que haber roto el cochinito o hipotecar la casa para darnos cuenta al final de que el vino no cumplía con las altas expectativas que nacen de las cartas infladas y se traducen en grandes decepciones.

Color rubí, frutal y redondo, sin ninguna otra pretensión que ser bebido. Así que los invito a probar los vinos más baratos de la carta, a veces resulta.