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Aromas en la copa

Publicado: 22 octubre, 2010 en Cristalería
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Para quienes disfrutamos del vino, tenemos la costumbre de encontrar un sinfín de aromas en la copa. Los dividimos, los clasificamos y comentamos, frutales: zarzamora, ciruela, grosella, casis, cereza. Especiados: pimienta negra, pimienta blanca, clavo, tomillo, albahaca, nuez moscada… ya sé que parece una una lista de compras de supermercado, pero qué hay de aquellos aromas ajenos al vino, que ya vienen impregnados a la copa. Yo me pregunto cuántos aromas más percibimos fuera de los originales del vino. Como: el olor a trapo, jabón, pintura… que no son nada agradables. En alguna ocasión el olor a trapo mojado rayando en cartón pudo hacerme pensar que el vino tenía algo de «corcho». En otra el olor a cebolla era tan intenso que pensé que se trataba de algún defecto relacionado con los verdores de la fruta mal despalillada, pero en realidad las copas habían estado en la cocina durante la preparación de un platillo con mucha cebolla.

Hace unos años descubrí que muchos de los aromas a madera fina de caoba, que percibía en casi todos los vinos no provenían del vino, sino de una vitrina de este mismo tipo de madera, donde guardo mis copas y algunos de mis decantadores. La vitrina es muy vieja, tiene más de ochenta años, pero sigue impregnando las cosas que se meten en su interior. Debo confesar que son aromas muy agradables, pero que definitivamente no emanan del vino. Para quienes son partidarios del roble, ya tienen otra opción.

No echen a volar su imaginación, hablaré de copas. Sorprende la popularidad de las copas Riedel. Hoy en día ya existe el sustituto del «caballito» de tequila, una copa diseñada por George Riedel, que no ha tenido tanto éxito como se esperaba. Recuerdo que por 1998 era imposible encontrar Riedel en México. En el verano de ese año, aprovechando que tenía que viajar a la ciudad de Nueva York, las busqué. Una mañana depués de caminar varias cuadras por Park Ave. encontré una pequeña tienda donde las vendían. Para mi sorpresa unas cuadras más adelante las encontré más baratas en Sherry – Lehmann, pero ya era muy tarde. Esta fue la primera tienda donde tuve contacto con los Burdeos, recuerdo muy bien que compré un Lafite y un Haut Brion 1991 y 92 respectivamente, añadas flojas que pude pagar por menos de 120 dólares. De las 6 copas que había quedan 5, nada mal para once años. En algún momento pensé que era más importante la cristalería que el vino, ahora pienso que ambas cosas tienen mucha importancia, pero sobre todo; no hay como descorchar una buena botella de vino a sabiendas que no hay que hipotecar la casa. Mucha gente que bebe vino en México, piensa que la calidad es directamente proporcional al precio. En cuántas comidas me ha tocado que a la hora de pedir el vino, escogen la más cara, cinco minutos después no se acuerdan lo que pidieron.
La fiebre por las copas Riedel sigue en varios restaurantes y bares de vino. A mí ya me pasó hace algún tiempo, sobre todo si las comparo con otras marcas similares a precios más decentes, como las Spiegelau, que forman una buena parte de mi pequeña colección. Hoy me vino a la memoría todo esto al ver un decantador Riedel en casi $6,000.00 (unos 450 verdes). Una jarra de agua, no será muy elegante, pero hace la misma función, y el resto me lo puedo gastar en unos cuantos vinos.

¿Han tratado de tocar una melodía con copas…?